lunes, 13 de abril de 2015

"El último andaluz"


A quien pueda interesar:

28 de Febrero de 2194, los últimos estertores del siglo XXII y puede que de la humanidad. 
Heme aquí en la calle Sierpes, lo que antaño era una bulliciosa calle sevillana plagada de tiendas y visitantes, convertida ahora en un pasaje del terror sembrado de cadáveres y escombros calcinados. Me encuentro apoyado en una derruida pared en sombras, tratando de no hacer ruido y escribiendo estas mis últimas líneas. Ella se encuentra sobre la Giralda, monumento que ha tomado como cuartel general, pero su oído es tan fino que podría escucharme desde esa distancia si no ando con sigilo.

Hace meses que no se nada del exterior, tanto ciudades españolas como de cualquier otro país. Ya no llega ayuda humanitaria, probablemente porque las criaturas atacan a los aviones en pleno vuelo y las autoridades han debido decidir que es demasiado arriesgado venir, o bien porque no queda nadie para poder prestar ese apoyo. Sea como fuere, estoy solo. Los pocos que quedaban luchando han ido pereciendo; unos abrasados, otros comidos vivos o simplemente por inanición. Ella y su prole lo han destrozado todo. Una progenie que finalmente cayó gracias a un grupo de osados escoceses que llegaron en mi auxilio bordeando Portugal en un pequeño barco pesquero, remontaron el río Guadalquivir desde Sanlúcar de Barrameda durante la madrugada, y consiguieron combatir hasta abatirlos a base de emboscadas. Pero ella era demasiado astuta y no tuvieron la más mínima oportunidad.


La ciudad arrasada, las calles cubiertas de ceniza, las comunicaciones anuladas, los vehículos inservibles, la población exterminada…Eso es lo que veo cuando miro a mi alrededor, y todo gracias a un imbécil que quiso jugar a ser Dios en el interior de un laboratorio de genética. Pudo haber creado una cura para el cáncer, pero prefirió ganarse la gloria trayendo a la vida a una criatura que sólo existió en las leyendas y en los cuentos, un dragón. O mejor dicho, una hembra de dragón, porque hasta para eso fue estúpido el científico, pues la creó sin pensar en la consecuencia que supondría no poder controlarla. Cuando escapó y se dieron cuenta de que se estaba reproduciendo sin necesidad de un macho, ya fue demasiado tarde para enmendar el error. El hombre, como siempre, es su mayor enemigo, sin duda. Pero ya de nada sirve lamentarse, ella está en la cima de la cadena alimenticia y nosotros somos sus presas. 

Hace semanas que no veo a nadie, debo ser el último humano de la ciudad, quizás de toda Andalucía, España o el mundo. No hay manera de saberlo.
Ahora, una vez consumidos mis recursos nutritivos, solo queda una cosa por hacer: Me acercaré a ella todo lo posible tratando de no alertar de mi presencia, y me lo jugaré todo a una carta. No puedo permitir que se vuelva a reproducir porque sería hombre muerto, aunque puede que igualmente lo termine siendo si fracaso en mi desesperado intento por aniquilar a semejante monstruo.
Quizás no logre mi objetivo, pero prefiero perecer atacando a ocultarme hasta morir de hambre, o peor aún, huir como un maldito cobarde. Además, aunque llegado a este punto probablemente esto ya no importe, aún queda un andaluz que recuerda qué día es hoy, 28 de Febrero de 2194.

A quien pueda interesar, aquí dejo mi última carta junto a mi documento de identidad, pues si no vuelvo me gustaría marcharme de este mundo pensando que hallaréis esto, y sabréis que aún quedaba alguien con las suficientes agallas para luchar por el futuro de una humanidad que se ha inmolado en la vanidad de llegar demasiado lejos.

Pepe Gallego

Licencia Creative Commons
"El último andaluz" por Pepe Gallego se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario