lunes, 30 de septiembre de 2013

"Sin aliento" (Capítulo IV)

Capítulo.4 - “Shelby”


Las nubes iban encapotando el cielo formando un velo algodonado que se arremolinaba sobre los picos de las montañas. La tarde hacía acto de presencia en el Parque Nacional Chugach, arropando lo que poca gente podía imaginar en esos momentos. Un muchacho negro corría a través de la espesura tratando de salvar la vida, mientras sus perseguidores armados hasta los dientes buscaban darle caza. Aunque eso sí, el más sigiloso y a priori peligroso rastreador del grupo ya no era una amenaza, pues otro experto en el terreno se lo había almorzado. Pero ello no tranquilizaba a Eddie, porque ahora el peligro era aún más fiero y devastador si cabe. Aquella osa podía oler su sangre a kilómetros de distancia debido a su extraordinario olfato, y aunque su visión es mucho más limitada que la humana, seguía siendo mejor rastreadora que el desdichado indio. Sin duda, ella sabía que otra presa de carne humana que además estaba herida, no andaba lejos. Pensar que él era esa presa hizo que un escalofrío le recorriese el cuerpo como un relámpago de trueno ahogado. A pesar del intenso dolor en su hombro y del cansancio que empezaba a acumularse, intentó apretar el paso buscando un lugar desde el que buscar ayuda o al menos poder cobijarse. De repente, una fría gota aterrizó en su nariz. Y después otra, y otra, y la llovizna hizo acto de presencia comenzando a bañar el paraje.
- ¡Mierda!, lo que me faltaba - masculló entre dientes contrariado, ajustándose la gorra de los Detroit Lions y apretando el paso.
Le dolía el tobillo y aún más el hombro, pero el pensamiento de verse merendado por un oso o cosido a balazos por esa pandilla de maníacos era mucho más fuerte y le obligaba a continuar.

Empezó a recordar y añorar lo mucho que echaba de menos su casa. Sí, es verdad que estaba teniendo dificultades económicas y por ello quiso buscar un futuro mejor, pero dominaba su entorno y allí tenía a sus amigos. De algún modo se sentía a salvo dentro de la precariedad que últimamente azotaba su día a día.
Cuando tomó la decisión de dejar atrás su casa, se dijo a sí mismo que jamás se lamentaría de la decisión tomada, pasase lo que pasase. Pero nunca imaginó que la situación se tornaría tan peligrosa y hasta terrorífica, por lo que comenzaba a replantearse esa afirmación de que nunca se arrepentiría puesto que ya estaba empezando a hacerlo. Sacudió de su mente los malos pensamientos, ya que no era momento de bucear en dudas existenciales y sí de urdir un plan que le llevase a salvar la vida, así que se centró en tratar de memorizar los lugares por los que estaba pasando con el fin de no perderse mucho más de lo que ya estaba.

Tras unos minutos sorteando la vegetación del entorno se detuvo en seco. Le había parecido escuchar un roce, como un siseo.
Aguzó el oído durante unos tensos segundos, pero tan solo la armoniosa y viva banda sonora del lugar llegaba hasta él como un rumor continuo. Decidió proseguir la marcha tratando de auto-convencerse de que tenía que intentar no dejarse llevar por la sugestión a cada paso, ya que lo único que conseguiría sería no pensar con claridad a la vez que concedía a sus perseguidores una ventaja clave, la de poder recortarle terreno. Pero no tuvo tiempo de ahondar en ello porque apenas un minuto después volvió a sentir como si alguien anduviese cerca. De nuevo se paró a escuchar, y ahora sí oía perfectamente cómo algo se acercaba por su izquierda. Con los ojos muy abiertos y tratando de no hacer ruido, se agachó lentamente recogiendo del suelo una piedra. Si lo que se acercaba a él poco a poco, retorciendo ramas a su paso era aquel fiero animal, poco podría hacer con una piedra, pero al menos intentaría persuadirlo inicialmente. Total, correr no le serviría de nada, pues los osos a pesar de su lento y aparentemente torpe caminar, tienen una velocidad asombrosa. Eso sin contar con su adaptación al entorno en el cual se hallaban, por lo que poca escapatoria iba a tener.
El pisoteo se escuchaba cada vez más claro y cercano. Eddie rezaba para que fuese un caribú o cualquier otro animal que no supusiese una amenaza inminente. La tensión y el miedo recorrían su espalda en forma de sudor, de tal manera que ya ni siquiera sentía la fina lluvia azotándole el rostro.
Diez metros. Por el sonido de sus pisadas y la agitación de plantas, no debía estar a más de esa distancia.
Armándose de un valor que afloró en su ser, al presentir el ataque inminente de ese peligro que le acechaba, Eddie se mordió el labio alzando la piedra en señal de agresiva defensa. Si aquello se lo debía llevar por delante, no sería sin al menos infligirle algún daño.
De pronto, las plantas se abrieron y el muchacho accionó su brazo hacia atrás para tomar impulso y…
- ¡Tranquilo chico, soy yo! -
- ¡Joooder!, ¡me cago en la puta!, ¡me ha dado usted un susto de muerte, coño! - dijo acaloradamente Eddie dirigiéndose al guardabosques y bajando al mismo tiempo la piedra.
- Lo siento, no era esa mi intención. ¡Dios!, déjame ver - dijo Bubba en cuanto vislumbró el trozo de flecha que salía del hombro de Eddie - es una de las flechas de Dyami, ¿qué diablos ha pasado? -
- Que tiene usted a unos maníacos asesinos por vecinos, eso es lo que ha pasado. -
- Pe…pero, ¿cómo?, ¿por qué? -
- Eso deberá preguntárselo a su amigo Chazz y los colegas que le acompañan, que se han organizado una cacería a mi costa y lo que es peor, no es la primera vez que lo hacen - e hizo una pausa antes de añadir - aunque al indio poco le va a poder usted preguntar ya. -
- ¿Cómo?, ¿le has matado? - preguntó totalmente desconcertado el orondo guarda forestal.
- No, de buena gana lo habría hecho porque ya ve - comentó señalándose el hombro - él no tuvo reparos en intentar asesinarme. Pero no - dijo bajando la cabeza, reflexionando un par de segundos y alzándola de nuevo para proseguir - fue ella quien se encargó. -
- ¿Ella?, ¿Brandi? - preguntó incrédulo Bubba.
- No, con esa fea masca-tabaco ya arreglaré cuentas si tengo la ocasión. Con lo de “ella” me refiero a una mala bestia, un oso enorme con un ojo blanco. -
- Shelby - susurró el guardabosques desviando la mirada como comprendiendo la gravedad de la situación.
- ¿Shelby?... no, ya le digo que es un oso muy grande.
- Se llama Shelby y no es un oso, es una osa enorme y muy agresiva, así que aunque sea de casualidad has acertado diciendo “ella” - y tras hacer una pausa - vamos, debemos marcharnos de aquí y limpiarte esa herida o serás carne de osa, chaval. -
- ¿Y qué pasa con esos cabrones que me persiguen? -
- Ya me encargaré de ellos. De momento salgamos de aquí cuanto antes. El refugio no está lejos y allí tengo un botiquín. Hay que aplicarte algún antiséptico antes de que se infecte la herida, si no lo ha hecho ya. Andando. -
Eddie, aliviado por la aparición del guardabosques, echó a andar tras el fornido Bubba que a pesar de su peso, se movía ágilmente entre tanta frondosidad forestal.
En la mente del chico se aclaró un panorama que segundos antes parecía totalmente negro. Al menos ya no estaba solo e iba con alguien que conocía el terreno como la palma de su mano, y que por si fuera poco podría servirle de parapeto para persuadir a Chazz y su banda. Aunque intuía que sería difícil que la determinación de su perseguidor menguara, y eso era lo que más le inquietaba. Bueno, eso y Shelby, aquella enorme osa ante la que palidecía hasta el fornido y experimentado Bubba.



* * * * * *


El manto de agua descendía sobre el parque. La lluvia no caía de manera abundante, pero sí era persistente y los indicios evidenciaban que el día se cerraba y las precipitaciones continuarían. La luz mermó su intensidad considerablemente al ocultarse el sol tras las nubes, y el terreno que antes ya era blando de por sí estaba empezando a hacerse pesado, por lo que avanzar no resultaba nada sencillo. Pero los cuatro cazadores estaban acostumbrados a ello, lo que les daba cierta ventaja para encontrar a su presa. Aunque la violenta muerte de Dyami había cambiado en cierto modo las cosas, y a pesar de que intentaban aparentar que no les afectaba, sí que había anidado en ellos una creciente preocupación.
- La piel del puto oso que devoró a Dyami decorará mi buhardilla - decía TJ asintiendo convencido mientras andaba apartando ramas con el cañón de su rifle, a lo que Chazz respondió:
- Como se suele decir, “no vendas la piel del oso antes de cazarlo”, así que mantente alerta. -
- ¿Bromeas?, ese animal estará reposando su festín en cualquier cueva. -
- No olvides que dentro de poco hibernará, por lo que estará aumentando sus reservas de energía, o lo que es lo mismo, en estos momentos su única ocupación es alimentarse para ganar peso. -
- Dios, no puedo quitarme de la cabeza al pobre indio - intervino Marvin agachando la cabeza pensativo.
- Tranquilo viejo, cazaremos a ese bicho y de paso al indigente de mierda - le comentó Brandi antes de lanzar al suelo uno de sus negros escupitajos. -
- Sí - contestó este alzando la cabeza con media sonrisa - por supuesto que lo haremos.
- ¡Tssshh! - dijo TJ mirándoles con los ojos muy abiertos. Chazz se había detenido levantando el brazo derecho en forma de “ele”, indicando que se pararan. No podía remediar sus costumbres y jergas militares. Los demás observaron que este se agachaba, miraba algo en el terreno y hacía un gesto para que TJ se acercara. El tipo, al ver las marcas en el suelo miró a Chazz desconcertado.
- ¿Qué ocurre? - preguntó Brandi susurrando.
Chazz, sin prestarle atención, miró en derredor buscando algo y no tardó en encontrarlo. Giró la vista hacia la fría y ruda cazadora, apuntándose a sí mismo a los ojos con los dedos formando una “uve”, y posteriormente señalando al suelo. Los otros tres se acercaron y la interrogación asomó en sus rostros al ver dos huellas de botas que llegaban desde direcciones distintas y se unían en un punto.
- Hay alguien con él - dijo en voz baja Chazz, y tras una pausa para evaluar las marcas, añadió - y por las huellas que vienen desde la izquierda, diría que es Bubba. -
- ¿Cómo puedes saberlo? - preguntó Marvin.
- Observa la profundidad que tienen esas pisadas. Eso indica que su dueño pesa más que nuestro fornido amigo. -
- Pero Bubba se marchó con el quad a buscar excursionistas, ¿qué haría entonces aquí? -
- No sé, ¿quizás buscar excursionistas? - contestó Chazz con ironía, visiblemente irritado. -
- Seguramente bajase por la ladera al sureste y dejaría el quad en el refugio. Puede rodear todo esto, pero acceder con el quad hasta aquí es imposible - opinó Tj.
- Pues esto nos plantea un gran problema, porque a estas alturas el negro le habrá contado lo ocurrido al guardabosques y este habrá llamado a la policía - dijo Brandi totalmente pálida.
- ¿Queréis pensar con la cabeza de una puñetera vez? - habló Chazz mirándoles mientras se rebuscaba en el bolsillo lateral del pantalón con tratando de sacar su teléfono móvil - aquí nunca hay cobertura, y con la lluvia el walkie-talkie de poco sirve estando tan lejos de la parte turística del parque. Solo tienen una opción, guarecerse y esperar que amaine el temporal para pedir ayuda. Estoy seguro de que si seguimos sus huellas, estas van hacia el refugio. -
- Pero si es así, podrían montarse en el quad y largarse de aquí. -
- ¿Con lo que pesan ambos y lo blando que se está poniendo el terreno?... imposible, se quedarían atascados a las primeras de cambio. -
- Puede que tengas razón - admitió TJ agachando la cabeza.
- Además, tienen un problema mayor -
- ¿Cuál? - preguntó Marvin.
- El oso. Ese animal huele la sangre desde muy lejos y el negro va herido. Apuesto a que seguirá su rastro para procurarse una buena cena. -
- No, ellos no tienen ese problema - intervino Brandi, y señalando con la barbilla a espaldas de los demás, añadió - lo tenemos nosotros.
Todos se giraron y a unos diez metros, medio oculta por la vegetación, un pelaje marrón rodeaba un ojo blanco que les observaba.



* * * * * *



Remontando un promontorio de resbaladiza hierba, Eddie y Bubba llegaron hasta el refugio, ante el cual se encontraba estacionado el quad del guarda forestal. A un lado había un pequeño cobertizo donde supuestamente habría herramientas, y a unos metros ante él una rejilla atornillada a una tosca plancha de hormigón en cuyo interior había un generador.
Al entrar en la cabaña Eddie comprobó lo que se intuía desde fuera. Era pequeña, con una cama a un costado, una mesa desvencijada con cuatro sillas a su alrededor y una reducida cocina al fondo. Pero a él, cansado, herido y asustado, le pareció un hotel de cinco estrellas. Tardó en reparar en la reluciente emisora de radio portátil que había al entrar a la derecha, junto a la ventana.
- ¿Eso es lo que creo que es? - preguntó esperanzado a Bubba.
- Sí, la instalaron hace una semana. Espero que funcione bien y podamos avisar de la situación. Voy a encender el generador - sentenció dándose la vuelta y saliendo hacia la izquierda de la cabaña.
Eddie no tardó en oír los intentos de Bubba por arrancar el motor, pero tras cuatro tentativas le oyó maldecir.
El grandullón vestido de color verde kaki, volvió sobre sus pasos y entró a la cabaña.
- Le dije a Kobe que rellenase el depósito de gasoil del generador, ¡joder! -
- Si el quad es diésel, podría usar el gasoil de su depósito. -
- ¡Coño, es verdad!, buena idea chico. Le dejaré en el depósito apenas lo justo con el fin de utilizarlo en caso de necesidad, aunque con la lluvia el terreno está demasiado fangoso para moverse con él.-
- ¿Tiene con qué sacar el gasoil del depósito? -
- No, pero algo se me ocurrirá, no te preocupes. -
- Un trozo de manguera le puede servir. -
- ¿Y para qué iba a tener yo una manguera en mitad del bosque, muchacho? -
- Cierto, soy estúpido. -
- No, no eres estúpido y la prueba es que sigues vivo. Pero la próxima vez intenta no pensar como un chico de ciudad. -
Tras admitir la sugerencia, siguió pensando. Mientras tanto, Bubba iba deambulando por la cabaña abriendo cajones y revisando estantes, pero no lograba encontrar algo que apañar para conseguir su propósito. Incluso se le ocurrió una buena idea, como meter una prenda en el depósito, que esta se empapase de gasoil y luego exprimirla para obtener el combustible, pero esta vez fue Eddie quien le hizo desistir de la idea, pues eso llevaría demasiado tiempo e intuía que sus perseguidores no tardarían en aparecer.
- Si hubieras tenido una piel mudada de serpiente, nos habría servido - comentó Eddie.
- ¿Te has vuelto loco, chaval? -
- ¿Por qué?, nos valdría de conducto perfectamente. -
- Sí, pero no sería yo quien succionara a través de ella para sacar el gasoil, te lo aseguro. ¿Eres consciente de la cantidad de microbios que puede contener? -
- La verdad, no había reparado en ello, tan solo intento pensar algo rápido. -
Bubba le miró de reojo durante unos segundos y volvió a sus cavilaciones.
Finalmente, tras divagar un rato más, acabaron por hacerlo de la manera más rudimentaria. Los dos fornidos hombres unieron fuerzas para volcar de costado el quad, colocaron junto a la boca del depósito la garrafa que habitualmente utilizaban para llenarlo de gasoil y que previamente había traído Bubba del cobertizo, y destaparon el tapón para poder verter el combustible.
Cuando Bubba estimó que era suficiente, colocaron de nuevo erguido el vehículo y fueron a poner el gasoil en el generador, momento en que Bubba indicó a Eddie que se marchase a la cabaña, pues no quería tenerle allí fuera herido sabiendo que el olor de la sangre fresca podría atraer a ciertos animales, especialmente a uno de ellos.

Minutos después, la emisora de radio zumbó al ser encendida ante la esperanza reflejada en los ojos de Eddie.
- Al habla Bubba, al habla Bubba, ¿alguien me recibe?, cambio. -
Al otro lado solo se oía un hormigueo estático.
- Aquí Bubba desde Chugach, ¿me recibís?, cambio - insistía mientras movía el dial de la emisora tratando de encontrar la frecuencia idónea.
Tras unos segundos poco alentadores, la radio chasqueó con un ruido metálico y una voz entrecortada sonó al otro lado.
- Aquí Ko…jefe…ambio. -
- Kobe, llama a la policía y diles que manden ayuda lo antes posible, cambio. -
- No…igo…ien…¿pued…petir, …efe? -
- Digo que llames a la policía y manden refuerzos. -
- ¿Po...cía?, ¿...ara qué? -
- Intento de asesinato. Llámales. -
- Le …toy perdiend… efe. -
Y ya no pudieron oír ni siquiera el “cambio”, tan solo el sonido estático.
- ¡Me cago en la puta!, vaya mierda de emisora que cuando hace falta no funciona. -
Ante la cara de desolación de Eddie, el guardabosques se levantó y fue hacia la pared cogiendo un botiquín que colgaba de la misma.
- Voy a curarte eso cuanto antes. Quítate la chaqueta, camiseta y todo lo que esté impregnado de sangre, meteremos esas prendas en una bolsa y luego la quemaremos. -
- ¿Se ha vuelto loco? -
- ¿Quieres que Shelby te siga el rastro y haga contigo lo mismo que con el indio? -
Eddie al pensarlo sintió un escalofrío y automáticamente negó con la cabeza.
Bubba comenzó a desgarrar las telas alrededor de la herida para sacarle al chico las prendas
sin que rozaran el trozo de flecha, pues cada vez que ello ocurría el muchacho daba un respingo de dolor. Una vez con el torso desnudo, le dio una toalla de un estante para que la mordiese diciéndole:
- Aguanta, esto te va a doler - y tiró del trozo de flecha, cuya punta metálica al salir, provocó un alarido en Eddie, ahogado por el mordisco a la toalla.
El agua oxigenada regó generosamente la ahora espumeante herida, reduciendo el riesgo de posibles infecciones. Una vez limpiada, Bubba procedió a suturarla, y para hacer más llevadero el dolor al hacerlo, le propuso a Eddie que le contase lo ocurrido. Este, ávido por narrar la odisea que había vivido las últimas horas, le explicó todo con pelos y señales hasta llegar a lo del indio. Cuando hubo terminado, Bubba, que había escuchado atentamente lo relatado por el muchacho, le dijo:
- Shelby es una osa muy especial, ¿sabes? -
- ¿Por qué motivo? -
- Ella era una osa domesticada, era propiedad de un domador circense. -
- ¿Y qué hace aquí? -
- Es una larga historia. -
- Ahora mismo tenemos tiempo, al menos hasta que aparezcan Chazz y su séquito, aunque confío en que antes les encuentre Shelby y si no les devora, que al menos los asuste tanto que se tengan que marchar. -
- Yo no contaría con eso. Chazz es muy tenaz y no se irá por la intromisión de Shelby. -
- Pues entonces que se los coma. Igual se sacia con ellos y nos deja en paz a nosotros. -
- Verás - comenzó a decir con paciencia Bubba mientras sentado en su silla se echaba hacia delante frotándose las manos y bajando la vista, como si meditara cuidadosamente lo que iba a decir - yo de ti tampoco me alegraría de que Shelby haga de ellos su cena. -
- ¿Por qué, prefieres que lo seamos nosotros? -
- Evidentemente que no, además tendría un gran festín sobre todo conmigo - dijo con media sonrisa, secundado por la risa del muchacho.
- ¿Entonces? -
- Si Shelby consigue ese objetivo de zampárselos a todos, le hará aún más peligrosa. -
- ¿Y eso por qué? -
- Muy sencillo. Se ha comido al indio porque ella ya había probado la carne humana y al parecer debió gustarle, lo que significa que es muy probable que vaya tras ellos o tras nosotros. Pero lo peor es que está a punto de hibernar, lo que se traduce en que está comiendo todo lo que puede para ganar peso y soportar la dura época que se avecina, así que ya no se puede permitir el lujo de tener presas apetitosas al alcance de sus fauces y dejarlas escapar. -
- ¡Joder!, nos está mirando como a su despensa particular, ¿verdad? -
- Bueno, es una forma muy desagradable de decirlo, pero sí, algo parecido. -
- Mi gran día mejora por momentos - comentó el chico echándose las manos a la cara como pensando en lo que se le venía encima.
- ¿Aún sigues queriendo saber la historia de Shelby? -
- Sí - asintió lentamente Eddie - prefiero saber a qué nos enfrentamos.
- De acuerdo - dijo con resignación Bubba - pues es la siguiente. Había un circo que giraba por las poblaciones de Canada, entre cuyas atracciones estaba la de las peripecias de una osa y su adiestrador. El tipo era un borracho, y siempre que pillaba una buena cogorza la pagaba con el animal, le daba latigazos, palos, etc… -
Eddie escuchaba absorto ignorando prácticamente el dolor de estar siendo cosido a lo vivo, sin anestesia.
- El animal estaba completamente amedrentado, pues siempre había vivido en cautividad, de ahí también su tamaño al haber sido sobrealimentada. Pero como digo, era incapaz de defenderse, tenía un miedo atroz al látigo de su amo y más aún cuando una de esas tantas noches de embriaguez, un latigazo mal tirado por el desgraciado impactó en la cara de Shelby.-
- De ahí su cicatriz y ese ojo blanco, ¿no? -
- Exacto. Por la mañana, cuando se le pasó la resaca, el tipo al ver lo que había hecho, lloraba desconsolado porque realmente quería mucho a ese animal. Sin embargo Shelby, que siempre se había mostrado cariñosa y juguetona con él, permanecía en una esquina de su jaula sin querer acudir al encuentro de su amo como siempre hacia. En vez de eso, probablemente traumatizada por el suceso, cuando él se le acercaba, ella gruñía.
Pasaron unos días en los que parecía que todo volvía a la normalidad y la osa se mostraba más sociable, aunque nunca como lo era antes.
Una noche en plena función, tras uno de los números que constituían la actuación, el adiestrador se giró para saludar al público. Esto fue aprovechado por Shelby para abalanzarse sobre él zarandeándole como a un muñeco. Todos los esfuerzos del resto de trabajadores del circo por persuadirla fueron en vano.
Cuando el cuerpo del tipo quedó inerte sobre la pista, Shelby, a ojos del aterrorizado público, empezó a comérselo. La gente corrió en estampida hacia la salida de la carpa ante tan horrenda visión. Apenas le dio tiempo de ingerir un par de bocados de uno de los muslos del desdichado, cuando el domador de leones apareció con una pistola de dardos tranquilizantes proyectándole dos en el lomo. -
- Hay una cosa que no entiendo. ¿Por qué no la sacrificaron después de aquello? -
- Esa era la idea, pero al enterarse de la vejatoria vida que le daba su amo, la protectora de animales entró en escena con sus abogados para que el animal fuese indultado y puesto en libertad en un lugar donde pudiese vivir en paz. Las autoridades del estado no estaban muy convencidas, pero la fuerza popular hizo que finalmente cediesen y fue liberada. Decidieron trasladarla desde Canadá hasta aquí, en Chugach, lugar donde residen muchos osos y en el cual podría relacionarse y procrear libremente, aunque eso nunca ha ocurrido. Le gusta estar sola y cuando algún oso ha osado, nunca mejor dicho, arrimarse a ella, le ha atacado con ferocidad hasta el punto de hacerles huir.
Pero el verdadero problema es que un animal de estas características, una vez que ha matado y probado la carne humana volverá a hacerlo sin dudarlo si tiene la oportunidad. Por eso quiero que te deshagas de todo lo que lleves impregnado de sangre, porque teniéndote tan cerca ella sabe que estás herido y eres un buen bocado que no intentará dejar pasar. -
- Dios…- dijo Eddie desviando la mirada sobrecogido.
- Bueno, esto ya está. Voy a ponerte yodo, unas gasas, te lo vendaré y trataremos de salir de aquí. -
- Pero oiga, si me deshago de mi ropa, ¿con qué me visto?, ¿no pretenderá que vaya desnudo por ahí? -
- En aquel armario pequeño tienes jerséis, chaquetas y demás vestimenta mía de guardabosques. Coge lo que necesites. Te estarán algo grandes, pero es mejor que nada. -
- ¡Eh! - dijo Eddie levantándose dolorido de la silla.
- Dime - contestó Bubba, mientras guardaba en el botiquín los materiales utilizados en la sutura.
- Gracias. -
- No hay por qué darlas, ¡estoy aquí para salvarle el culo a los visitantes! - exclamó Bubba sonriendo, para añadir después - aunque se podría decir que tú eres de todo menos un excursionista.
En ese instante, la mueca distendida en el rostro de ambos, desapareció de raíz. Un par de disparos retumbaron en la tarde-noche que ya caía sobre Alaska.
- ¿Qué ha sido eso? - preguntó Eddie con los ojos muy abiertos. Bubba le miró y contestó:
- Eso solo puede significar una cosa. -
- ¿El qué? -
- Que Chazz y los suyos se han cruzado en el camino de Shelby. -

(CONTINUARÁ...)

Pepe Gallego

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"Sin aliento" (Cap.4 "Shelby") por Pepe Gallego se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

sábado, 14 de septiembre de 2013

"Sin aliento" (Capítulo III)



Capítulo.3 - “Corre o muere”


Miró a su alrededor y se mordió el labio contrariado por no poder llevar a cabo el plan que en su mente ya tenía trazado, que consistía en correr cuando se lo dijeran pero engañarles volviendo sobre sus pasos rodeando aquella explanada, y mientras ellos iban en su busca seguidamente coger la camioneta e ir a Anchorage a denunciar, eso si no conseguía encontrar antes al guardabosques.
Una especie de bufido tras de sí le sacó inmediatamente de sus pensamientos. Se quedó paralizado. A sus espaldas, algo resoplaba y caminaba hacia él. Sin querer hacer un movimiento brusco, ladeó un poco la cabeza para mirar por el rabillo del ojo. La hierba crujía tras cada pisada de lo que se acercaba por su retaguardia. Sin poder detenerse a mirar, Eddie echó a correr hacia la planicie sin saber a dónde dirigirse, pues el miedo había alertado su aparato locomotor, pero su cerebro no alcanzaba a discurrir una idea concreta, solo correr. De un salto, se aferró a una rama baja de un árbol para alzarse al mismo, pero esta no era demasiado gruesa e inmediatamente cedió al peso de Eddie, que apenas tuvo tiempo de balancearse en la misma cuando se notó atraído por la gravedad terrestre. A plomo, cayó al suelo de espaldas costándole unos segundos poder recobrar la respiración. Olvidándose del golpe, miró atrás nervioso y lo que observó le hizo maldecirse a sí mismo. Con la cabeza alzada masticando hierba, un caribú le miraba curioso sin inmutarse del lugar desde el cual había iniciado la carrera.
- ¡Seré gilipollas, me cago en la leche! - masculló Eddie levantándose trabajosamente y despegando los pegotes de fango adheridos a la parte posterior de sus pantalones, tras el costalazo en el fracasado intento de huida.
El caribú, continuó a lo suyo bajando la cabeza y engullendo más hierba.

El chico se ajustó la mochila a la espalda, echó un vistazo a su alrededor y decidió ir hacia abajo del claro, pues era evidente que subir la pendiente que acababa de bajar rodando no era buena idea, y menos sabiendo que desde ese sentido debían llegar aquellos maníacos armados hasta los dientes para darle caza. Así pues, echó a trotar yendo hacia la zona boscosa, pues recordó algunos documentales de los muchos que solía ver tomando el tentempié en la conserjería en la que trabajaba en Detroit, en los cuales explicaban que habitualmente encontrar algún riachuelo y seguirlo no solo era una manera de no perderse, sino que además era sinónimo de agua y comida, algo vital cuando se está perdido. 

Llevaba un rato abriéndose paso entre la flora que inundaba el lugar, cuando cayó en la cuenta de que a cada paso el follaje se hacía más espeso y complicado de atravesar y, al mirar hacia atrás comprendió lo necio que había sido, pues el reguero de plantas torcidas y pisoteadas que estaba dejando tras de sí era un rastro tan evidente, que hasta él siendo un tipo de ciudad podría seguir fácilmente para encontrar a quien lo iba dejando. Debía apartarse de ese sitio y buscar un sendero de más fácil acceso y por el que pudiese moverse más rápido, pues hacía ya unos minutos que no trotaba, solo andaba y apartaba ramas, cosa que le estaba ralentizando si quería sacar ventaja a aquellos energúmenos que probablemente ya habrían partido en su busca. Aunque claro, salir de allí era sencillo de decir, pero complicado de lograr. Hacia atrás por donde había venido no podía volver desde luego, porque perdería todo lo avanzado. Además, aquellos tipos eran expertos en caza y conseguirían llegar hasta él si no aceleraba el paso hacia otra dirección en la que no dejase rastro, o al menos no tan evidente.
A su derecha, observó que la frondosidad forestal era algo menor, así que decidió cambiar el rumbo tratando de buscar una zona menos poblada de vegetación y que le permitiese avanzar más deprisa, así que apartó unos helechos y continuó la marcha.


* * * * * *


- Mira esto, Chazz - señaló Dyami - aquí debió caer el negrito grandullón. Sus pisadas se alejan hacia aquel claro.
- Sí, será fácil rastrearle, sus pisadas dejan una huella bastante pronunciada. -
- Tienes suerte, amigo - comentó Marvin mirando al caribú que pastaba tranquilamente a unos metros - si no fuese porque la otra presa nos interesa más, ya estaría despellejándote para poner tu carne al fuego. -
- Si supiese lo cerca que está de la muerte, estaría mucho más asustado y no andaría pastando tan tranquilo - dijo Brandi.
- ¡Bah!, ¿asustarse? - respondió TJ - este estará acostumbrado a ver excursionistas de esos a los que les gusta salirse de la ruta preestablecida. Eso sin contar que no sea uno de los ejemplares que se pasean por las calles de Anchorage como si tal cosa. -
- Dejad al maldito caribú, ¿queréis? - intervino Chazz - tenemos un asunto más importante que tratar. Vamos a dividirnos. Yendo los cinco juntos nos puede localizar más fácilmente para ocultarse. Además, así cubrimos más terreno y evitamos que vuelva sobre sus pasos. -
- Yo iré solo - aseveró con determinación Dyami - de ese modo me moveré más rápido.
Chazz asintió con la cabeza y predispuso:
- Muy bien. Águila seguirá el rastro del chico. TJ, tú vendrás conmigo por el lado este. Marvin, Brandi, vosotros dos por el oeste. Tomad, estaremos en contacto con esto - dijo ofreciendo un walkie-talkie a la peculiar pareja formada por el hombre mayor y la chica, y otro a Dyami. Luego, abriendo una caja de municiones con unos cartuchos especiales de color amarillo, comentó - si os veis en apuros, disparad la pistola de bengalas para que sepamos dónde estáis. Pero ¡ojo!, solo en caso de extrema necesidad, no queremos que el guardabosques husmee por aquí, o en el peor de los casos envíe una patrulla de rescate, ¿entendido? -
- Yo no necesitaré eso - respondió de inmediato el indio - antes de que ese desdichado me pueda ver, ya lo habré ensartado con una de mis flechas. -
- Admiro tu confianza, pero insisto en que lleves el walkie-talkie, no quiero sorpresas desagradables - comentó Chazz.
- Venga, viejo - se dirigió Brandi a su compañero - vamos a cazar a ese puto indigente.
- Te ha dolido que te haya despreciado como mujer, ¿eh? - dijo con sorna TJ. Brandi le miró desafiante y sin apartar la vista, escupió tabaco mascado a los pies de él diciendo:
- Ya hablaremos tú y yo, picha floja. -
- ¡Uuuuh! - se cachondeó Marvin.
- ¡Eh! - saltó Chazz - esto no es un juego - y postrando la vista fijamente en Brandi le convino - id con cuidado.
La chica asintió levemente y se giró iniciando la marcha en dirección oeste con Marvin.
Dyami, sin mediar palabra avanzó a paso ligero siguiendo las huellas que se alejaban hacia el final del claro, desde donde se iniciaba el rastro de plantas torcidas y pisoteadas que había dejado el muchacho.
- Vamos - ordenó Chazz a TJ, tomando la ruta al este.

Mientras tanto, Eddie había conseguido salir de la parte más espesa por la que transitaba, caminando ahora con mayor rapidez y menos esfuerzo. Los arañazos que los arbustos habían producido en su rostro y manos le escocían al estar bañadas por la salinidad de su sudor. El chico comenzaba a resoplar, pues no estaba habituado a una actividad de esa índole. Sí, continuaba entrenándose en el gimnasio, pero a decir verdad hacía bastante tiempo que no realizaba ejercicios cardiovasculares como correr o hacer bicicleta, tan solo pesas y abdominales, y el ajetreo diario en su trabajo de conserje era casi nulo.
Apenas sin darse cuenta, había aminorado su cadencia de paso inicial debido al cansancio, y a pesar de que atravesar el paraje era menos fatigoso que minutos atrás, su ritmo estaba mermando. Se apoyó en un tronco para respirar hondo y entonces observó el entorno. Si no fuese por el momento crítico que estaba viviendo, el sitio era un paraíso de colores, de sonidos que llenaban de vida el lugar como el trinar de los pájaros, el mecer de las ramas de los árboles que provocaba la brisa, el canto de las cigarras, el arrullo de corrientes de agua…
En ese instante, volviendo a repetir mentalmente esas últimas palabras, Eddie comprendió que no debía de andar lejos de un río. Escuchó atentamente. Sí, no había duda, el sonido llegaba desde algún lugar a su derecha, así que bruscamente y con decisión se apartó del árbol para poner rumbo en busca de esa corriente de agua.
Pero en ese momento, un silbido rasgó el aire y algo impactó en el tronco haciendo que saltaran astillas.
Eddie, con los ojos desorbitados, observó la flecha que aún vibraba, y sin pensarlo dos veces echó a correr mirando atrás aunque no pudo ver a nadie.
El indio, que evidentemente sería el emisor de esa flecha con su arco de precisión, a buen seguro que le estaría observando desde su visor.
El muchacho, en su atropellada carrera tropezó con la raíz saliente de un árbol y estuvo a punto de caer, pero logró mantenerse en pie no sin esfuerzo. Cada cuatro o cinco zancadas, miraba hacia atrás esperando ver de un momento a otro alguna flecha volando hacia su cabeza. Frenó un poco su batir de piernas al llegar a un descenso pronunciado de unos cuatro metros, que bajó a trompicones agarrándose a las plantas que encontraba a su paso. Hacia la mitad, resbaló cayendo sobre el trasero y así llegó hasta abajo, deslizándose por el barro. Se irguió y continuó corriendo en post del resplandor que atravesaba un conjunto de árboles y, tras sortearlos, se alivió al ver el plateado brillo del río.
Esprintó hacia la orilla, formada en su mayoría por grisáceas piedras redondeadas por el desgaste y erosión del agua, y las quiso sortear tan rápido que pisó en falso una de ellas, desplazándose sobre las otras y originando que su tobillo derecho cediera hacia fuera cayendo de bruces.
No había tiempo para lamentarse y se levantó tan rápido como pudo. Cojeando ostensiblemente, se fue acercando al riachuelo para atravesarlo. El calado del río a esa altura era de poco más de un metro. Eddie, comenzó a avanzar y tuvo que hacer un esfuerzo para mantenerse firme, pues el líquido elemento descendía con fuerza desde la caída que había a su derecha. Cuando ya estaba justo a medio camino, el ruido del gorgoteo del agua le impidió esta vez oír el silbido rasgando el aire. Tan solo sintió un impacto y un dolor indescriptible en el hombro izquierdo.
En esta ocasión el indio sí acertó. Las piernas del fornido muchacho flaquearon y su voluntad nada pudo hacer para no ser arrastrado por las bravas aguas.
- Al habla Dyami, ¿me recibís?, cambio. -
- Aquí TJ, cambio. -
- Le he acertado en un hombro, repito, le he acertado en un hombro, cambio. -
- ¿Cómo?, ¿le has dado, tío? -
- Trae - dijo Chazz arrebatándole el walkie a TJ de la mano.
- Al habla Chazz, confirma si le has herido, cambio. -
- Afirmativo. Mientras atravesaba el río, cambio. -
- ¿Dónde está ahora?, ¿le tienes localizado?, cambio. -
- No, tras el impacto se ha caído en el agua y esta lo ha arrastrado río abajo, cambio. -
- ¡Vaya! - dijo contrariado Chazz, y apretando el botón le comunicó al indio - Buen trabajo, Águila. Síguele río abajo, mientras tanto nosotros iremos en esa dirección y supongo que Marvin y Brandi no deben andar lejos, ¿verdad?, cambio.-
- Afirmativo - se oyó decir la voz de Brandi - vamos hacia abajo, a ver si se frena en la zona del estuario, cambio. -
- Bien, nos vemos allí, cambio y cierro. -
Chazz miró sonriente a TJ comentándole - ya ves chico, la diversión continúa. -
- ¡Sí!, vamos a cazar a ese mamón, le dije a mi madre que volvería para cenar su delicioso pastel de carne. -


* * * * * *


Mareado por el impacto de la flecha que llevaba alojada en el hombro, Eddie emergía y se zambullía constantemente en su rápido descenso río abajo, tragando agua sin cesar. Apenas le daba tiempo a ver nada a su paso, ni siquiera un saliente al que poder agarrarse. En uno de los muchos giros y volteretas a los que estaba expuesto, se acercó demasiado al fondo empedrado y la flecha tropezó con una roca rompiéndose por la mitad, provocando que la punta de la misma se retorciera bruscamente en el interior de la carne de Eddie haciéndole gritar de dolor, aunque su alarido quedó rápidamente aplacado por otra bocanada de agua. De hecho vomitó casi de inmediato. Continuó descendiendo un rato. De reojo, vio un borroso bulto marrón en los márgenes del río. Debía ser la base de un tronco que quedase de lo que una vez fue un árbol, pero estaba demasiado lejos para intentar agarrarlo. De súbito, un salto de agua le hizo caer a un nivel inferior y en la caída apoyó sus pies en el empedrado suelo. A duras penas logró ponerse erguido y lo consiguió gracias a que ahí la profundidad era de poco más de medio metro.
Las asas de la mochila se le habían salido de los brazos, pero esta permanecía sujeta aún por el broche de la cintura. Algunos peces de color rojizo saltaban en torno a él. Alcanzó la orilla como pudo, tosiendo, sentándose y palpándose el trozo de flecha que aún tenía clavada. Tuvo que morderse el labio para no gritar. Se miró la temblorosa mano teñida de sangre.
La herida le dolía hasta al respirar, pero ahora mismo su prioridad era escapar.
No obstante, necesitaba recuperarse de las náuseas y recobrar fuerzas para continuar su huida, así que decidió descansar un par de minutos antes de reanudar la marcha. Transcurrido dicho tiempo, apoyó la mano derecha en el suelo para levantarse, pero algo le pinchó haciéndole retirarla de inmediato. Una raspa de pescado había sido la causante de la punción.
Entonces, Eddie comenzó a mirar a su alrededor comprendiendo el lugar en el que se encontraba. Los peces rojos que saltaban remontando el río eran salmones, y aquella parte baja de agua y piedras era un estuario que, probablemente y a tenor de la espina de pescado con la cual se había pinchado y por otras que fue observando a medida que reparaba en los detalles, era un lugar donde algunos animales se alimentaban. ¿Y quién solía ir a los estuarios a pescar salmones?
- Osos - se dijo a sí mismo en voz baja como solucionando la conjetura. Ahora se le vino a la mente aquel bulto borroso que vio más arriba en un margen del río. Seguro que no era ninguna base de tronco y se alivió de no haber estado cerca para tratar de agarrarse, porque si aquello era lo que pensaba, él habría sido el salmón que pescara ese oso.
En ese momento se olvidó del dolor que invadía su hombro y trató de incorporarse, lo que consiguió a duras penas. Con el tobillo dolorido y la flecha clavada en el hombro, no llegaría demasiado lejos. Necesitaba encontrar algo que le procurase apoyo, un palo que le hiciera las veces de bastón o muleta improvisada. Pero también necesitaba pensar una estrategia que le permitiera dar esquinazo a sus perseguidores y seguir con vida. Se giró mirando en todas direcciones buscando el palo y decidió que sería más fácil encontrarlo bosque adentro.
- ¿Dónde crees que vas? -
La voz sobresaltó a Eddie. De entre los árboles de la otra orilla surgió la figura de Dyami empuñando su arco tensado apuntándole. El chico entendió que su suerte estaba echada y que ya no importaba nada de lo que acababa de pensar sobre estrategias.
- Ponte de rodillas - le ordenó el indio.
- Por favor, no me mates. ¡Esto es una locura, tío! -
- ¡He dicho que te arrodilles! -
El muchacho hizo caso lentamente, pues sabía que desde esa distancia no tenía escapatoria ante la destreza de aquel tipo. Este atravesó los ocho o diez metros de anchura entre una orilla y otra del río, destensó su arco, se lo colgó al hombro y sacó su pistola apuntando a Eddie. En ese momento la radio crepitó.
- Chazz al habla. Dyami, ¿alguna novedad? -
El indio apretó el botón del walkie y comenzó a decir:
- Sí, lo tengo delante y encañonado con la pistola. Voy a ejecutarlo ahora - pero detuvo sus palabras al ver el temblor incontrolado en el chico, con el espanto dibujado en su rostro y mirando en dirección a la espalda de su captor.
Un gruñido heló la sangre del indio que comprendió en ese instante lo que pasaba. Con lentitud, giró el cuello y su mirada se cruzó con la de ella. Una mirada agresiva acentuada por una cicatriz que atravesaba su ojo derecho, el cual tenía completamente blanco probablemente a causa de esa antigua herida.
Dyami no tuvo tiempo de alzar su pistola. La enorme osa grizzly se abalanzó sobre él derribándolo y mordiéndolo ferozmente. Los intensos y desesperados chillidos del indio inundaron el lugar y atravesaron el aparato que aún mantenía pulsado, haciendo que los gritos llegaran hasta las dos parejas de compañeros y que dejó a estos petrificados oyendo el receptor, justo cuando los alaridos se transformaron en un gorgoteo apagado y en un crujir de huesos bajo la poderosa mandíbula de la osa.
Eddie, totalmente horrorizado, se había ido arrastrando marcha atrás de la dantesca escena que le había tocado en suerte contemplar.
El cuerpo prácticamente inerte del indio, tan solo era sacudido ya por espasmos nerviosos y por la fuerza de las dentelladas del animal, que tenía teñida de rojo escarlata la cara y arrancaba un pedazo de carne de la garganta del desdichado Dyami. Lo que era un copioso festín para la descomunal fiera, para Eddie era una de las visiones más horrendas que jamás pensó que llegaría a ver tan de cerca.
De pronto, la osa alzó la vista y enfocó al muchacho. Con aquella terrorífica mirada semi-opaca, parecía indicarle que dominaba la situación. Pero no fue a por él, se quedó devorando a su presa. Eddie aprovechó para ponerse en pie, no sin dificultad pues le temblaban las rodillas de miedo, y comenzó a andar río abajo para apartarse de aquel lugar de muerte. Decidió que tal vez era mejor permanecer cercano al río, pero oculto entre el follaje colindante para no ser un blanco fácil. Mientras lo hacía, iba pensando que quizás aquel hijo de puta que estaba a punto de arrebatarle la vida había recibido su merecido. Pero aun así, no pudo refrenar un sentimiento de lástima ante la muerte tan espantosa que había tenido. Eddie, con un torrente de sensaciones atravesándole el cerebro, se preguntaba a sí mismo por qué la osa le había perdonado la vida. Entonces cayó en la cuenta. La herida. El animal se dio cuenta de que estaba herido y probablemente podría rastrear su olor en cuanto quisiera darle caza, por lo que de momento prefirió centrar su atención en la suculenta comida que representaba para ella Dyami.
Definitivamente debía apartarse de allí cuanto antes, así que corrió hacia el interior del bosque y se dirigió hacia la zona montañosa para intentar conseguir dos cosas; una cueva pequeña donde poder protegerse de la grizzly, pues a buen seguro iría en su busca, y un lugar alto desde el que poder hacer alguna señal de auxilio, ya fuese encendiendo un fuego o si llegase a nevar como se preveía, escribir un mensaje en la nieve que pudiese ser visto por alguna avioneta o helicóptero que sobrevolase la zona.
Estaba dolorido, fatigado, cansado y muy asustado, pero lo único que importaba en aquellos momentos era avanzar para tratar de salvar la vida. Resopló un par de veces mirando a su alrededor y continuó adentrándose en el bosque.


* * * * * *


Chazz, con la punta del cañón de su rifle, apartó las ramas de las plantas adyacentes al río. Lo que vio le dejó cariacontecido. Lo que quedaba de Dyami era un amasijo de jirones de carne sanguinolenta, huesos, trozos de ropa y pelo. Tenía el abdomen totalmente devorado, así como sus muslos y le faltaba el brazo izquierdo casi por completo. Probablemente la osa se llevó ese bocado para esconderlo y comérselo en otro momento. En su mano derecha, una de las pocas partes que había quedado intacta, los nervios le mantenían contraídos los dedos y continuaban pulsando el botón del walkie-talkie.
A un lado, Marvin vomitaba junto a la orilla del río mientras Brandi permanecía de pie masticando tabaco, tensa y mirando en todas direcciones con su rifle preparado para disparar. De la osa no había ni rastro.
- ¡Dios!, ¿quién podía imaginar algo así? - dijo TJ quitándose el sombrero de cowboy.
- Esto entraba en las posibilidades - contestó fríamente Chazz, que se agachó junto al cadáver y recogió el walkie, lanzándoselo a TJ y diciendo:
- Esto es una advertencia para todos. Somos cazadores, pero aquí los hay de otro tipo y también podemos ser presas, así que a partir de ahora andaros con mucho cuidado. El río y sus cercanías, especialmente los estuarios, son territorio de osos y a juzgar por el diámetro de las dentelladas, el que atacó a Dyami es de unas dimensiones considerables. Además, ya ha probado la carne humana - hizo una pausa para oscilar la vista de un compañero a otro y añadió - y si tiene la oportunidad querrá probarla de nuevo. -
Marvin, recobrando la entereza, tomó la palabra:
- ¡Eh, mirad! - dijo señalando el suelo - aquí hay un pequeño rastro de sangre que se aleja hacia el interior.-
- Eso debe ser el rastro del propio oso manchado con la sangre de Dyami - opinó TJ.
- No, las huellas en el barro de ahí delante son de zapatos, no de las zarpas de un oso - discrepó Brandi.
- Que cabrón…- comentó pensativo Chazz - sabe que si continúa por la dársena del río estará vendido, ya sea por convertirse en un blanco fácil para nosotros o bien para los osos. Vaya, vaya - sonrió irónicamente - parece que nuestro amiguito aprende rápido - y rascándose el mentón se dirigió a TJ - creo que esta noche no probarás el pastel de carne de tu madre, muchacho - y se acercó al cuerpo de Dyami arrebatándole el enrojecido arco.
- Pienso que al indio no le gustaría que su arco se separase de su cuerpo - dijo contrariado Marvin.
- Nos puede ser útil. Además, al indio lo último que le importa ya es su arco - contestó Chazz agachándose junto al agua y dejando que esta limpiase la sangre adherida al artefacto, al tiempo que comentó - pero si hay algo que le gustaría sin duda es que una vez le demos caza a ese negro, lo vengásemos ensartando su cuerpo con una de sus flechas. -
La idea pareció calar en TJ, Brandi y Marvin, que asentían pensativos.
- En marcha amigos, tenemos a un puto indigente al que cazar - y todos caminaron hacia el interior del bosque.

(CONTINUARÁ...)

Pepe Gallego