Capítulo.3 - “Corre o muere”
Miró a su alrededor y se mordió el labio contrariado por no poder llevar a cabo el plan que en su mente ya tenía trazado, que consistía en correr cuando se lo dijeran pero engañarles volviendo sobre sus pasos rodeando aquella explanada, y mientras ellos iban en su busca seguidamente coger la camioneta e ir a Anchorage a denunciar, eso si no conseguía encontrar antes al guardabosques.
Una especie de bufido tras de sí le sacó inmediatamente de sus pensamientos. Se quedó paralizado. A sus espaldas, algo resoplaba y caminaba hacia él. Sin querer hacer un movimiento brusco, ladeó un poco la cabeza para mirar por el rabillo del ojo. La hierba crujía tras cada pisada de lo que se acercaba por su retaguardia. Sin poder detenerse a mirar, Eddie echó a correr hacia la planicie sin saber a dónde dirigirse, pues el miedo había alertado su aparato locomotor, pero su cerebro no alcanzaba a discurrir una idea concreta, solo correr. De un salto, se aferró a una rama baja de un árbol para alzarse al mismo, pero esta no era demasiado gruesa e inmediatamente cedió al peso de Eddie, que apenas tuvo tiempo de balancearse en la misma cuando se notó atraído por la gravedad terrestre. A plomo, cayó al suelo de espaldas costándole unos segundos poder recobrar la respiración. Olvidándose del golpe, miró atrás nervioso y lo que observó le hizo maldecirse a sí mismo. Con la cabeza alzada masticando hierba, un caribú le miraba curioso sin inmutarse del lugar desde el cual había iniciado la carrera.
- ¡Seré gilipollas, me cago en la leche! - masculló Eddie levantándose trabajosamente y despegando los pegotes de fango adheridos a la parte posterior de sus pantalones, tras el costalazo en el fracasado intento de huida.
El caribú, continuó a lo suyo bajando la cabeza y engullendo más hierba.
El chico se ajustó la mochila a la espalda, echó un vistazo a su alrededor y decidió ir hacia abajo del claro, pues era evidente que subir la pendiente que acababa de bajar rodando no era buena idea, y menos sabiendo que desde ese sentido debían llegar aquellos maníacos armados hasta los dientes para darle caza. Así pues, echó a trotar yendo hacia la zona boscosa, pues recordó algunos documentales de los muchos que solía ver tomando el tentempié en la conserjería en la que trabajaba en Detroit, en los cuales explicaban que habitualmente encontrar algún riachuelo y seguirlo no solo era una manera de no perderse, sino que además era sinónimo de agua y comida, algo vital cuando se está perdido.
Llevaba un rato abriéndose paso entre la flora que inundaba el lugar, cuando cayó en la cuenta de que a cada paso el follaje se hacía más espeso y complicado de atravesar y, al mirar hacia atrás comprendió lo necio que había sido, pues el reguero de plantas torcidas y pisoteadas que estaba dejando tras de sí era un rastro tan evidente, que hasta él siendo un tipo de ciudad podría seguir fácilmente para encontrar a quien lo iba dejando. Debía apartarse de ese sitio y buscar un sendero de más fácil acceso y por el que pudiese moverse más rápido, pues hacía ya unos minutos que no trotaba, solo andaba y apartaba ramas, cosa que le estaba ralentizando si quería sacar ventaja a aquellos energúmenos que probablemente ya habrían partido en su busca. Aunque claro, salir de allí era sencillo de decir, pero complicado de lograr. Hacia atrás por donde había venido no podía volver desde luego, porque perdería todo lo avanzado. Además, aquellos tipos eran expertos en caza y conseguirían llegar hasta él si no aceleraba el paso hacia otra dirección en la que no dejase rastro, o al menos no tan evidente.
A su derecha, observó que la frondosidad forestal era algo menor, así que decidió cambiar el rumbo tratando de buscar una zona menos poblada de vegetación y que le permitiese avanzar más deprisa, así que apartó unos helechos y continuó la marcha.
* * * * * *
- Mira esto, Chazz - señaló Dyami - aquí debió caer el negrito grandullón. Sus pisadas se alejan hacia aquel claro.
- Sí, será fácil rastrearle, sus pisadas dejan una huella bastante pronunciada. -
- Tienes suerte, amigo - comentó Marvin mirando al caribú que pastaba tranquilamente a unos metros - si no fuese porque la otra presa nos interesa más, ya estaría despellejándote para poner tu carne al fuego. -
- Si supiese lo cerca que está de la muerte, estaría mucho más asustado y no andaría pastando tan tranquilo - dijo Brandi.
- ¡Bah!, ¿asustarse? - respondió TJ - este estará acostumbrado a ver excursionistas de esos a los que les gusta salirse de la ruta preestablecida. Eso sin contar que no sea uno de los ejemplares que se pasean por las calles de Anchorage como si tal cosa. -
- Dejad al maldito caribú, ¿queréis? - intervino Chazz - tenemos un asunto más importante que tratar. Vamos a dividirnos. Yendo los cinco juntos nos puede localizar más fácilmente para ocultarse. Además, así cubrimos más terreno y evitamos que vuelva sobre sus pasos. -
- Yo iré solo - aseveró con determinación Dyami - de ese modo me moveré más rápido.
Chazz asintió con la cabeza y predispuso:
- Muy bien. Águila seguirá el rastro del chico. TJ, tú vendrás conmigo por el lado este. Marvin, Brandi, vosotros dos por el oeste. Tomad, estaremos en contacto con esto - dijo ofreciendo un walkie-talkie a la peculiar pareja formada por el hombre mayor y la chica, y otro a Dyami. Luego, abriendo una caja de municiones con unos cartuchos especiales de color amarillo, comentó - si os veis en apuros, disparad la pistola de bengalas para que sepamos dónde estáis. Pero ¡ojo!, solo en caso de extrema necesidad, no queremos que el guardabosques husmee por aquí, o en el peor de los casos envíe una patrulla de rescate, ¿entendido? -
- Yo no necesitaré eso - respondió de inmediato el indio - antes de que ese desdichado me pueda ver, ya lo habré ensartado con una de mis flechas. -
- Admiro tu confianza, pero insisto en que lleves el walkie-talkie, no quiero sorpresas desagradables - comentó Chazz.
- Venga, viejo - se dirigió Brandi a su compañero - vamos a cazar a ese puto indigente.
- Te ha dolido que te haya despreciado como mujer, ¿eh? - dijo con sorna TJ. Brandi le miró desafiante y sin apartar la vista, escupió tabaco mascado a los pies de él diciendo:
- Ya hablaremos tú y yo, picha floja. -
- ¡Uuuuh! - se cachondeó Marvin.
- ¡Eh! - saltó Chazz - esto no es un juego - y postrando la vista fijamente en Brandi le convino - id con cuidado.
La chica asintió levemente y se giró iniciando la marcha en dirección oeste con Marvin.
Dyami, sin mediar palabra avanzó a paso ligero siguiendo las huellas que se alejaban hacia el final del claro, desde donde se iniciaba el rastro de plantas torcidas y pisoteadas que había dejado el muchacho.
- Vamos - ordenó Chazz a TJ, tomando la ruta al este.
Mientras tanto, Eddie había conseguido salir de la parte más espesa por la que transitaba, caminando ahora con mayor rapidez y menos esfuerzo. Los arañazos que los arbustos habían producido en su rostro y manos le escocían al estar bañadas por la salinidad de su sudor. El chico comenzaba a resoplar, pues no estaba habituado a una actividad de esa índole. Sí, continuaba entrenándose en el gimnasio, pero a decir verdad hacía bastante tiempo que no realizaba ejercicios cardiovasculares como correr o hacer bicicleta, tan solo pesas y abdominales, y el ajetreo diario en su trabajo de conserje era casi nulo.
Apenas sin darse cuenta, había aminorado su cadencia de paso inicial debido al cansancio, y a pesar de que atravesar el paraje era menos fatigoso que minutos atrás, su ritmo estaba mermando. Se apoyó en un tronco para respirar hondo y entonces observó el entorno. Si no fuese por el momento crítico que estaba viviendo, el sitio era un paraíso de colores, de sonidos que llenaban de vida el lugar como el trinar de los pájaros, el mecer de las ramas de los árboles que provocaba la brisa, el canto de las cigarras, el arrullo de corrientes de agua…
En ese instante, volviendo a repetir mentalmente esas últimas palabras, Eddie comprendió que no debía de andar lejos de un río. Escuchó atentamente. Sí, no había duda, el sonido llegaba desde algún lugar a su derecha, así que bruscamente y con decisión se apartó del árbol para poner rumbo en busca de esa corriente de agua.
Pero en ese momento, un silbido rasgó el aire y algo impactó en el tronco haciendo que saltaran astillas.
Eddie, con los ojos desorbitados, observó la flecha que aún vibraba, y sin pensarlo dos veces echó a correr mirando atrás aunque no pudo ver a nadie.
El indio, que evidentemente sería el emisor de esa flecha con su arco de precisión, a buen seguro que le estaría observando desde su visor.
El muchacho, en su atropellada carrera tropezó con la raíz saliente de un árbol y estuvo a punto de caer, pero logró mantenerse en pie no sin esfuerzo. Cada cuatro o cinco zancadas, miraba hacia atrás esperando ver de un momento a otro alguna flecha volando hacia su cabeza. Frenó un poco su batir de piernas al llegar a un descenso pronunciado de unos cuatro metros, que bajó a trompicones agarrándose a las plantas que encontraba a su paso. Hacia la mitad, resbaló cayendo sobre el trasero y así llegó hasta abajo, deslizándose por el barro. Se irguió y continuó corriendo en post del resplandor que atravesaba un conjunto de árboles y, tras sortearlos, se alivió al ver el plateado brillo del río.
Esprintó hacia la orilla, formada en su mayoría por grisáceas piedras redondeadas por el desgaste y erosión del agua, y las quiso sortear tan rápido que pisó en falso una de ellas, desplazándose sobre las otras y originando que su tobillo derecho cediera hacia fuera cayendo de bruces.
No había tiempo para lamentarse y se levantó tan rápido como pudo. Cojeando ostensiblemente, se fue acercando al riachuelo para atravesarlo. El calado del río a esa altura era de poco más de un metro. Eddie, comenzó a avanzar y tuvo que hacer un esfuerzo para mantenerse firme, pues el líquido elemento descendía con fuerza desde la caída que había a su derecha. Cuando ya estaba justo a medio camino, el ruido del gorgoteo del agua le impidió esta vez oír el silbido rasgando el aire. Tan solo sintió un impacto y un dolor indescriptible en el hombro izquierdo.
En esta ocasión el indio sí acertó. Las piernas del fornido muchacho flaquearon y su voluntad nada pudo hacer para no ser arrastrado por las bravas aguas.
- Al habla Dyami, ¿me recibís?, cambio. -
- Aquí TJ, cambio. -
- Le he acertado en un hombro, repito, le he acertado en un hombro, cambio. -
- ¿Cómo?, ¿le has dado, tío? -
- Trae - dijo Chazz arrebatándole el walkie a TJ de la mano.
- Al habla Chazz, confirma si le has herido, cambio. -
- Afirmativo. Mientras atravesaba el río, cambio. -
- ¿Dónde está ahora?, ¿le tienes localizado?, cambio. -
- No, tras el impacto se ha caído en el agua y esta lo ha arrastrado río abajo, cambio. -
- ¡Vaya! - dijo contrariado Chazz, y apretando el botón le comunicó al indio - Buen trabajo, Águila. Síguele río abajo, mientras tanto nosotros iremos en esa dirección y supongo que Marvin y Brandi no deben andar lejos, ¿verdad?, cambio.-
- Afirmativo - se oyó decir la voz de Brandi - vamos hacia abajo, a ver si se frena en la zona del estuario, cambio. -
- Bien, nos vemos allí, cambio y cierro. -
Chazz miró sonriente a TJ comentándole - ya ves chico, la diversión continúa. -
- ¡Sí!, vamos a cazar a ese mamón, le dije a mi madre que volvería para cenar su delicioso pastel de carne. -
* * * * * *
Mareado por el impacto de la flecha que llevaba alojada en el hombro, Eddie emergía y se zambullía constantemente en su rápido descenso río abajo, tragando agua sin cesar. Apenas le daba tiempo a ver nada a su paso, ni siquiera un saliente al que poder agarrarse. En uno de los muchos giros y volteretas a los que estaba expuesto, se acercó demasiado al fondo empedrado y la flecha tropezó con una roca rompiéndose por la mitad, provocando que la punta de la misma se retorciera bruscamente en el interior de la carne de Eddie haciéndole gritar de dolor, aunque su alarido quedó rápidamente aplacado por otra bocanada de agua. De hecho vomitó casi de inmediato. Continuó descendiendo un rato. De reojo, vio un borroso bulto marrón en los márgenes del río. Debía ser la base de un tronco que quedase de lo que una vez fue un árbol, pero estaba demasiado lejos para intentar agarrarlo. De súbito, un salto de agua le hizo caer a un nivel inferior y en la caída apoyó sus pies en el empedrado suelo. A duras penas logró ponerse erguido y lo consiguió gracias a que ahí la profundidad era de poco más de medio metro.
Las asas de la mochila se le habían salido de los brazos, pero esta permanecía sujeta aún por el broche de la cintura. Algunos peces de color rojizo saltaban en torno a él. Alcanzó la orilla como pudo, tosiendo, sentándose y palpándose el trozo de flecha que aún tenía clavada. Tuvo que morderse el labio para no gritar. Se miró la temblorosa mano teñida de sangre.
La herida le dolía hasta al respirar, pero ahora mismo su prioridad era escapar.
No obstante, necesitaba recuperarse de las náuseas y recobrar fuerzas para continuar su huida, así que decidió descansar un par de minutos antes de reanudar la marcha. Transcurrido dicho tiempo, apoyó la mano derecha en el suelo para levantarse, pero algo le pinchó haciéndole retirarla de inmediato. Una raspa de pescado había sido la causante de la punción.
Entonces, Eddie comenzó a mirar a su alrededor comprendiendo el lugar en el que se encontraba. Los peces rojos que saltaban remontando el río eran salmones, y aquella parte baja de agua y piedras era un estuario que, probablemente y a tenor de la espina de pescado con la cual se había pinchado y por otras que fue observando a medida que reparaba en los detalles, era un lugar donde algunos animales se alimentaban. ¿Y quién solía ir a los estuarios a pescar salmones?
- Osos - se dijo a sí mismo en voz baja como solucionando la conjetura. Ahora se le vino a la mente aquel bulto borroso que vio más arriba en un margen del río. Seguro que no era ninguna base de tronco y se alivió de no haber estado cerca para tratar de agarrarse, porque si aquello era lo que pensaba, él habría sido el salmón que pescara ese oso.
En ese momento se olvidó del dolor que invadía su hombro y trató de incorporarse, lo que consiguió a duras penas. Con el tobillo dolorido y la flecha clavada en el hombro, no llegaría demasiado lejos. Necesitaba encontrar algo que le procurase apoyo, un palo que le hiciera las veces de bastón o muleta improvisada. Pero también necesitaba pensar una estrategia que le permitiera dar esquinazo a sus perseguidores y seguir con vida. Se giró mirando en todas direcciones buscando el palo y decidió que sería más fácil encontrarlo bosque adentro.
- ¿Dónde crees que vas? -
La voz sobresaltó a Eddie. De entre los árboles de la otra orilla surgió la figura de Dyami empuñando su arco tensado apuntándole. El chico entendió que su suerte estaba echada y que ya no importaba nada de lo que acababa de pensar sobre estrategias.
- Ponte de rodillas - le ordenó el indio.
- Por favor, no me mates. ¡Esto es una locura, tío! -
- ¡He dicho que te arrodilles! -
El muchacho hizo caso lentamente, pues sabía que desde esa distancia no tenía escapatoria ante la destreza de aquel tipo. Este atravesó los ocho o diez metros de anchura entre una orilla y otra del río, destensó su arco, se lo colgó al hombro y sacó su pistola apuntando a Eddie. En ese momento la radio crepitó.
- Chazz al habla. Dyami, ¿alguna novedad? -
El indio apretó el botón del walkie y comenzó a decir:
- Sí, lo tengo delante y encañonado con la pistola. Voy a ejecutarlo ahora - pero detuvo sus palabras al ver el temblor incontrolado en el chico, con el espanto dibujado en su rostro y mirando en dirección a la espalda de su captor.
Un gruñido heló la sangre del indio que comprendió en ese instante lo que pasaba. Con lentitud, giró el cuello y su mirada se cruzó con la de ella. Una mirada agresiva acentuada por una cicatriz que atravesaba su ojo derecho, el cual tenía completamente blanco probablemente a causa de esa antigua herida.
Dyami no tuvo tiempo de alzar su pistola. La enorme osa grizzly se abalanzó sobre él derribándolo y mordiéndolo ferozmente. Los intensos y desesperados chillidos del indio inundaron el lugar y atravesaron el aparato que aún mantenía pulsado, haciendo que los gritos llegaran hasta las dos parejas de compañeros y que dejó a estos petrificados oyendo el receptor, justo cuando los alaridos se transformaron en un gorgoteo apagado y en un crujir de huesos bajo la poderosa mandíbula de la osa.
Eddie, totalmente horrorizado, se había ido arrastrando marcha atrás de la dantesca escena que le había tocado en suerte contemplar.
El cuerpo prácticamente inerte del indio, tan solo era sacudido ya por espasmos nerviosos y por la fuerza de las dentelladas del animal, que tenía teñida de rojo escarlata la cara y arrancaba un pedazo de carne de la garganta del desdichado Dyami. Lo que era un copioso festín para la descomunal fiera, para Eddie era una de las visiones más horrendas que jamás pensó que llegaría a ver tan de cerca.
De pronto, la osa alzó la vista y enfocó al muchacho. Con aquella terrorífica mirada semi-opaca, parecía indicarle que dominaba la situación. Pero no fue a por él, se quedó devorando a su presa. Eddie aprovechó para ponerse en pie, no sin dificultad pues le temblaban las rodillas de miedo, y comenzó a andar río abajo para apartarse de aquel lugar de muerte. Decidió que tal vez era mejor permanecer cercano al río, pero oculto entre el follaje colindante para no ser un blanco fácil. Mientras lo hacía, iba pensando que quizás aquel hijo de puta que estaba a punto de arrebatarle la vida había recibido su merecido. Pero aun así, no pudo refrenar un sentimiento de lástima ante la muerte tan espantosa que había tenido. Eddie, con un torrente de sensaciones atravesándole el cerebro, se preguntaba a sí mismo por qué la osa le había perdonado la vida. Entonces cayó en la cuenta. La herida. El animal se dio cuenta de que estaba herido y probablemente podría rastrear su olor en cuanto quisiera darle caza, por lo que de momento prefirió centrar su atención en la suculenta comida que representaba para ella Dyami.
Definitivamente debía apartarse de allí cuanto antes, así que corrió hacia el interior del bosque y se dirigió hacia la zona montañosa para intentar conseguir dos cosas; una cueva pequeña donde poder protegerse de la grizzly, pues a buen seguro iría en su busca, y un lugar alto desde el que poder hacer alguna señal de auxilio, ya fuese encendiendo un fuego o si llegase a nevar como se preveía, escribir un mensaje en la nieve que pudiese ser visto por alguna avioneta o helicóptero que sobrevolase la zona.
Estaba dolorido, fatigado, cansado y muy asustado, pero lo único que importaba en aquellos momentos era avanzar para tratar de salvar la vida. Resopló un par de veces mirando a su alrededor y continuó adentrándose en el bosque.
* * * * * *
Chazz, con la punta del cañón de su rifle, apartó las ramas de las plantas adyacentes al río. Lo que vio le dejó cariacontecido. Lo que quedaba de Dyami era un amasijo de jirones de carne sanguinolenta, huesos, trozos de ropa y pelo. Tenía el abdomen totalmente devorado, así como sus muslos y le faltaba el brazo izquierdo casi por completo. Probablemente la osa se llevó ese bocado para esconderlo y comérselo en otro momento. En su mano derecha, una de las pocas partes que había quedado intacta, los nervios le mantenían contraídos los dedos y continuaban pulsando el botón del walkie-talkie.
A un lado, Marvin vomitaba junto a la orilla del río mientras Brandi permanecía de pie masticando tabaco, tensa y mirando en todas direcciones con su rifle preparado para disparar. De la osa no había ni rastro.
- ¡Dios!, ¿quién podía imaginar algo así? - dijo TJ quitándose el sombrero de cowboy.
- Esto entraba en las posibilidades - contestó fríamente Chazz, que se agachó junto al cadáver y recogió el walkie, lanzándoselo a TJ y diciendo:
- Esto es una advertencia para todos. Somos cazadores, pero aquí los hay de otro tipo y también podemos ser presas, así que a partir de ahora andaros con mucho cuidado. El río y sus cercanías, especialmente los estuarios, son territorio de osos y a juzgar por el diámetro de las dentelladas, el que atacó a Dyami es de unas dimensiones considerables. Además, ya ha probado la carne humana - hizo una pausa para oscilar la vista de un compañero a otro y añadió - y si tiene la oportunidad querrá probarla de nuevo. -
Marvin, recobrando la entereza, tomó la palabra:
- ¡Eh, mirad! - dijo señalando el suelo - aquí hay un pequeño rastro de sangre que se aleja hacia el interior.-
- Eso debe ser el rastro del propio oso manchado con la sangre de Dyami - opinó TJ.
- No, las huellas en el barro de ahí delante son de zapatos, no de las zarpas de un oso - discrepó Brandi.
- Que cabrón…- comentó pensativo Chazz - sabe que si continúa por la dársena del río estará vendido, ya sea por convertirse en un blanco fácil para nosotros o bien para los osos. Vaya, vaya - sonrió irónicamente - parece que nuestro amiguito aprende rápido - y rascándose el mentón se dirigió a TJ - creo que esta noche no probarás el pastel de carne de tu madre, muchacho - y se acercó al cuerpo de Dyami arrebatándole el enrojecido arco.
- Pienso que al indio no le gustaría que su arco se separase de su cuerpo - dijo contrariado Marvin.
- Nos puede ser útil. Además, al indio lo último que le importa ya es su arco - contestó Chazz agachándose junto al agua y dejando que esta limpiase la sangre adherida al artefacto, al tiempo que comentó - pero si hay algo que le gustaría sin duda es que una vez le demos caza a ese negro, lo vengásemos ensartando su cuerpo con una de sus flechas. -
La idea pareció calar en TJ, Brandi y Marvin, que asentían pensativos.
- En marcha amigos, tenemos a un puto indigente al que cazar - y todos caminaron hacia el interior del bosque.
(CONTINUARÁ...)
Pepe Gallego
Jajaja. Ya estoy manos a la obra con el cuarto capítulo, a ver qué tal sale.
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