jueves, 27 de febrero de 2014

"Su olor"

( con ilustración de Fran Galán)

En la penumbra insuflada por las altas horas de la madrugada, tan solo rasgada por el haz de amarillenta luz de una farola cercana que se filtraba por la persiana, observé una vez más sus curvas acercándose. No podía dormir, me costaba conciliar el sueño como tantas noches. Intenté no hacer ruido al levantarme para que ella pudiese seguir, con suerte, soñando algo bonito. Se lo merecía.
La culpabilidad por haberla desvelado me duró el tiempo justo en que sus manos acariciaron mi cansado rostro encadenado a la vigilia.
Se sentó en mi muslo y al mirarla, sus ojos marrones pardos brillaban ante la inminente sensualidad que estaba a punto de desbordarlos.

Sin mediar palabra, mordió mi labio inferior y me dejé arrastrar por su embrujo de mujer que tanto me gustaba. Estaba preso en sus deseos y además me encantaba. 
Lentamente, deslizó la yema de sus dedos por mi torso hasta llegar a la entrepierna y palpar el resultado de sus actos. Sonrió, pero no apartó la mano. Al contrario, se apoderó de mi preciado tesoro y lo mimó un rato sin dejar de besarme.
Su respiración se empezó a entrecortar cuando deslicé mi lengua hasta sus montañas rosadas. Ella cerraba los ojos mientras manoseaba con insistencia el ya duro estandarte del que tanto presumía ser dueña.
No soportó más la excitación y se acomodó sobre mi cintura dejando que me colase en su negra perla preciosa. Sentí cómo su cuerpo se estremeció cuando con ambas manos apreté sus nalgas hacia mí. Disfrutaba cuando la embestía con fuerza, como si fuese la primera vez, mientras yo estaba extasiado tan solo de pensar que tras cuarenta y seis años, me seguía volviendo loco su olor como el primer día. Para mí no existían las arrugas ni las canas, todo era como aquella mañana en que el cobertizo de sus padres nos brindó dar rienda suelta a nuestro amor reprimido por la época que nos tocó vivir.

Ahora, tras dos tercios de mi vida a su lado, lo único que me preocupa es que mi maldita e impronunciable condena bautizada con nombre alemán, no hinque en mi memoria sus garras con tal virulencia que me haga olvidar los momentos en que me fundo en una cómplice y única pieza con ella, mi amante, mi compañera…mi amor.

Pepe Gallego

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