lunes, 8 de abril de 2013

"GPS"


(Basado en un guión de Fran Galán)

La lluvia de arroz acompañada de los gritos de júbilo de “¡vivan los novios!”, había cesado. Los momentos de brindis o formalidades de fotos troceando la tarta, primer baile de recién casados o de corte de corbata del novio y liga de la novia, dejaron paso a la informalidad y diversión que proporcionaba la orquesta y, cómo no, la denominada “barra libre”.


Pero entre tanta algarabía, no todo el mundo se lo pasaba bien. Ese era el caso de aquel niño con gesto aburrido, que atravesaba el gran salón de celebraciones en pos de su padre.
- Papá, ¿nos vamos ya? -
El hombre no hacía caso y seguía charlando animadamente con un reducido grupo de hombres, a la vez que apuraba un vaso de whisky. Ante la insistencia del chiquillo, que comenzó a tirarle de la chaqueta, el hombre le miró sonriendo y le contestó:
- Sí hijo, ahora cuando acabe de explicarle a tu tío una cosa, nos vamos - y decía esto pasando la mano por la cabeza del chico alborotándole el pelo, mientras aceptaba una nueva copa y continuaba hablando - sí, como te decía, debo pensar en algo porque internet ha provocado un descenso en las ventas de enciclopedias y… -
El muchacho dejó de oírle, pues el estridente sonido de la orquesta engulló la voz del hombre en cuanto se alejó unos metros. Con semblante resignado, regresó junto a su madre.
Esta, que escuchaba los chismorreos que una señora mayor relataba a la gente que rodeaba esa mesa, miró a su hijo cuando este se dejó caer abatido en una silla.
- Dice que ahora nos vamos, cuando acabe de hablar con el tito. -


Transcurrieron otros cuarenta minutos antes de que el niño fuese de nuevo hacia su padre. Le costó menos llegar hasta él, porque la cantidad de invitados había disminuido un poco debido a que muchos ya se habían ido marchando. Al llegar hasta su progenitor observó a este, que ya se había despojado de la chaqueta y llevaba la corbata con el nudo aflojado. Bailaba en mitad de la pista portando un puro en una mano y una copa en la otra. Unos tirones en la camisa le hizo mirar hacia abajo, con la lógica lentitud que provocaba en sus movimientos el alcohol ingerido, y vislumbró a su hijo que le imploraba para marcharse.
- Sí nene, sí, ahora nos vamos cuando acabe esta canción, no seas pesado. Anda, vete con tu madre - y dicho esto, se metió el puro en la boca, y levantando la copa hacia adelante siguió bailando.
El chico, arrastrando los pies, volvió sobre sus pasos. En la mesa, ya solo quedaba la señora mayor que hablaba sin parar, su marido dormido, y la madre del muchacho asintiendo por cortesía al mismo tiempo que paseaba la vista desde su hijo, apoyado con los brazos en la mesa totalmente agobiado, hasta su esposo que seguía bailando en la pista.


Veinte minutos más tarde, el hombre, ya con la camisa por fuera del pantalón y la corbata atada a la cabeza, se hallaba apoyado en el hombro del novio hablándole de manera trabada, mientras este disimulando para no ofender, le esquivaba un poco el fuerte aliento a alcohol.
- Te llevas…a una gran mujer… te lo digo yo - y le agarró la cara al recién casado dándole varios besos seguidos en la mejilla.
Cuando el novio se alejó, una mano agarró al hombre del brazo con fuerza y lo giró. Era su esposa.
- Ya está bien; venga, nos vamos - le dijo con sequedad. Este, intentando argumentar su posición, dijo:
- Espérate mujer…que estoy bailando aquí a gusto…-
- Ni a gusto ni nada, que tu hijo no puede más. Vamos, que hay que llamar a un taxi. -
El tipo apuró su copa y, agarrando por el hombro a su mujer, aunque se podría decir que más bien apoyaba en ella su equilibrio, miró hacia atrás levantando la mano a las pocas personas que quedaban y diciendo:
- Bueno familia…nos tenemos que ir…el niño está cansado ya. -

Tras unos minutos discutiendo, en los que el hombre no accedía a coger un taxi, finalmente se montaron en su coche. La noche era desapacible, oscura y lluviosa. Él encendió un cigarro mientras soportaba los reproches de su esposa.
- ¡Déjate de tanto cigarrito y mira a la carretera, que eres un irresponsable!... ¡ni siquiera te has puesto el cinturón! -
- ¡Bueno, no me grites más, coño!... ahora cuando pare en un semáforo, me lo pongo. -
El chico, en el asiento de atrás, permanecía despierto con la cabeza agachada. Le avergonzaba ver a sus padres discutir. Su madre continuaba reprendiendo a su padre, mientras este de vez en cuando intentaba hablar para defenderse, pero se quedaba a medio camino ante el incesante sermón de ella y, dicho sea de paso, también porque le costaba expresarse debido a su nivel de embriaguez.
- Siempre tenemos que volver de los sitios asustados por culpa de tus borracheras, ¡eres un inconsciente! -
Parpadeando como si sus párpados pesasen una tonelada, debido a que sus movimientos y reflejos seguían disminuyendo considerablemente, contestó:
- Yo estoy perfectamente. -
- ¿Perfectamente?, ¡pero tú te has visto la cara! -
- ¿Yo estoy malamente, hijo? - le preguntó al niño mirándole a través del retrovisor.
- ¡Qué vergüenza de padre!... tu hijo asustado, siempre dejándonos en ridículo delante de todo el mundo… ¡solo piensas en beber! -
El coche circulaba a noventa kilómetros por hora por la carretera comarcal. El hombre encendió la radio y movió el dial hasta que una canción de su agrado comenzó a sonar por los altavoces, en este caso, “Redemption song”.
- ¡Ooooh!, que te -hip! -mazo… escucha hijo - decía mientras miraba hacia atrás cantando - Old pirates, yes, they rob I… Sold I to the merchant ships!!... ¡Canta conmigo, nene! -
El desprecio se dibujó en la mirada del chico al cruzarse con la de su padre, que seguía cantando - But my hand was made strong… By the ‘and of the Almighty…
En ese instante, una luz cegadora iluminó el coche y al hombre solo le dio tiempo de girar el cuello lo suficiente, para ver el terror en el rostro de su esposa, que gritó:
- ¡¡¡CUIDADOOOO!!! -


Todo estaba oscuro. Sentía un frío intenso que se extendía por todo su dolorido cuerpo. De manera borrosa, veía algo ardiendo. Tardó unos segundos en comprender que se hallaba tendido, y el frío que le atenazaba era el del asfalto pegado a su cuerpo y el de la lluvia que seguía arreciando. Un zumbido agudo taponaba sus oídos. Lentamente, alzó la mirada y la visión borrosa se fue volviendo nítida. Trozos de metal humeantes yacían cerca de él, pero el horror se posó en sus ojos al observar su coche envuelto en llamas. Amortiguados, pues aún no se le habían destaponado los oídos, oyó gritos, alaridos desesperados provenientes del interior de las llamas.
- ¡Dios mío! - dijo tratando de incorporarse, pero apenas hizo el intento volvió a caer de bruces. Un dolor indescriptible, en el que antes no había reparado, surgió de su pierna izquierda. Se palpó y la tenía totalmente ensangrentada y semi amputada a la altura de la espinilla. De forma grotesca, podía verse la tibia astillada asomando por la carne desgarrada. Sin embargo, se arrastró por el asfalto tratando de llegar hasta el coche. Cada vez escuchaba con mayor claridad, pero los gritos se habían apagado, ya solo oía pasos apresurados que llegaban en su dirección.
- ¡¡¡POR FAVOR, AYUDEN A MI FAMILIA!!! - chillaba desesperado. Instantes después, se desvaneció.



* * * * * *


La moneda cayó por la ranura de la máquina. La mano que la impulsó, sosteniendo un cigarrillo, escogió un tema y el selector de discos se colocó en el lugar elegido. Una canción comenzó a sonar en el vacío local, “Redemption song”.
- ¿Nos vamos ya? -
- Ahora nos iremos, cuando termine esta canción - contestó aquel hombre de largo pelo y barba descuidada. Apuró el vaso y lo colocó boca abajo dándole a entender al barman que estaba vacío para que se lo volviese a llenar. Este, se apoyó con ambos brazos sobre el mostrador y le dijo:
- ¿No cree que ya ha bebido bastante, amigo? -
- Nunca es bastante…no para mí. -
Con resignación, el camarero cogió la botella de whisky escocés que tenía a sus espaldas en una estantería, y volvió a llenar el vaso del cliente.
- Gracias… ¡salud! - dijo el hombre alzando la bebida y dándole un sorbo. Tras degustarlo, miró de nuevo al barman y le preguntó:
- No le interesaría una enciclopedia, ¿verdad?... es una maravilla editada en diez volúmenes, totalmente actualizada, con muchas ilustraciones… - antes de que pudiera terminar la frase, su interlocutor contestó alzando uno de los taburetes sobre la barra:
- ¿Una enciclopedia?... no se ofenda pero, ¿quién compra eso hoy en día?... ¡todo está ya en internet!... eso ha quedado ya en las casas como elemento decorativo y poco más. -
- Bueno, pues entonces, ¿no le interesaría un elemento decorativo? -
- No, gracias, bastante tengo ya con las tonterías que compra mi mujer. Que si un gato dorado que mueve la pata arriba y abajo, que por cierto no sé para qué coño sirve, que si un plato recuerdo de cuando veraneamos en la costa… el caso es recargar el mueble bar - contestó el barman volviendo a meterse tras el mostrador.
- Tal vez a su hijo le interese, tiene muchas fotos curiosas. ¿Tiene usted hijos? -
- Sí, tengo dos, pero no, gracias. -
- Yo también tengo un hijo, ¿sabe? - dijo el hombre sacando su cartera y tendiéndola abierta hacia el camarero, enseñándole una foto del chico y su esposa en la playa.
- ¿A que es guapo? -
- Ciertamente señor, sí que lo es. -
- Sí… ha salido a su madre, gracias a Dios - comentó con una media sonrisa que más que orgullosa era melancólica.
- Es muy tarde ya… ¿no le estarán esperando en casa? -
- No - contestó el hombre ensombreciéndosele el rostro – ellos duermen ya… -
Levantándose del taburete, hurgó en su cartera y depositó dos billetes sobre el mostrador diciendo:
- Además, hoy duermo fuera. Mañana debo continuar hacia la siguiente localidad para vender más elementos decorativos - dijo irónicamente antes de preguntar - ¿me podría decir algún lugar cercano donde pasar la noche? -
El barman, que estaba de espaldas haciendo el conteo de la caja registradora, sin volverse levantó la mano izquierda indicando hacia la puerta:
- Hostal Doña Lupita, a unos 12 kilómetros a la derecha. Sí, ya sé que suena a local de alterne, pero es limpio y suelen ser agradables. No obstante, dígales que yo le envío, le tratarán mejor. Además, aunque no tiene pérdida, si tiene usted GPS puede buscarlo porque aparece en él, así no tendrá problemas en encontrarlo. -
- Sí, tengo GPS, muchas gracias. En fin, me marcho, debe estar usted cansado y deseando ver a su familia. -
- Tenga usted cuidado con la carretera - y volviéndose, apostilló - y si me permite el consejo, deje usted ese trabajo suyo, no es vida. -
El hombre, que cojeaba en dirección a la puerta, se paró al apoyar la mano en el pomo y contestó sin volverse:
- Hace tiempo que ya no tengo vida, amigo… -


* * * * * *


Con dificultad, se introdujo en el coche e insertó la llave en el contacto. Así, inmóvil, estuvo un minuto reflexionando, mientras el cartel luminoso del Bar Esperanza que teñía de azul su rostro, se apagó dejándolo a la tenue luz que desprendía una única farola ubicada en la explanada del aparcamiento.
Miró por el retrovisor.
- ¿Nos vamos ya, papá? - preguntó el hijo sentado en el asiento trasero sonriéndole.
- Si hijo, en cuanto encuentre el camino… es que estoy algo perdido, ¿sabes? -
- Pues cuando uno no conoce el camino, utiliza el GPS, papá. -
El padre giró el contacto iluminándose el panel de mandos y arrancando el vehículo, que quedó al ralentí.
El dedo índice de su mano derecha apretó el botón de encendido del GPS, y tras un par de segundos, la pantalla del aparato proyectó la imagen cuadriculada de una señorita virtual saludando, para posteriormente aparecer el mensaje en pantalla de que comenzaba a buscar la señal del satélite. Cuando lo hubo hecho, la voz de mujer mecanizada del GPS indicó:
“Introduzca destino”. 
El hombre, con irónica sonrisa, contestó lo que más bien parecía ser una pregunta retórica:
- ¿Destino?... el único que deseo es un lugar donde no sienta vergüenza de mi propio reflejo. Un sitio en el que la culpa y el insoportable dolor no me consuman. Solo hay un lugar que me pueda hacer feliz de nuevo… - y con la congoja anudándole la garganta y las lágrimas surcando sus mejillas, imploró - ¿podrías llevarme allí? -

Tras unos segundos, en la pantalla del GPS apareció un cartel seguido de puntos suspensivos que se iban señalando una y otra vez, que decía:
“Calculando ruta…”
De nuevo, la voz del aparato, volvió a hablar:
“Tiene usted dos rutas a elegir:”
“Destino a doce metros a la izquierda. Duración aproximada del trayecto: 3 años, 12 días, 17 horas y 21 minutos.”
“Ruta más rápida, quince metros a la derecha. Duración aproximada del trayecto: 7 minutos y 9 segundos.”
El hombre miró a ambos lados alternativamente y, observando por el retrovisor al chico, le convino:
- Ponte el cinturón hijo, que salimos ya. -


El coche tomó la ruta de la derecha y comenzó a avanzar por la carretera, cuya absoluta oscuridad tan solo era atravesada por la luz de los faros del coche.
- ¿Sabes cariño?, habría preferido la ruta más larga - comentó la esposa sentada en el asiento del copiloto, mirando hacia atrás y viendo por el parabrisas trasero cómo se alejaba el otro camino.
El esposo la miró de reojo preguntándole:
- ¿Conoces lo que hay al final del mismo?... cuéntame, ¿qué podría encontrar en él? -
- Quizás sea un camino más largo y tortuoso, pero merece la pena, te has dejado muchas cosas atrás. -
- ¿Cómo qué? -
- Pues - y haciendo una pausa, agarró a su marido por el brazo - será mejor que lo veas por ti mismo - y las imágenes comenzaron a proyectarse en su cabeza como un flashback, pero en este caso del futuro.
Lo primero que visualizó fue su piso totalmente desordenado. Botellas de whisky vacías por todas partes. Ceniceros repletos de colillas y él recostado en el sofá, semi inconsciente y vomitándose encima.
- Sí - dijo la mujer bajando la mirada con desolación - pasarás por varias borracheras. -
La imagen cambió, y pudo verse calándose bajo la lluvia observando un escaparate donde ponía en letras grandes “Cablecom - internet y telefonía - próxima apertura”.
- Te despedirán… y llegarán más borracheras.-
Ahora podía observarse en un estado deplorable, extremadamente delgado, totalmente ebrio tirado en la acera con una botella en la mano. Junto a él, alguien hablaba por teléfono y agitaba la mano ante sus ojos, como comprobando si podía verle. Un sonido distante de sirenas llegaba a sus oídos. Todo se transforma y aparece una silla de ruedas empujada por un celador en el pasillo de un hospital.
- Esta es la peor parte, pero todo cambia cuando gires a la izquierda al final del pasillo… - llegado a ese punto, una guapa enfermera lo recibe sonriendo - …y entonces todo será distinto, cariño, todo se vuelve hermoso de nuevo… - ahora en la escena, se le puede ver en una reunión de alcohólicos anónimos y posteriormente haciendo el amor con la enfermera - …y te volverá a hacer sentir vivo. Incluso, lo que antes parecía un largo y doloroso viaje, se volverá corto porque experimentarás de nuevo la felicidad - y en la siguiente secuencia, se ve saliendo de la ducha y mirándose al espejo. Sonríe.
El rostro del hombre, compungido de dolor y repleto de lágrimas, miraba hacia la carretera incapaz de pronunciar palabra.
- Ese día habrás llegado a tu destino - y con ternura, ella le acarició la cara diciéndole - no llores mi amor, yo sé lo mucho que nos quieres, no tienes que demostrar nada ni perder el resto de tu vida. Anda, da la vuelta, aún estás a tiempo de elegir el otro camino. -
Tras sosegarse un poco y limpiar sus lágrimas con el reverso de la mano derecha, contestó:
- Lo siento, cielo… ojalá pudiese esperar tanto. -
El hombre aferró firmemente el volante y aceleró. En el GPS, la voz anunció que quedaba un kilómetro para llegar al destino.
- Ya solo queda un kilómetro, ¿no es genial hijo? - comentó mirando por el retrovisor, pero el chico tenía una expresión triste en su rostro.
“Todo recto, en 500 metros, llegará a su destino”, volvió a anunciar el GPS.
Apretó los dedos sobre el volante y pisó a fondo el acelerador.
“Todo recto, en 100 metros, llegará a su destino.”
La pequeña mano del hijo apretó su hombro, y una inmensa paz abordó sus sentidos.
“Todo recto, en 50 metros, llegará a su destino.”
Calmado, aflojó las manos del volante.
“Ha llegado a su destino.”
Sonrió y miró a su esposa entrelazando sus dedos.
El coche dejó de tocar asfalto y se precipitó al vacío.
Todo se volvió negro en su vida. Todo se tiñó de blanco en su muerte.

Pepe Gallego


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