martes, 12 de febrero de 2013

"Oculto en las palabras" (Último Capítulo)


Cap.5 - Zabulón


Tras ver la mesa romperse junto al cadáver de Malek, asomados a la ventana, Claude y Lory oyeron amortiguado el chillido gutural y posteriormente la sonrisa diabólica. Comprendieron que algo ocurrió al estrellar la Ouija, pero no debía ser bueno cuando esa cosa  se reía de aquella forma. Siguieron mirando hacia abajo tratando de observar u oír algo en la oscuridad. De repente vieron como el reflejo de una luz blanca a la izquierda, pero duró poco tiempo. 

Siguieron esperando y al par de minutos, cuando ya casi pensaban irse, dos siluetas salían desde donde había llegado la luz anteriormente. Debía haber un hueco en el muro o algo. Claude, sin pensarlo dos veces, sacó su linterna y enfocó hacia abajo tratando de conseguir ver a las dos figuras. Estas al ver el haz de luz se frenaron en su torpe carrera y miraron hacia arriba. Eran Adele y Thyra. Con un gesto parecían decirles que se marcharan. 
- ¿Qué?... ¿qué apaguemos la luz? - preguntaba a gritos Claude. 
Los gestos de ambas chicas eran alterados. Una movía las manos en horizontal como diciendo que cortaran, la otra parecía indicarles que se callaran, pero la torre era alta y la luz de la linterna apenas les llegaba, así que no acababan de entenderlas. Lo que sí estaba claro es que parecían desesperadas. 
- ¿Por qué no nos gritarán lo que quieren? - preguntaba Lory. 
- Quizás no quieran delatar su posición a esa cosa - contestó Claude. 
- Pero van solas, ¿dónde está Philippe? - insistió preguntando la chica. 



Algo cayó botando a sus espaldas hasta llegar a sus pies. Se giraron para ver qué era y el horror anegó los ojos de los muchachos, especialmente de Lory, cuyo espeluznante grito rasgó la noche como si de una cortante guadaña se tratara. Con los ojos aún vidriosos y la boca abierta, la cabeza de Philippe parecía mirarles desde el suelo, aunque ya no veía. Los chicos vieron ante la puerta a un ser que parecía sacado de la peor pesadilla de terror. Automáticamente comprendieron lo que habían provocado al romper la Ouija. No habían matado a la criatura, al contrario, la habían liberado. Esta les miraba desde aquellos profundos ojos negros, pero una débil sonrisa se dibujaba en sus morados labios. 
- ¿Q…qu…qué coño eres tú? - preguntó tembloroso Claude apartándose de la cabeza de Philippe. Aquella cosa no se inmutó. Continuó observando a los dos chicos, impasible, con la misma frialdad. 
- ¿Qué demonios eres? - volvió a insistir Claude. 
- Sí, exacto - comenzó a decir la voz gutural que emanaba de aquella bestia - soy un demonio… y llevo entre vosotros desde el principio de los tiempos. - 
- ¿Quién eres? - preguntó Lory alejándose también de la cabeza de Philippe hasta quedarse junto a la repisa del candelabro, cuyas tres velas que aún permanecían encendidas, le daban un tono fantasmal al proyectarse tenuemente en su blanco rostro. 
- Soy…- y haciendo una pausa, el demonio contestó - Zabulón - y un nuevo relámpago le iluminó unos instantes, los suficientes para que los chicos pudieran sobrecogerse ante tan aterradora visión. 
- No debisteis venir al castillo…y tampoco subir hasta aquí…pero la curiosidad humana es nuestra mayor aliada - dijo sonriendo maléficamente. 
- ¿¿Qué quieres de nosotros?? - gritó Claude. 
- Quiero…vuestras vidas. - 
- ¿Por qué?, ¡no te hemos hecho nada! - dijo desesperada Lory.
- ¿Por qué?... ¿¿¿por qué??? - y la voz del ser subió de tono hasta gritar coléricamente - ¡PORQUE ME APETECE! - y su cuerpo se tensó dispuesto a abalanzarse. 
- ¡Déjanos en paz! - chilló Claude empujando con fuerza la pesada estantería de libros de su derecha, que desencadenó un efecto dominó con las otras. El ser trató de apartarse pero quedó irremediablemente sepultado por el mobiliario. Acto seguido, Lory agarró el candelabro y lo lanzó hacia la montaña de libros antes de echar a correr hacia la puerta, seguida de cerca por Claude. Los viejos tomos prendieron rápido y la sala fue tomada por el fuego, inundándolo todo de un intenso color anaranjado. Claude y Lory no se detuvieron a mirar, atravesaron la sala de la maquinaria del reloj y bajaron a toda velocidad por las escaleras de caracol oxidadas. Fueron recorriendo los pasillos que llevaban a la escalinata principal y comenzaron a descenderla. Parecía que aquella cosa ya no les perseguía, pero aun así no dejaban de saltar escalones. Sin embargo, justo cuando llegaban a los últimos, Claude tropezó con algo y se precipitó ese tramo de peldaños, golpeándose estrepitosamente contra el suelo. Cuando Lory llegó hasta él, vio que no se movía y de su frente emanaba abundante sangre. La chica, agachada junto a su amigo, miró hacia la escalera preocupada pensando ver de un momento a otro a Zabulón, pero lo que su visión alcanzó a ver fue la grotesca escena del cuerpo decapitado de Philippe en mitad de la escalera. Tuvo que desviar la mirada y taparse la boca con el brazo, para controlar las arcadas que su estómago le estaba enviando. Lory entendió que eso era lo que había provocado la caída del chico. Viendo que Claude no reaccionaba, le arrastró metiéndole sus manos por debajo de las axilas y se ocultó con él bajo la gran escalinata, en el oscuro hueco que esta proporcionaba. Sin embargo, tras escuchar durante un par de minutos, seguía sin oír nada. 



Una autopista de teorías comenzó a recorrer su cerebro. 
- ¿Y si hemos conseguido acabar con él? - 
- No, es un demonio, no debe ser tan sencillo matarle. - 
- Pero ahora era corpóreo, las quemaduras le harán daño como a cualquier otro ser vivo. - 
- ¿Dónde has visto a un demonio quemarse, Lory?, se supone que pertenecen al infierno y allí todo está siempre en llamas. Sería como ahogar a un pez en el océano, ¡es imposible! - 
- Ya, pero ahora está en nuestro mundo, igual aquí sí le afecta el fuego. - 
- ¡No digas tonterías! - 
Lory sacudió su cabeza como queriéndola limpiar de aquella absurda discusión que se producía en su cerebro. Miró a Claude pero este seguía inconsciente. Rasgó a tirones el dobladillo de su vestido acortándolo, con ese pedazo de tela negra limpió la frente de Claude y lo dobló en varias veces, presionándole el corte por el que seguía emanando sangre. Aguzó el oído pero seguía sin oír nada. Lo que sí empezó a llegar a sus fosas nasales era un intenso olor a quemado. El fuego debía de haber devorado la sala y se estaría extendiendo por la zona alta del castillo. Pensó que la deteriorada estructura del palacio no aguantaría demasiado, así que quizás lo mejor era salir cuanto antes de allí por la posibilidad más que real de derrumbe. De pronto, al recordar la sala, visualizó la cabeza de su malogrado amigo Philippe. La garganta se le anudó y la tristeza le compungió el rostro sollozando amargamente. Tras unos dolorosos instantes, se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y trató de controlar su llanto al recordar una cosa. 
- ¿Qué habrá en el compartimento que vimos instalado bajo la mesa de la Ouija antes de lanzarla por la ventana?... puede que la solución a todo esto se encuentre ahí. - 
Era una posibilidad remota, pero tampoco tenía muchas más opciones. Lory dejó de presionar con el trozo de tela la frente de Claude para ver mejor la herida, y comprobó que ya no sangraba, pero aun así se lo volvió a colocar. Ella sabía que dejarle solo en aquel estado era un riesgo, pero no tenía otra opción porque no podía cargar con él. Así que se armó de valor, respiró hondo y comenzó a asomarse con sigilo.


* * * * * *


- ¡Philippe! - gritó Thyra al ver cómo aquel ser corría tras él, haciendo ella ademán de imitarle, pero Adele la agarró del brazo. 
- ¡Vamos! - 
- ¡No puedo dejarle solo! - 
- ¡Él lo ha hecho para que escapemos!, ¿quieres que su plan no sirva para nada? - 
- Pero, ¿y sí le sale mal?, ¿y si me mata a mi Philippe? - decía Thyra, mientras la otra chica la sacaba del brazo hacia la abertura de la pared derruida del establo. 
Salieron al exterior, donde hacía frío y lloviznaba, aunque con menor intensidad. En la incipiente oscuridad, Adele, que era la que iba más adelantada, vislumbró dos masas oscuras en el césped. Forzó la vista y vio que se trataba de la mesa de la Ouija estrellada contra el suelo. Tardo unos segundos en entender que era ese el estruendo que habían oído antes, pero al virar la vista hacia el otro bulto, cerró los ojos. El cuerpo de Malek, contorsionado antinaturalmente, yacía en el suelo. Thyra, que aún miraba hacia atrás con la esperanza de ver aparecer a Philippe, se giró y al ver a Adele parada con los ojos cerrados, miró en dirección hacia donde su amiga se dirigía antes de pararse. Ella no hubo de forzar la vista porque un relámpago se lo mostró. Se abrazó de inmediato a su amiga tratando de calmar los nervios. No se podían creer que todo aquello estuviese ocurriendo. Adele se rehizo y con un gesto le indicó a Thyra que la siguiese. Rodearon tanto el cuerpo de Malek como la mesa estrellada, apartándose cuanto pudieron, y enfilaron el camino hacia unos arbustos que lindaban entre el césped que cercaba el castillo y la arboleda que precedía el inicio del bosque. 

De repente, cuando iban atravesando el lugar, un haz de luz las sorprendió. El mismo venía de la torre. Las chicas se colocaron las manos a modo de visera, y vieron que la luz partía de la redonda ventana rota. La intensidad de la luz en sí no les llegaba demasiado fuerte debido a la altura desde la que se proyectaba, pero al mirar hacia arriba sí les deslumbraba lo suficiente para observar bien quién la emitía. En un momento en que la luz osciló colocándose un poco más baja, Adele dijo: 
- ¡Es Claude!... ¡¡¡y está con Lory!!!... ¿cómo puede ser? - 
- Mi hermano dijo que tenía un plan para sacar a esa cosa de dentro de Lory. No sé cómo lo habrá hecho, pero el caso es que lo ha conseguido. Pero, ¡por Dios, hazles gestos de que apaguen la luz! - Ambas chicas trataban de avisarles con gestos de que se marcharan, pero Claude parecía no entenderles y empezó a gritar para comunicarse con ellas. 
- ¡Dios, ellos no saben en lo que se ha convertido esa cosa! - dijo Thyra, al tiempo que hacía el gesto de ponerse el dedo en mitad de los labios para que se callaran, mientras Adele avisaba con aspavientos en horizontal de los brazos, para que cortaran la luz de la linterna con la que intentaban enfocarlas. 
- ¡Mira! - exclamó Thyra - parece que nos han entendido, porque se han dado la vuelta. - 
- Vamos - contestó Adele - ya saben que estamos aquí, vayamos a escondernos en los arbustos y esperemos a que bajen o a que llegue Philippe. -
Llegando a los arbustos, un nuevo relámpago iluminó brevemente el lugar, lo que les hizo ver mejor el camino por el que pisaban. Miraron hacia atrás y observaron que de la ventana en forma de ojo de buey, salía un resplandor anaranjado. 
- ¿Qué estará ocurriendo? - preguntó Thyra. 
- Yo creo que deben estar quemando la sala… ¡Sí, mira cómo sale el humo! - 
- ¡Dios!, espero que Philippe esté bien - dijo con tono preocupado Thyra. 
- Seguro que sí - contestó la chica pelirroja mientras la abrazaba. El resplandor de las llamas ya se veía a través de la esfera del reloj de la torre, lo que indicaba que la deflagración ya había llegado a esa estancia. Por la ventana redonda, aparecían ya las lenguas de fuego del incendio y trozos de papel quemados que el viento barría hacia afuera. 



De repente, una silueta asomó a la ventana y, segundos después, saltó al exterior cayendo semi agachado junto al cuerpo de Malek. La visión era mala debido a la oscuridad, pero el resplandor de las llamas dejaba ver lo suficiente aunque fuese en sombras. 
- ¡Agáchate!, es esa cosa - susurró Adele. 
- ¿Estás segura? - 
- ¡Thyra!, ¿tú has visto a mucha gente que salte al vacío desde cincuenta metros de altura y que no se mate al caer? - 
- No, claro…- contestó la chica entendiendo la estupidez de su comentario. 
Zabulón se irguió y miró hacia la zona arbolada. Tras unos segundos en que las chicas permanecían agachadas observándole, el demonio comenzó a avanzar en su dirección. Adele hizo gestos a Thyra para que se tumbara en el arbusto mientras ella reptaba hacia otro que había más a la derecha, pues ambas no cabían tumbadas en el mismo lugar. Empapadas y llenas de barro, las chicas se quedaron recostadas observando entre las ramas cómo el ser avanzaba decidido hacia ellas. La silueta parecía llevar algo agarrado en su mano derecha, pero aunque la llovizna se había detenido, la poca luz impedía ver si realmente era así, y de serlo, qué era aquello. Lo que sí era cierto es que cada vez estaba más cerca y los corazones de las chicas palpitaban tan acelerados que parecía que se les iba a salir literalmente del pecho. Thyra miró hacia Adele con los ojos muy abiertos, asustada. Su amiga no estaba mucho mejor. El demonio estaba a solo unos cinco metros ya. Un profundo olor a carne quemada profanó las fosas nasales de las muchachas. Ambas utilizaron los dedos a modo de pinzas sobre su nariz por el intenso hedor. Las pisadas, que ya eran audibles, se detuvieron a un par de metros. Las chicas no movían un músculo y aguantaban la respiración. Adele, de reojo, miró entre las ramas y pudo ver los enormes pies y las musculosas piernas de la criatura, pero se quedó petrificada al observar lo que su mano agarraba. Era una cabeza medio chamuscada. La llevaba agarrada por el poco pelo que le quedaba sin quemar y una ligera oscilación dejó ver su perfil…era el de Philippe. Se tapó la boca para no gritar y automáticamente giró la vista en dirección a su amiga. Cuando Thyra la miró, Adele con un gesto se señaló los ojos y le dio a entender a la chica que no mirara hacia donde estaba la criatura. Thyra asintió. Las pisadas comenzaban a alejarse de nuevo hacia el castillo. Las lágrimas se escapaban de los ojos de Adele, que estaba haciendo el mayor de los esfuerzos para retener su congoja en silencio. Thyra, que la estaba observando, no lograba adivinar por qué Adele le dijo que no mirase ni por qué lloraba, así que miró entre las ramas de nuevo. El grito de esta al ver la chamuscada cabeza de su novio colgando de la mano de aquel demonio, retumbó en el silencio del bosque. Adele observó horrorizada cómo el ser en tres zancadas se colocaba ante Thyra, que gritaba de rodillas, y con su cola le rodeaba el cuello y la sacaba en volandas de detrás del seto. Adele reptó hacia atrás con su mochila y se colocó tras un árbol justo a tiempo para evitar ser vista, pues Zabulón, que aún mantenía a su amiga pataleando suspendida en el aire, oteaba tras los setos buscándola a ella. Tenía que pensar algo rápido para liberarla. Metió la mano en la mochila buscando algún objeto y encontró la linterna. El terrorífico demonio, con Thyra forcejeando cada vez menos pues la presión del rabo alrededor de su cuello la estaba asfixiando, alzó la mano dispuesto a dar con sus garras el golpe de gracia a la chica, cuando un destello le deslumbró el rostro desde los arbustos. Inmediatamente lanzó con virulencia a su presa a un lado, y corrió hacia los setos desde dónde provenía ese destello. Al llegar, se asomó tras las ramas para encontrar a quien portaba la linterna, pero esta estaba encajada en el arbusto sin que nadie la sostuviese. Sin tiempo a reaccionar, un trozo de rama astillada apareció desde detrás del árbol contiguo y se clavó con fuerza en su ojo derecho. Zabulón rugió de dolor y Adele corrió en dirección a Thyra, que yacía en el césped de la explanada tosiendo y frotándose el cuello. Agarrándola del brazo la obligó a correr hacia el castillo, pero el ser, aún con la rama alojada en el ojo, las alcanzó sin dificultad. Al ver que solo estaba a un par de metros de Thyra, Adele se dio la vuelta y la empujó hacia un lado. La criatura, con una potencia desmesurada, lanzó su garra enfurecido hacia el abdomen de la pelirroja, y la atravesó completamente. Un violento vómito sanguinolento salió despedido de la boca de la muchacha, ante el grito desesperado de Thyra. Empalada por su brazo, el ser levantó a Adele hasta poner la cara de ella a su altura, que aún estaba consciente a pesar de estar ya moribunda, agarró lentamente la rama que tenía hincada en el ojo, y comenzó a extraerla poco a poco sonriendo. Cuando la hubo sacado, la herida del negro ojo comenzó a cerrarse como si de magia se tratara, para posteriormente alzar la rama y, con una brutalidad sanguinaria, clavársela en la cabeza a la infortunada muchacha, provocando en ella incontrolados espasmos nerviosos. Tras unos segundos, lanzó su cuerpo hacia un lado como si fuese un guiñapo. Thyra, derribada en el suelo por el empujón de Adele, lloraba desconsoladamente porque no podía creer lo que estaba viendo. Zabulón la miró de reojo, se giró hacia ella, y comenzó a avanzar en su dirección mientras ella reculaba llorosa por el embarrado césped. Llegó hasta ella, la agarró del pelo y la puso en pie como quien levanta a una marioneta rota. Thyra trataba de zafarse llorando y arañando la mano y el brazo de la bestia, pero era inútil. El ser levantó su mano derecha con aquellas afiladas uñas, que le daban un aspecto de garra más que de mano, y se dispuso a arrebatarle la vida.


* * * * * *


Claude abrió los ojos lentamente. Todo le era borroso, en parte por la oscuridad reinante pero sobre todo por el aturdimiento. Algo blanco se movía al fondo, pero forzar la vista le produjo náuseas y los volvió a cerrar por un momento. Al abrirlos de nuevo, vislumbró que aquello blanco que se movía era la tez pálida de Lory, que avanzaba en su dirección a hurtadillas desde la habitación que conducía a los sótanos. 
- ¿Estás mejor? - 
- ¿Qué ha pasado? - 
- Tropezaste al bajar la escalera y te golpeaste la cabeza al caer. A ver, déjame ver la herida. - 
Lory, omitiendo decirle a su amigo que había tropezado con el cuerpo decapitado de Philippe, apartó el trozo de tela empapada de sangre de su frente y vio que la brecha no había vuelto a sangrar. Se rasgó otro trozo de vestido, que antes llegaba hasta sus tobillos y que ahora apenas le cubría poco más que la rodilla, y doblándolo en varias veces se lo colocó a Claude a modo de cinta alrededor de su cabeza. Lory lo miró sonriendo y dijo:
- Te pareces a Rambo. - 
- ¡Qué graciosa! - contestó con desgana el muchacho. 
- Vamos, el fuego comienza a verse por el pasillo de arriba, es peligroso permanecer aquí. Debemos llegar a los árboles y encontrar a las chicas. - 

Claude se levantó ayudado por ella, y tras quedarse unos segundos en pie recobrando el equilibrio, asintió con la cabeza y comenzaron a andar lentamente en dirección al ala donde estaba el establo, con la intención de salir por su abertura en la pared. Lory miraba desconfiada a todas partes, pero sobre todo hacia arriba de la escalera. De repente un tablón ardiendo cayó sobre la escalera haciendo un ruido ensordecedor. Claude no pudo evitar girar la cabeza y observó al instante el malogrado cuerpo de Philippe. El chico se paró, cerró los ojos y su barbilla comenzó a temblar significativamente. La chica lo abrazó de inmediato entendiendo que el llanto de su amigo era inminente. Pero él tragó saliva, respiró hondo y las lágrimas se quedaron frenadas en sus brillantes ojos. Encajó las mandíbulas y marchó con paso decidido hacia delante. 
- ¿Crees que le matamos ahí arriba? - preguntó Claude. 
- No lo creo. Por eso mi intención es quemar la Ouija - aseveró Lory. 
- Y, ¿cómo lo vamos a hacer?, con la lluvia la mesa debe estar mojada, no podremos prenderla solo con un mechero. Necesitamos gasolina o algún inflamable para ello. - 
- Ya he pensado en eso - contestó Lory, sacando del bolsillo lateral del vestido, la tableta de pastillas incendiarias que Claude usó para encender la chimenea. 
- Pero, ¿cómo…? - 
- Mientras estabas inconsciente recordé que me dijiste que se te cayó el contenido de la mochila en la capilla, así que fui hacia allí y efectivamente, estaba bajo un banco. Además, si estoy en lo cierto, también creo saber otra cosa más. - 
Claude, todavía asombrado por la rapidez mental demostrada por su amiga, arqueó las cejas esperando la respuesta. 
- ¿Recuerdas el compartimento cerrado que había bajo la mesa? - Claude asintió y Lory le preguntó - ¿qué piensas que hay dentro y que nadie ha encontrado nunca? - 
El muchacho empezó a hacer el gesto de negación, pero se detuvo y su expresión denotó como si una revelación hubiese llegado a su cerebro. 
- ¡El diario!... ¡claro, el diario de Schlaudraff! - 
- Eso mismo pienso yo - ratificó Lory - espero que la caída haya roto la cerradura. - 
- Y si no, la reventaré con una piedra - aseguró Claude entrando al establo. 
- Puede que ese diario nos sirva para explicar a la policía lo sucedido y… - Lory no pudo acabar, porque un grito desgarrador se escuchó desde el exterior. 
- ¡Es mi hermana! - dijo Claude corriendo hacia la derruida pared. 



Al asomarse, vio la silueta de aquel demonio alzando a Thyra del suelo. El chico se giró hacia Lory entregándole el mechero y diciéndole: 
- ¡Ve hacia la mesa y quémala!, yo intentaré salvar a Thyra y de camino distraer su atención, ¡corre! - 
La chica inició la carrera agachada hacia los árboles y Claude en dirección a Thyra gritando: 
- ¡Eh, hijo de puta, atácame a mí si te atreves! - Zabulón, que ya tenía la garra alzada para golpear a Thyra, se giró para ver de dónde provenía la voz. Claude llegó a unos siete u ocho metros de él, y se detuvo mirándolo desafiante. La lluvia se había detenido hacía rato, pero no así el viento, aparte de que la temperatura había vuelto a bajar unos grados, provocando vaho en el agitado aliento de los presentes. El demonio, con aquella fría y negra mirada, lo observaba impasible. Claude seguía tratando de provocarle para que soltara a Thyra y se centrara en él. 
- ¿Qué pasa?... ¿te doy miedo?... ¿no estarás cabreado por haberte intentado quemar, no? - 
Entre tanto, Lory, que había dado un rodeo por los árboles para no ser vista acercándose a la mesa, reptaba por el césped con sigilo y ya se encontraba a solo unos metros de ella. 
Thyra, ya no peleaba para soltarse y hacía gestos a su hermano para que se marchase. 
Finalmente, Zabulón abrió su mano lentamente soltando a Thyra, que corrió de inmediato hacia la pared del castillo alejándose unos metros. 
- ¿Miedo de ti?... pregúntale a tu amiguita - dijo el engendro señalando con la cabeza hacia una zona de la hierba en la que Claude aún no había reparado. Cuando los ojos del chico se posaron en ese punto, sintió que el corazón se le escapaba por la garganta. 
- Adele… - balbuceó al ver el cuerpo sin vida de la chica. 
- Sí, tuvo agallas - continuó Zabulón, y mirando sonriente a Claude, añadió - me divertí mucho con ella. -
Una ira indescriptible inundó a Claude, sacó de la mochila su pequeña navaja multiusos y corrió enloquecido hacia el monstruo. Este hacía oscilar su cola preparándose para contraatacar. Cuando el muchacho recorrió la distancia que había entre ambos, el ser se dispuso a golpearle, pero Claude rodó por el suelo y al erguirse lanzó la mano tratando de clavar la navaja en su oponente. Sin embargo, el astuto demonio intuyó la maniobra y le agarró por la muñeca retorciéndole el brazo bruscamente. La navaja cayó de la mano del chico al oírse el chasquido del húmero al romperse. Un grito de dolor recorrió la garganta de Claude hasta salir expulsado por su boca. Con el rabo, la criatura le rodeó el cuello y lo proyectó varios metros estampándolo contra la pared. 
- ¡Claude! - chilló Thyra. 
- ¡No te acerques! - le respondió Claude de inmediato. 
Al mismo tiempo, Lory ya había llegado hasta la mesa y el compartimento estaba desencajado, pero aún no se podía abrir. Tratando de no hacer ruido, metió sus dedos por la pequeña abertura que se había quedado al descubierto, y tiró con toda la energía que pudo. Parecía que la puertecita cedería, pero iba a tener que hacer un sobreesfuerzo con ello. Lory lanzaba miradas furtivas hacia Claude, y observó que aquel ser le había agarrado de nuevo y no tardaría en darle muerte. Donde ellos estaban, se veía mejor por la iluminación natural que proyectaban las llamas, que ya estaban extendidas por toda la parte superior del castillo, pero ella estaba un poco más lejos y seguía mimetizada con la oscuridad, y sus ropajes negros ayudaban en ello. Lory sabía que sus amigos y ella misma dependían de que actuara velozmente. Con los dedos amoratados de volcar toda su fuerza, logró al fin romper la cerradura y abrir el compartimento, pero el crack sonó demasiado fuerte y Zabulón lo oyó girándose hacia la oscuridad. Lory permaneció agachada sobre la mesa, sin inmutarse, pero ya había visto el interior del compartimento y observó lo que ya esperaba, un libro, casi con toda seguridad el diario de Schlaudraff. Podría servirles si salían de esta con vida para explicar a la policía lo ocurrido, pero al encontrarse el libro seco, pensó que le sería más útil para que las pastillas prendieran en él más rápidamente. El demonio seguía oteando la oscuridad tratando de ver el más mínimo movimiento. Claude, que tenía la zarpa del engendro sujetándole por el pecho, sabía que si descubría a Lory antes de que pudiera cumplir su cometido, sus pocas opciones se irían al traste. Así que sacando fuerzas de flaqueza, pues la vista se le nublaba por momentos a consecuencia del dolor de su brazo grotescamente roto, aprovechó la distracción y le lanzó una patada a la barbilla. El ser, enfurecido por el golpe, le agarró la pierna dispuesto a hacerle lo mismo que en el brazo.



- ¡Eh! - 
Zabulón se giró sorprendido hacia el lugar del que llegaba la voz, viendo a Lory agachada con la tableta de pastillas incendiarias en una mano y el mechero en la otra. 
- ¡Tú! - dijo la gutural voz del demonio. 
Lory volcó el contenido de las pastillas en el interior del compartimento donde se encontraba el diario. 
- ¡No lo hagas! - chilló el ser. 
- ¡Adiós, hijo de puta! - le contestó con rabia Lory rasgando la piedra del mechero, pero para su sorpresa, el viento no permitía que la llama prendiera más que unas décimas de segundo. La chica comenzó a rasgar convulsamente la piedra tapándola con la mano para desactivar el aire, pero del mechero solo salían chispas. Zabulón sonrió y comenzó a correr hacia ella. 
- ¡Corre Loryyyyy! - gritó Thyra uniéndose a su hermano para ayudarlo, pero Lory al ver el prodigioso salto con el que aquella bestia se plantó ante ella, se quedó bloqueada. Temblaba de pies a cabeza. Con la pierna izquierda, la criatura golpeó violentamente a la chica en el estómago enviándola a unos tres metros de distancia y cayendo sobre el cuerpo del desdichado Malek. 
Tras recoger el mechero del suelo y pulverizarlo en su mano, Zabulón encaminó sus pasos hacia Claude mientras le decía burlonamente a Lory: 
- Ahora vendré a por ti. De mientras quédate ahí, junto a tu amorcito - estallando en una risa demoníaca que heló la sangre de los chicos. Cuando ya se encontraba a mitad de camino entre Claude y Lory, oyó contestar a la muchacha. 
- Gracias. - 
Zabulón, desconcertado, se giró para mirar a la chica sin entender por qué le dijo eso. Entonces, desde debajo del cuerpo de Lory, surgió un chasquido metálico acompañado de un pequeño resplandor. Esta se giró rápidamente y lanzó el zippo con el que Malek había encendido previamente las velas del candelabro, y que Lory había extraído del bolsillo de su pantalón. El objeto encendido golpeó en el filo del cubículo y cayó dentro. La criatura hizo ademán de correr hacia la mesa, pero ya era tarde. El compartimento con el diario, las pastillas y el zippo, prendió rápidamente con una fuerza inusitada, alcanzando la madera de la propia mesa, con cuya humedad, las llamas se hacían más azules, provocando bastante humo. Un ruido acelerado y mecánico se oyó en lo alto de la torre y las manecillas del reloj comenzaron a girar a toda velocidad. Tras varias vueltas, la esfera del reloj estalló haciéndose añicos, cayendo sus trozos junto a Claude y Thyra, que intentaban resguardarse contra la propia pared, y quedándose la aguja del minutero hincada en el césped. Zabulón se agarró con ambas garras la cabeza. Sus globos oculares negros se desorbitaron y de ellos emanó unos haces resplandecientes y amarillos, acompañados de un intenso olor a azufre que comenzó a salir también de su desencajada boca, abriéndose de una manera antinatural. Poco a poco, se elevó y se abrieron agujeros en su cuerpo por donde escapaba esa especie de luz amarillenta, hasta que hubo un momento en que todo su cuerpo estaba iluminado. Tras levitar unos segundos en ese estado, el fulgor bajó su intensidad y, como si de una supernova se tratara, estalló con una bola de luz cuya onda expansiva, al unísono con un rugido espeluznante, se extendió varios metros a su alrededor haciendo a los chicos cerrar los ojos y taparse los oídos con las manos. Tras unos instantes, todo parecía en calma excepto el sonido del crepitar de las llamas sobre el castillo, y el crujir de maderas desplomándose en su interior. Lory, con los brazos cruzados sobre su estómago, comenzó a andar tambaleándose en dirección a sus amigos, que se apartaban de la pared del palacio hacia un claro, con menos riesgo de ser alcanzados por el desplome de elementos que estaba provocando el incendio. 
- ¡Déjame! - decía Claude a su hermana que trataba de retenerle.
- ¡No vayas, no la veas así! - decía Thyra. 
- ¡Tengo que verla! - 
- ¡Ella ya no está cariño, se ha ido! - le contestaba la chica acariciando con ternura la cara de su hermano, momento en que este, con su brazo sano, la abrazaba desecho en llanto mientras decía: 
- ¡Dios mío, todo es culpa mía… yo he matado a Adele y Philippe! - Su hermana, abrazada a él, lloraba desconsoladamente. Lory se arrodilló al llegar y se abrazó a ambos haciendo una piña, mientras la parte de arriba del castillo se desplomaba pasto de las llamas.


Seis meses después…


- Y aquí les presento el castillo de Noisy, el cual hace unos meses fue casi devorado en su totalidad por un incendio - decía el guía a los excursionistas. 
- ¿Podemos sacar fotos? - 
- Claro señora, pueden acercarse y observar cuanto quieran, pero por favor, no toquen nada. Como verán por las cintas restrictivas, el caso está aún bajo investigación policial, así que por favor, respeten las señales y como les he dicho, no toquen nada. - 
La gente comenzó a hacer fotos y a dispersarse por los alrededores del otrora majestuoso castillo, que ahora yacía calcinado. Un par de chicos se colocaban ante la entrada señalando sonrientes hacia la misma. Una rubia chica, agarrada del hombro de su novio, de auto fotografiaban frente a la pared de la capilla con un crucifijo de hierro, que aún estaba en pie. Un jubilado intentaba encuadrar a su mujer en la foto, ante una de las zonas laterales del castillo, bajó la cámara y se quedó observando algo. 
- ¿Qué ocurre? - 
- No sé, hay algo que brilla ahí detrás - dijo el hombre acercándose al lugar. El sol devolvía un reflejo entre los escombros. El hombre alargó la mano para apartar un tablón que casi lo ocultaba. 
- ¡No toques!, el guía nos lo ha dicho bien claro. - 
- ¡Calla mujer!, solo voy a ver de qué se trata. - 
Al apartar el tablón, pudo ver lo que era. 
- Mira, es una copa… ¿nos la llevamos de recuerdo? -


FIN

Pepe Gallego

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