miércoles, 21 de agosto de 2013

"Sin aliento" (Capítulo II)

Capítulo.2 - “El abismo aguarda”


El ruido motorizado sorprendió a los presentes. Aunque algo lejano, se percibía perfectamente su llegada desde el camino por el que previamente había circulado la camioneta hasta aquella explanada de hierba. Todos miraban a Chazz con expresión tensa. El que daba síntomas de ser el líder de grupo, como calculando la situación, indicó con la mirada al indio en dirección a un promontorio cercano cubierto de vegetación, y este asintió con la cabeza, agarrando su arco y corriendo hasta perderse de vista entre los arbustos. Con otro gesto, Chazz señaló a los demás que bajaran las armas mientras él se colocaba junto a Eddie y pegaba a su espalda el revólver diciéndole:
- Si haces el menor movimiento o señal que delate la situación, te dejo seco. -
El muchacho miró brevemente de reojo y afirmó tragando saliva, mientras el sudor abrillantaba su frente. El sonido del motor cada vez era más cercano y pocos segundos después, por la última curva del camino, aparecía un quad conducido por un hombre de figura oronda. Se detuvo ya bien entrada la zona de hierba, paró el vehículo y descendió del mismo. Era un tipo blanco con perilla que portaba gafas de sol modelo aviador. Vestía cazadora color verde kaki, pantalones beige con bolsillos laterales y botas de cuero claramente preparadas para andar por aquellos parajes. Pero lo que más destacaba en él era su tamaño. Debía andar cerca de los dos metros, y aunque su prominente barriga le precedía, no era menos cierto que parecía ágil.
- Vaya, vaya, vaya, ¡qué sorpresa Bubba!, es el guardabosques más veterano, el que mejor conoce esta zona - le indicó sonriendo Chazz a Eddie, exhibiendo una facilidad teatral para cambiar de registro emocional realmente abrumadora. Volvió a girar el rostro hacia el guardabosques y preguntó:
- ¿Qué te trae por aquí, Bubba? -
- Eso mismo os iba a preguntar yo - contestó el gigantón.
- Lo de todos los años, ya sabes. Nuestra barbacoa de despedida del buen tiempo antes de que arrecie la primera nevada, que si no creo mal, debería caer mañana, ¿no es así? -
- Exacto, por eso estoy haciendo la ronda, para prevenir a la gente, especialmente a turistas con ganas de aventura, de que por favor salgan del parque lo antes posible, pues acabo de hablar con el servicio estatal de meteorología y me han comunicado que las precipitaciones se podrían adelantar a esta misma noche con un descenso de temperatura significativo. O lo que es lo mismo, que la nevada puede ser intensa e incluso mayor de lo que suele ser habitual en la primera de cada año. -
- Tranquilo, Bubba, nos marcharemos al anochecer. -
- ¿Quién es el nuevo? - preguntó el guarda forestal señalando al muchacho negro y añadiendo - no tiene pinta de ser de por aquí. -
- Soy Eddie, de Detroit. -
- Maldita sea, eres una mole chaval - comentó Bubba haciendo referencia a la complexión de este, y continuó preguntando - ¿cuánto mides? -
- No tanto como usted, solo 1,93 m. -
- ¡Joooder!, solo 1,93 dice - saltó Marvin con su voz rasgada - yo con mi 1,66 m. tengo que subirme al último peldaño de una escalera para cambiar una bombilla. Seguro que tú no sabes lo que es eso. -
Tras las risas de los presentes, Bubba continuó indagando:
- ¿Y qué haces tan lejos de casa, chico? -
- Eddie venía hacia Anchorage a buscar trabajo, - intervino TJ - lo recogimos en la carretera y lo dejaremos allí antes de que comience a oscurecer. Pero mientras tanto, va a disfrutar de nuestra barbacoa, ¿verdad? -
- No - empezó a decir el muchacho negro, que a esas alturas sudaba profusamente, pero antes de hablar vio cómo a su izquierda, en el promontorio, los arbustos se abrían lentamente y aparecía Dyami con expresión amenazadora en sus ojos, colocando el dedo índice en vertical sobre los labios insinuándole que se callara, para posteriormente señalar al guardabosques y pasarse el pulgar de un lado a otro del cuello. Eddie lo acabó de comprender al ver asomar el arco compuesto tensado de Dyami con una flecha apuntando al objetivo, así que prosiguió cambiando la contestación para salir del paso:
- No… pienso perdérmela por nada del mundo. -
Bubba le miró extrañado, como si no le hubiese convencido la explicación del muchacho, pero tras un par de segundos, sonrió y preguntó directamente:
- ¡Eh!, ¿dónde está el indio?, ¿hoy no os acompaña? -
- Claro que sí - contestó de inmediato Chazz - ha ido a cazar a la que debe ser la estrella de esta barbacoa, la pieza de carne. -
- Sí - añadió TJ - ya sabes cómo es, le encanta sacar a pasear su juguetito. Una flecha por aquí, otra por allá… es como un niño. -
- Un niño letal, diría yo - le cortó Bubba.
- ¿Por qué no se queda usted con nosotros a degustar la barbacoa? - dijo de repente Eddie, notando al instante el frío cañón de la Magnum apretarse contra sus riñones, mientras Chazz le miraba de reojo. Bubba dudó durante un instante, pero al final renunció a la invitación mediante un gesto con la mano aduciendo:
- ¡Naahh!, me encantaría, pero tengo aún mucho terreno que revisar y no quiero sobresaltos hoy, así que ya sabéis chicos, antes de que la noche extienda su oscuro manto, por favor, salid de aquí. Además, ya me la juego bastante permitiéndoos hacer una barbacoa en este lugar, ya sabéis que está prohibido más allá de la zona turística. -
- Tranquilo amigo - comentó Chazz - ya sabes que somos de fiar. -
Bubba elevó la pierna para sortear el asiento del quad y montarse en él, y al hacerlo miró a Brandi e inquirió:
- ¿Se te ha comido la lengua el gato, Bran? -
Esta escupió el tabaco a un lado y manifestó con aspereza:
- No tenía nada que decir. -
- Joder - contestó el guardabosques con una mueca de asco - deberías pasar menos tiempo con estos.
- Opino lo mismo - corroboró Marvin.
- ¡Cállate viejo! - le espetó Brandi - si no quieres que patee tu arrugado culo. -
Este abrió la boca para responder, pero declinó hacerlo negando con la cabeza, como dándola por un caso perdido. Acto seguido, Bubba arrancó su quad y dirigiéndose a Chazz dijo:
- Que paséis un buen día y saluda al indio de mi parte. -
El vehículo giró sobre sí mismo ciento ochenta grados, derrapando sobre la hierba, y el corpulento guardabosques vestido de kaki, junto al potente ruido del motor de aquella especie de moto todoterreno de cuatro ruedas, se perdieron por el serpenteante sendero.

Cuando se hubo marchado, Dyami salió de entre los arbustos destensando su arco. Entonces, Chazz miró con aquellos fríos ojos celestes a Eddie y le reprochó:
- ¿Quédese con nosotros? Tú te crees muy listo, ¿verdad, chaval? - y rechinando los dientes con rabia, golpeó con el lateral del revólver la cabeza del chico negro, que se tambaleó y cayó al suelo de rodillas. La gorra rodó a un lado y del oscuro cuero cabelludo comenzó a brotar sangre.
- ¡Eh, eh! - se interpuso TJ entre los dos - tranquilo Chazz, recuerda que nos debe durar un buen rato. -
- ¡Aparta! - dijo este empujando al del gorro de cowboy, y dirigiéndose al muchacho derribado en el suelo, exclamó:
- ¡Levántate del suelo! -
Eddie lo miró aún con la mano colocada en la herida y preguntó:
- ¿Por qué haces esto?, ¡yo no te he hecho nada! -
- ¡Que te levantes! - gritó de nuevo Chazz, propinándole una patada en los riñones al chico, que se dobló sobre sí mismo. Al instante, el agresor lo agarró por detrás del cuello de la chaqueta, y lo obligó a levantarse de un tirón.
- ¿Sabes por qué hago esto?, porque estoy harto de que mi ciudad se infecte de miserables indigentes, sucios y malolientes como tú. -
- Yo no soy un indigente, vengo a buscar trabajo. -
- Ya, claro, eso decís todos, y luego no hacéis más que acaparar ayudas y presupuesto estatal, mientras a los que verdaderamente somos de aquí se nos ponen todo tipo de trabas e impuestos. - Chazz apoyaba sus palabras en el asentimiento de los demás y, tras hacer una pausa, prosiguió con su improvisado discurso - Seguramente tú pensarás que esto es una salvajada, pero yo no lo veo así. Es más, creo que hacemos un servicio a la comunidad, ¿verdad, chicos? - y los otros cuatro refrendaron su teoría sin dudarlo.
Eddie, bajó la cabeza y tras unos segundos en que todos quedaron expectantes, alzó la mirada hacia ellos y contestó:
- Podéis disfrazarlo con el argumento que queráis. Incluso es muy probable que estéis satisfechos de vuestra supuesta labor, - dijo esto último haciendo el típico gesto de colocar unas comillas con los dedos - pero interiormente sabéis que es un acto de crueldad. Solo sois una panda de paletos asesinos, a los que seguramente vuestra propia gente y vecinos repudiaría en cuanto supiesen de vuestras actividades - Eddie se detuvo para mirar a la cara de cada uno, acabando en Chazz y diciendo - puede que hoy muera aquí, pero igualmente me dais pena. -
- ¡Qué sorpresa!, ja, ja, ja, - sonrió irónicamente el rubio de bigote de herradura abriendo los brazos - ¡pero si el indigente tiene don de palabra! - y los demás le secundaron riéndose.
- ¡Cortémosle la lengua, Chazz! - planteó con sorna el indio.
- Mejor, castrémosle sus partes para que no sea tan bragado - propuso con media sonrisa Brandi.
Eddie la miro de arriba a abajo, sonrió con sarcasmo y contestó:
- Te puedo asegurar que contigo jamás utilizaría esas partes. -
La cólera se adueñó de Brandi, que sacó del bolsillo lateral del pantalón un cuchillo de grandes dimensiones gritando:
- ¡Hijo de puta!, ¡te voy a matar! - lanzándose en post del muchacho, aunque apenas le dio tiempo a avanzar dos pasos cuando Dyami ya la había agarrado del brazo reduciéndola.
- Tranquila Bran, tendrás tu momento de hacerlo cuando nos divirtamos con él cazándole. -
- ¿Cazándome? - preguntó extrañado.
- Claro, ¿acaso pensabas que te mataríamos ahora y perderíamos nuestra diversión? -
- Cuando te elegí al verte en el bar de carretera, tan grande y fuerte como un oso - comenzó a hablar Marvin - ¿creías que lo hacía para ahora matarte sin más?, ¡eso pude haberlo hecho en la misma carretera! -
- Puto viejo asqueroso - dijo con desprecio Eddie.
- Nooo, muchacho, no - prosiguió Marvin haciendo oídos sordos a los insultos del chico - te escogí porque podías dar juego en la cacería. Otros autoestopistas como tú pasaron antes por el bar, pero ninguno con esa complexión atlética y, viendo lo poco que nos duró el anterior, decidimos que el próximo sería una presa que representara, al menos, un reto más dificultoso de cazar. -
- Estáis locos - expresó Eddie, con tono calmado pero reflejando en su cara incredulidad.
- ¿Locos? - intervino Chazz - estamos armados hasta los dientes y decididos a matarte, y tú estás desarmado e insultándonos. Dime, ¿quién es el loco aquí? - y tras unos segundos mirándolo a los ojos, se giró hacia TJ y le ordenó - Revisa su mochila. -
Este comenzó a vaciar el contenido de la misma en la hierba y
enumeró:
- Aparte del saco de dormir y sus complementos que van agarrados aquí fuera de la mochila, dentro tiene ropa, un neceser, una navaja multiusos, una cartera con documentación, un mp3, cargadores de red, un par de latas de conservas, un pedernal, maquinillas de afeitar, una bolsa botiquín con yodo, vendas, etc…y poco más. -
- Quita el saco de dormir, la navaja multiusos, las maquinillas de afeitar y la cartera. -
- ¿Ahora también eres ladrón? - inquirió Eddie.
- No, tan solo me aseguro de que no tengas recursos, papeles u objetos punzantes con los que intentar sobrevivir porque, ¿sabes qué? - y acercando su rostro al del fornido muchacho, Chazz concluyó - no vas a salir vivo de aquí - y al instante hizo un mueca con la barbilla a Dyami diciendo - ¡regístrale! - al tiempo que él empezaba a hacer lo propio con la cartera sustraída.
Mientras lo hacía, Eddie volvió a hablar:
- El guardabosques me ha visto, sabe que estoy con vosotros. ¿Qué creéis que pensará cuando sepa que he desaparecido?-
- ¿Y quién se lo dirá? - contestó Marvin - con contarle que te dejamos en Anchorage tras marcharnos de aquí, será suficiente. -
- Solo lleva un teléfono móvil, pero está apagado - dijo el indio enseñándoselo a Chazz, pero este miraba algo que había sacado de la cartera y decía sorprendido:
- ¡Eh, muchachos, escuchad esto!, ¡este tío jugaba de quarterback en la cantera de los Lions! - y mirando al joven, le convino a corroborar - ¿no es cierto? -
Eddie, al que el enfado hizo inflar las aletas de su nariz, asintió levemente.
- ¿Y cómo acabaste de indigente, Edward Pierce? - volvió a preguntar Chazz mientras ojeaba el carnet de jugador, añadiendo - ¿te echaron porque eras muy malo? -
- No es asunto tuyo - contestó cortante el chaval. -
- Sí, quizás no sea de mi incumbencia, pero supongo que estoy en lo cierto, eso fue lo que te ocurrió. En cualquier caso, aquí tus cualidades de jugador de fútbol americano no te servirán para nada - y mirando a Dyami le volvió a ordenar - trae el móvil - y girándose hacia TJ - dale la mochila sacando antes de su interior lo que te dije antes más los cargadores de red, por si acaso. -
- Os ordena todo lo que tenéis que hacer, ¿sois todos los perritos falderos de este tipo? - dijo Eddie intentando crear controversia entre sus captores.
- No, son mis amigos, ¿puedes tú presumir de tener amigos? -
- Si tienen que ser como estos - dijo mirando a su alrededor - prefiero no tenerlos.-
- Bueno, ya veremos si cuando estés ahí fuera, preferirías que ellos fuesen tus amigos o no. -
La mochila, lanzada por TJ, voló hasta el regazo de Eddie.
- Para que veas que jugamos todo lo limpio que podemos, te daremos una opción. Te vamos a conceder una ventaja de quince minutos. Después, iniciaremos la marcha tras de ti. Tienes un físico de deportista de élite, cosa que podría ser una buena baza si sabes aprovecharla, - Chazz acercó de nuevo su rostro amenazadoramente al muchacho y añadió - pero por mucho que corras, por más que intentes esconderte, te encontraré y te mataré. -
Eddie, sin desviarle la mirada, contestó: - Pero asegúrate de hacerlo bien, porque si fallas te aseguro que lo pagarás muy caro. -
- Tienes huevos y eso hará más interesante la caza. Anda, gírate y admira tu hábitat para las próximas horas. -
- Eso si es que dura horas - añadió Marvin, al que todos secundaron riendo a carcajadas. Eddie, hizo oídos sordos dándose la vuelta y observó la inmensidad a la que se iba a ver obligado a recorrer para escapar de aquella pandilla de indeseables. Apenas había oteado el horizonte, cuando el golpe seco de una bota en sus riñones, le empujó haciendo que cayera rodando ladera abajo.
- ¡Buen viaje, hijo de puta! - gritó Brandi.
- Eh, Chazz - intervino TJ - ¿por qué le has dejado dentro de la mochila el pedernal?, eso le facilitará las cosas cuando se eche la noche y empiece a arreciar el frío. Podrá encender un fuego y calentarse. -
- Muy sencillo, amigo mío - contestó el rubio de pelado militar rodeándole el hombro con su brazo - porque si llegada la noche aún siguiera vivo, a nosotros también nos facilitará las cosas localizar el humo y el resplandor de la lumbre para encontrarle. -
- ¡Ah! - exclamó TJ comprendiendo - muy astuto, tío. - 

Aquella conversación, sin embargo, ya no la pudo oír Eddie, que lo último que escuchó fueron las risas amortiguadas y cada vez más lejanas del comentario de Brandi, pues se precipitaba velozmente chocando contra arbustos, rodando sin parar cuesta abajo. Intentaba aferrarse a alguna rama baja e incluso trataba de frenar la caída con pies y manos, pero era incapaz de hacerlo, pues cuanto más giraba a más velocidad caía. Por su mente solo pasaba el miedo, ya que no sabía dónde terminaría; si un precipicio, si chocaría contra un árbol o roca… Fueron los segundos más largos de su vida. Debía llevar recorridos un par de centenares de metros como mínimo, y seguía sin detenerse. Al fin, la pendiente se suavizó y comenzó a ir más despacio, lo suficiente para no ver solo follaje a su alrededor y sí una especie de llanura más clareada. Como pudo, consiguió clavar los talones al blando terreno y fue aminorando la caída hasta detenerse completamente antes de llegar a una arboleda. Qué habría sido de él si no hubiera conseguido frenar a tiempo y empotrarse contra el duro tronco de un árbol.

(CONTINUARÁ...)

Pepe Gallego

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"Sin aliento" (Capítulo.2 - "El abismo aguarda" por Pepe Gallego se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

domingo, 11 de agosto de 2013

"Sin aliento" (Capítulo I)

Capítulo.1 - “Decisión crítica”



Por momentos, todo se nublaba a su alrededor. Las distintas luces, las formas de tantas caras de sorprendidos ojos y sonrientes dentaduras. También se amortiguaba el sonido de aplausos, las risas, el crujido de cientos de dientes masticando palomitas de maíz y demás golosinas. Todo parecía ir como a cámara lenta para ella. La visión perdía nitidez, en parte por su maltrecho ojo izquierdo, que ya emitía de manera crónica unas punzadas de un intenso dolor, pero también por una creciente cólera que amenazaba con desbordar todos y cada uno de los centímetros de su poderoso cuerpo. Una inquina hacia quien la maltrató, convirtiendo su respeto e incluso cariño, en odio. Y ese sentimiento estaba tomando tintes de venganza por momentos. Oía su voz, pero ya no se parecía a la de aquel que la crio como un padre. Ahora era la del despiadado ser que desfiguró su rostro, mermando su visión y haciendo que todo un mundo de colores se tiñera de rojo primero y de penumbras después.
No podía soportarlo más y la furia en ella se desató. Él apenas tuvo tiempo de gritar, pero no así el público que la observaba. Todo fue muy rápido, la gente corría horrorizada buscando la salida del recinto, mientras lanzaban agudos alaridos de verdadero terror. Ella estaba fuera de control y ya no iba a parar. El escenario adquirió un violento tono escarlata resaltado por la brillante luz de los focos. Los compañeros que compartían cartel con aquel sanguinolento e inerte tipo, que había dejado de respirar sin perder la expresión de pánico en sus ojos aún abiertos, y que ahora era zarandeado como un muñeco de trapo por aquella poderosa bestia, consiguieron reaccionar y frenar su ímpetu, pero ya era demasiado tarde y la tragedia se había consumado. La dantesca escena llegó a su fin, pero aquello solo era el comienzo de la oscura leyenda de Shelby.



* * * * * *


Eddie se había librado de la helada nocturna gracias al camionero que le recogió en Fairbanks pasadas las diez de la noche, y que le dejó en aquel bar de carretera hacia las cuatro y media de la madrugada, ya que se desviaba en otra dirección para entregar su cargamento.
El muchacho, con buen criterio, permaneció en el bar resguardándose de la suave llovizna tomando café para hacer tiempo, pues económicamente poco más se podía permitir. Mientras vertía el azúcar en la humeante bebida, a través de los amplios ventanales del bar observó el exterior del mismo en cuyas planicies se agolpaban, perfectamente alineados, un par de decenas de camiones, casi todos grandes tráiler modulares. En la mayoría de ellos eran visibles las habituales cortinillas instaladas por los propios camioneros, para dormitar las pocas horas de que disponían antes de afrontar otro montón de fatigosos kilómetros de conducción. Volvió la cabeza hacia el interior para pedir educadamente a la camarera si podía quedarse un rato más hasta que dejara de llover, y posteriormente continuar su camino hacia Anchorage, localidad para la que le faltaban unos sesenta o setenta kilómetros. La camarera, sin dejar de mascar chicle, accedió con indiferencia, pues estaba concentrada en el canal de noticias de la televisión al igual que un par de clientes que había en el local, con los que comentaba ocasionalmente algún que otro suceso. Uno de ellos, un cincuentón de aspecto desaliñado y tosco, le echaba una ojeada de vez en cuando a Eddie, pero pronto volvía a encarar el aparato receptor.

Cuando las manecillas de su reloj de pulsera marcaban las seis y media, se asomó para observar que efectivamente había dejado de chispear, mientras una capa de baja niebla emergía de entre los árboles circundantes a la carretera, inundando el entorno con sus densas lenguas blanquecinas.
Tras subir la cremallera de la chaqueta y dar las gracias a la camarera, que sin desviar la mirada del televisor le contestó que volviese cuando quisiera, pertrechó la mochila a hombros de su ancha y fornida espalda, se ajustó la gorra azul de los Detroit Lions a su rapada cabeza, y salió al exterior para notar en su negro rostro la fría brisa de una noche cuyo ocaso estaba cercano.
Comenzó a caminar por los lindes de la carretera, envuelta en una oscuridad tan solo atravesada por la escasa luz de la luna. Esta se colaba entre los cedros amarillos que bordeaban el asfalto marcando el límite entre civilización y naturaleza. A Eddie le resultaba curioso ver los jirones de niebla arremolinándose entre sus pies, como si de oleadas de hielo seco de una discoteca ochentera se tratara. El aire que inspiraba por sus fosas nasales era gélido aunque de una pureza evidente, debido a la cercanía con las plantas, árboles y demás flora conurbana. 
Tras un buen rato andando, en el que tan solo le acompañaban el crujir del alquitrán bajo sus botas y los sonidos de la vida animal que pululaba por la vegetación colindante, hizo acto de aparición el despuntar del alba de aquella fría mañana de finales de septiembre en la bella Alaska, y el chico se sorprendió al observar en su reloj que llevaba alrededor de una hora caminando, cuando le parecía que apenas habían pasado unos minutos desde que estaba tomando café en el bar. Continuó adelante, y cuando los albores del día ya bañaban el paisaje matando con ello la oscuridad reinante hasta el momento, una camioneta pick-up de color negro surgió a su espalda rompiendo la frágil niebla que tímidamente adornaba ya la carretera, con el estruendo de una canción country de Kris Kristofferson resonando en su radio. Al pasar a su altura Eddie alzó el pulgar, pero la camioneta siguió adelante haciendo caso omiso. El joven, como tantas otras veces, bajó la mano con resignación y continuó andando, pero para su sorpresa, unos sesenta metros más adelante la camioneta aminoró su velocidad hasta detenerse en el arcén. La esperanza creció en el chico y aligeró el paso hasta llegar a la altura de la pick-up. Por la ventanilla del copiloto asomó un hombre joven y delgado que debía rondar los veinticinco años, aunque su cuarteado rostro le hacía parecer mayor, y en cuya cabeza portaba un gorro de estilo cowboy de cuero. Se dirigió jovialmente a Eddie.
- ¡Eh, chico!, ¿hacia dónde vas? - preguntó tras limpiarse con el dorso de la mano izquierda las blancas boqueras resecas que adornaban la comisura de sus labios.
- Voy a Anchorage. -
- Si quieres, te podemos acercar hasta allí esta tarde. Antes vamos a parar en el este de la ciudad, en el Parque Chugach a hacer nuestra barbacoa anual antes de que llegue la primera nevada seria. -
- Si no tienes prisa ni eres vegetariano, puedes unirte al festín - añadió asomándose el conductor con media sonrisa, un tipo rubio de grandes y vivaces ojos celestes, que lucía un pelado muy corto y cuadrado a lo militar, y un bigote de herradura que rodeaba su boca.
A Eddie se le abrieron los ojos como platos, porque su presupuesto estaba prácticamente agotado y llevaba varios días alimentándose con latas de conserva que había ido racionando con cuidado. Además, aunque llegase un poco más tarde, se ahorraría la caminata hasta Anchorage.
- Sí, claro, cómo no - accedió el muchacho de raza negra.
- Soy TJ - dijo el del gorro de cowboy estrechándole la mano - y este es Chazz - añadió con un gesto de cabeza hacia el conductor, que le saludó giñándole un ojo.
- Yo soy Eddie. Gracias por recogerme, me esperaba un buen paseo hasta la ciudad. -
- De nada Eddie, estaréis algo apretados, pero sube atrás con los chicos - le indicó TJ.
- Yo no soy un chico - la femenina voz, con tono seco, llegó desde el asiento de atrás.
- Sí, bueno, también viene Brandi. -
La ventanilla de la puerta trasera derecha se abrió hasta la mitad, y un oscuro escupitajo surcó el aire en dirección a la cuneta. La mirada de repulsión de Eddie recorrió la distancia entre la flema, la ventanilla de cristales tintados que se volvía a cerrar y finalmente se posó en TJ.
- Masca tabaco - dijo rápidamente este observando la cara interrogativa del autoestopista.
Tras titubear un instante, Eddie fue hacia esa puerta, la abrió y observó en su interior a tres personas. La primera de ellas la muchacha, escuálida y de piel muy blanca, facciones “pajarescas” con sus finos labios, nariz aguileña y pequeños ojos verdes de expresión dura. El castaño pelo lo llevaba recogido en una cola corta. Le tendió la mano y Eddie pudo notar que, a pesar de su aparente fragilidad, su huesuda mano apretaba con un poderío físico impropio de una mujer de su complexión. Al montarse y cerrar la puerta, Eddie se sorprendió al ver junto a la mujer el rostro del siguiente ocupante. Era el tipo de aspecto tosco y desaliñado que vio en el bar de carretera.
- ¡Eh!, usted estaba en el bar de carretera. -
- Soy Marvin - dijo el cincuentón estrechando su mano a Eddie - y sí, estaba en ese bar. Tú eres el chico del café, ¿cierto? -
- Exacto, no se le escapa a usted una. -
- Pues no, no se me escapa una - y sonrió levemente desviando la mirada.
Y el que menos contrastaba del grupo era el que estaba pegado a la otra puerta lateral. Sus facciones no dejaban lugar a dudas. La tez aceitunada, el largo y liso pelo azabache, su nariz curvada y los profundos ojos negros, delataban su raza Amerindia o de Nativo Americano, controversia en la que convergen los antropólogos. En cualquier caso, lo que viene siendo un indio americano.
- Eddie - dijo el muchacho alargando el brazo. El indio observó la mano, luego al chico y con un ligero asentimiento de cabeza, dijo:
- Dyami. -
Eddie, con cara de circunstancias, retrajo la mano y miró al frente.
Para tratar de distender la conversación, el más dicharachero de todos, TJ, se volvió desde su asiento delantero y preguntó:
- ¿De dónde eres, Eddie? - este se señaló la gorra de los Detroit Lions.
- Ya, debí suponerlo, ¿y qué te trae por estos lares? -
- El desempleo, ¿verdad Eddie? - dijo Chazz mirándole a través del retrovisor - son malos tiempos para la ciudad del motor, chico. -
- Sí, supongo que sí. -
- En estos momentos de crisis económica, muchas personas de otros estados están emigrando hacia aquí pensando que encontrarán un trabajo y una manera de comenzar de nuevo. -
- Sí, demasiadas - intervino con tono de reproche y contrariedad Brandi. Eddie la miró de reojo y observó que aún se le veían los dientes ennegrecidos del tabaco de mascar.
- No seas borde Bran, recuerda que Eddie es nuestro invitado - dijo sonriendo Chazz, siempre echando un vistazo a través del retrovisor.
- No soy borde, solo digo la verdad. Alaska, y más concretamente Anchorage, está cada vez más llena de forasteros. -
- No le hagas caso Eddie - dijo TJ - ese tabaco que masca le está afectando al cerebro.
- ¡Calla idiota! - protestó Brandi golpeándole el gorro de cowboy hacia adelante.
- ¡Ehh! -
- Parecéis críos - comentó negando con la cabeza Marvin.


Durante un buen rato, la conversación fue inexistente y tan solo la música country que emitía la radio, rompía el silencio. Eddie, cansado de una noche tan larga, se quedó dormido con el traqueteo de la furgoneta. El claxon de un coche le hizo despertar justo a tiempo para ver una bulliciosa fila de vehículos que accedían hacia el bosque. Se frotó los ojos y vio que se trataba de la entrada al Parque Estatal de las Montañas Chugach, pero la camioneta no detuvo su avance y pasó de largo.
- ¿No era esa la entrada? - preguntó Eddie.
- Sí, para los turistas que vienen a conocer el parque con una visita guiada, a hacer barbacoas con la comida comprada, etc…sí - y ante la mirada de sorpresa de Eddie, Chazz continuó hablando - ¡tranquilo, muchacho!, nosotros no necesitamos traer la carne, la cazamos directamente del bosque. Es más fresca, más saludable y - haciendo un paréntesis para mirar a TJ, añadió - ¡por supuesto más barata! -
Todos rieron, hasta Brandi, que sorprendió con una risa de hiena esbozada en esos dientes ennegrecidos, que provocaron en Eddie un sentimiento híbrido entre gracia y repulsión.
- No, chico - prosiguió Chazz - nosotros vamos a una zona más apartada, sin el bullicio de los turistas y donde poder cazar tranquilos y disfrutar de los sonidos que la maravillosa naturaleza de Chugach nos ofrece. -

A los pocos minutos, la camioneta se desvió por un sendero adyacente a la carretera y se fue introduciendo en el paraje, por un camino terrizo que serpenteó varios kilómetros hasta que solo era visible la vegetación del lugar. Llegados a un punto, el camino se abrió a un claro de hierba, y al final del mismo el vehículo maniobró aparcando.
Los seis integrantes fueron bajando. Eddie, cuando reparó en el marco que se presentaba ante él, se quedó extasiado. El tibio sol doraba las copas de los árboles. En el inmediato firme, el terreno se precipitaba ladera abajo copado de vegetación. Pero lo que más impactó al muchacho fue el paisaje que se dibujaba al frente. Una conjunción de verdes praderas, depresiones formadas por ríos a lo lejos y como colofón las colosales montañas, parcialmente blanquecinas de nieve, dominándolo todo como un Dios impertérrito.
Sin darse cuenta, la boca del chico se había abierto ante magna visión.
- ¡Eh,tío!, se te ha quedado cara de idiota, parece que te haya dado una insolación - dijo riéndose TJ señalándole con el dedo.
- No es para menos - intervino Chazz rodeándole el hombro con el brazo mientras le preguntaba - no estarás acostumbrado a ver esto en Detroit, ¿verdad? -
- No, desde luego que no. Es impresionante. -
- Sí, es un lugar precioso. Además, en esta zona de Anchorage y alrededores, no hace demasiado frío. -
- Eso no me preocupa, en Detroit en invierno siempre estamos bajo cero. Yo he llegado a ver cómo el termómetro alcanzaba menos dieciocho grados. -
- Sí, aquí viene a ser lo mismo, solemos rondar esa cifra, aunque de vez en cuando decae hasta los treinta bajo cero. -
- ¡Fiiiiuuuuu! - silbó Eddie - a veces lo he visto en las noticias, pero pensé que exageraban. -
- Pues no, es cierto. Pero ya te digo que comparado con otras zonas como Fairbanks, donde las temperaturas descienden en invierno hasta los cuarenta y seis grados bajo cero, se podría decir que el clima es suave. -
- ¿En serio? -
- Totalmente. -
- ¡Vaya!, pues yo vengo de allí. Bueno - matizó el muchacho - he estado de paso por allí. -
- ¡Pues te has librado de que se te congelen tus negros huevos, colega!, jaaa,ja,ja,ja,ja - intervino con sorna TJ, a lo que todos rieron, incluso el indio, que estaba desenrollando una lona grande que había bajado de la camioneta con la ayuda de Marvin.
- ¿Qué es eso? - preguntó Eddie aún con media sonrisa y señalando con el dedo.
- No querrás que cacemos la pieza con las manos, ¿verdad? - contestó Chazz.
Dyami acabó de desplegar la tela y Eddie se quedó boquiabierto. Rifles de precisión, varios machetes de considerables dimensiones, cajas de municiones, pistolas, etc…lo que se dice un arsenal teniendo en cuenta que solo eran cinco cazadores.
- ¿Qué es aquella caja negra? - inquirió el muchacho.
- Eso - por primera vez hablaba Dyami - es mi joya de la corona - y abriendo los goznes, en el interior de la caja apareció un reluciente arco de precisión.
- Ya ves, tras tantos años algunos no olvidan sus raíces. Aunque sí es verdad que han evolucionado, porque ese arco no tiene nada que ver con los que usaban tus antepasados para cazar bisontes, ¿verdad águila? - comentó Chazz.
El indio rio negando con la cabeza, mientras revisaba las poleas del arco compuesto y tensaba el artilugio a su gusto.
- ¿Águila?, ¿es por su buena visión afinando la puntería? -
- Bien podría ser por eso, pero no. Es el significado indio de su nombre. ¿A que le viene como anillo al dedo? -
- ¡Joder! - se sorprendió Eddie - ¿eso es un visor? -
- Ajá - afirmó Dyami colocándoselo en el ojo y añadiendo - para verte mejor, Caperucita. -
- Y hasta silenciador tiene, ¡menudo cabrón! - comentó TJ.
- Ya dije que era mi joya de la corona. -
Todos fueron cogiendo sus armas, comprobándolas y pertrechando sus bolsillos de munición. Al ver que no reparaban en él, Eddie preguntó:
- ¿A mí no me dais una? -
Todos detuvieron su actividad y le miraron simultáneamente.
- ¿Un arma? - le cuestionó Chazz prosiguiendo - ¿eres cazador?, ¿tienes licencia?-
- No. -
- Entonces, no puedes llevarla, sería ilegal. -
- Pero, ¿y si aparece un oso grizzli?, tendré que defenderme, ¿no? Y no creo que el oso me demande por no tener licencia. -
- ¿Habéis oído?, ¡un oso dice! - y los cinco cazadores estallaron en carcajadas.
- Venga sí, podéis reíros del chico de ciudad, JA, JA y JA. -
- ¡Eh!, no te enfades, amigo - contestó Chazz mientras las risas se iban aplacando - nos reímos porque no hay osos grizzli en esta zona, están profundizando más en el valle, donde la vegetación es más espesa, cerca de los estuarios de los ríos donde puedan cazar salmones, en la parte baja de la montaña, donde ya hay nieve, etc…- Chazz levantó el pesado rifle con una mano, un fabuloso Weatherby 340, se lo colocó bocarriba apoyado en el hombro y continuó - además, tú aquí no vienes a cazar. -
- Ya lo sé, soy solo un invitado a vuestra barbacoa y no tengo licencia, ya me lo has dicho - se impacientó Eddie - tan solo era por sentirme más seguro. -
- Me parece que no lo has entendido, muchacho - dijo entonces Marvin, mientras TJ, Brandi y el indio levantaban sus rifles apuntándole, al tiempo que Chazz, con la crueldad dibujada en el rostro, sacaba su Magnum calibre 44 y sentenciaba apoyándoselo a Eddie en la sien - tú aquí has venido a ser cazado.

(CONTINUARÁ...)

Pepe Gallego
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"Sin aliento" (Capítulo.1 - "Decisión crítica" por Pepe Gallego se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.