Tenía un culo apretado que hacía relamerse. No había nadie cuando nos cruzamos en aquel angosto callejón. Ella podía irse si quería, sin embargo continuaba allí, mirándome. Me acerqué intentando ser decidido, estirando el cuello y sacando pecho. Parecía halagada, pero después se apartó cuando estuve lo suficientemente cerca. Pero no se marchaba, ¿por qué?, ¿acaso estaba jugando conmigo?
Tras un par de intentos más en los que me esquivó, o como se suele decir coloquialmente, “me hizo la cobra”, perdí la paciencia. La agarré por detrás obligándola, casi de manera violenta, y cuando se quiso dar cuenta mi rojo y extasiado miembro, más enrojecido que nunca porque estaba a punto de estallar, se introdujo en su coño caliente. Protestó un poco, pero se dejó dominar y noté cómo se le humedecía su carnosa perla violeta, señal de que le gustaba.
¡Cómo no le iba a gustar, si no hacía más que jadear la muy perra!
Yo estaba sobre ella dándolo todo, reventándome la cintura con cada embestida. Lo que son las cosas, quién me iba a decir a mí diez minutos antes, que al pasar por ese desangelado pasaje, me encontraría a esta monada con ganas de que la sodomizaran a base de bien. Qué sorpresas te da la vida algunas veces.
Pero bueno, la realidad es que todo eso lo pienso ahora, porque en aquel momento lo único que mi cerebro era capaz de discernir, se traducía en “empuja y dale caña, que sepa lo que es un buen carajo”. Siento ser tan soez, pero esto no es una experiencia para contar de manera delicada y hasta timorata. Esto es un suceso del que, aparte de singular y hasta pornográfico, también hay que faldar y ponerse galones porque, ¿cuántas veces le ocurre esto a uno en la vida?
El caso es que no acaba ahí la cosa, porque en pleno fragor de la encarnizada batalla, nunca mejor dicho lo de encarnizada, je, je, y exhalando sudor a raudales desde mi propia boca, me cayó un jarro de agua fría.
Y dirán ustedes, “¿qué ocurrió?”…pues literalmente eso, que me cayó un jarro de agua más que fría, helada, a la vez que oí decir a una vecina:
“¡Largaos de aquí a follar a otro lado, perros asquerosos!”
La muy cabrona me cortó el rollo totalmente. Aquella perrita Marilyn se largó corriendo como alma que lleva el diablo y yo me quedé allí, empapado de agua, con el pito tieso y cagándome en los muertos de aquella bruja con rulos que asomaba por la ventana con una palangana, aunque ella probablemente solo me escucharía decir “¡Guau!, ¡guau!,…¡Y GUAU!”
Qué vida más perra…
Pepe Gallego
"El callejón" por Pepe Gallego se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Jajajaja
ResponderEliminarEste es el mejor de todos. Me gusta la escritura llana, sin exceso de flofituras...
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ResponderEliminarpero, entonces no es erótico pasa a ser pornértico
Eliminarpero, entonces no es erótico pasa a ser pornértico
EliminarEs una situación pseudo todo, erótica, cómica, pornográfica si se quiere...un compendio, jejeje.
Eliminar50 sombras de Pepe...
ResponderEliminarMuy bueno tío. Qué imaginación. Qué Dios te la conserve... la imaginación, ehhhh???
Jajajaja, deja al de las sombras, que tiene abducidas a todas las marujas, jajaja.
ResponderEliminarGracias por leerlo :)
Y el macho que raza era? Un naborman? Jajaj
ResponderEliminarAl macho le cortaron el rollo totalmente, jajaja.
EliminarJejeje, la verdad es que me apetecía hacer algo distinto, pues como habrás visto, no me gusta encasillarme en un género u otro. Los estados de ánimo a la hora de escribir, al menos en mi caso, son determinantes para intentar exprimir lo que deseo escribir en cada momento.
ResponderEliminarSi he conseguido que te rías, ya es un premio para mí, jejeje.
jeje, que vida más perra. Esta bueno un poco de humor a estas horas ¡Guau!
ResponderEliminarJaja. Muchas gracias por leerlo y participar, Ender. Y si encima te has reído, objetivo conseguido. Saludos!
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