Un saludo y espero que lo disfrutéis.
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“Escrito con sangre”
Con las mangas de la camisa remangadas hasta el codo y las gafas redondas postradas en la punta de su nariz, el notario paseaba por la estancia revisando papeles. Jaime Luna era un hombre corpulento, de
pelo moreno aunque con tez blanquecina. Habitualmente era un tipo sereno, pero tras la repentina muerte
de Hilario de Almansa, un empresario millonario muy amigo suyo, se había vuelto más tenso que nunca
debido a la responsabilidad adquirida al ser el notario elegido por el difunto para llevar a cabo la
ejecución de su testamento, el cual conllevaba un estrés importante debido a la complejidad y
peculiaridad del mismo.
Jaime se acercó con paso lento pero firme hacia Carmen Saavedra, una exuberante mujer de ojos celestes
y pelo largo liso, rojizo como el fuego. Vestía traje de chaqueta beige, blusa color vainilla que dejaba
entrever unos prominentes senos entre los cuales pendía un bonito camafeo de nácar con bordes dorados.
Carmen era la secretaria de Hilario de Almansa, pero tras la muerte de este acababa de ser contratada por
el notario quien en estos momentos requería sus servicios.
- Carmen, es la hora, prepárese para ir recibiendo a los testamentarios. Mientras tanto, yo iré al despacho
de Don Hilario a revisar unos documentos antes de la lectura del testamento. -
- De acuerdo señor Luna, así lo haré - y Carmen se levantó encaminándose hacia el vestíbulo.
- Buenas noches, Carmen - saludó a la secretaria sin poder refrenar una mirada rápida y furtiva al
generoso escote de esta - ¿Llego tarde? -
- No, señorito Sales, de hecho es usted el primero en llegar - dijo ella mientras con la mano derecha se
atusó la espesa melena sensualmente. Lorenzo sonriendo le dijo:
- Carmen, nos conocemos desde hace años…no me llames señorito, me haces sentir como un crío.
Llámame Lorenzo y, ¿serías tan amable de servirme un whisky, por favor? -
Carmen asintió con la
cabeza y se dirigió al mini bar a prepararle la copa mientras Lorenzo se desenfundaba la chaqueta
dejándola colgada en el perchero junto a la puerta. Tras hacerlo, buscó acomodo sentándose en el tresillo
de cuero marrón dispuesto para las visitas y cruzó las piernas esperando a que la secretaria del notario le
trajese la copa. Carmen no tardó en aparecer con un vaso corto y ancho en el que nadaban sobre el
whisky dos piezas de hielo. Tras entregarle la bebida a Lorenzo volvió a sonar el timbre. Carmen
encaminó sus pasos de nuevo hacia la puerta de entrada y abrió.
- Hola, ¿desea usted algo? - preguntó Carmen al desconocido que se hallaba ante la puerta, un hombre de
mediana edad, alto y de complexión fuerte. Su pelo moreno ondulado, su tez bronceada adornada con una
perilla, y unos grandes y expresivos ojos de un color mezclado entre marrón claro y un verde apagado.
- Hola, soy Fernando Oliver, ami…bueno, era amigo de Hilario. Estoy citado aquí para la lectura del
testamento por el señoooor…- y desplegando un papel doblado varias veces que portaba en el bolsillo
interior de su chaqueta, dijo - sí, notario Don Jaime Luna. -
- Eeeeh, sí, pase, por favor - contestó Carmen un poco desconcertada, pero dándole paso al desconocido
que le sonrió y entró con paso lento pero firme hacia el salón donde se encontraba acomodado Lorenzo,
cuya mirada interrogante ya se cruzaba con la de Carmen al tiempo que hacía ademán de levantarse
cortésmente para saludar al recién llegado.
- Hola, soy Loren…-
- No se levante, por favor, sé quién es usted... Lorenzo Sales de Almansa, ¿me equivoco? -
- No, no se equivoca, pero ¿cómo lo sabe? - preguntó sorprendido Lorenzo.
- He visto fotos suyas en el despacho de su tío. Me habló varias veces de usted, de lo unidos que habían
estado siempre y de lo mucho que le estimaba…aunque si he de serle sincero, también me comentó que
últimamente su relación se había deteriorado volviéndose algo tensa. -
- Si - dijo Lorenzo mientras agachaba la cabeza y se disponía a acomodarse de nuevo en el tresillo -
últimamente mi tío se había vuelto un poco irascible…Él tenía un carácter difícil y yo no soy muy
tolerante que digamos. Pero dejemos de hablar de mí, aún no me ha dicho de qué conocía a mi tío.
¿Negocios juntos tal vez? -
- Éramos viejos amigos. -
- Es extraño - dijo Lorenzo frotándose la barbilla - pero no recuerdo que mi tío me hablara nunca de
usted.-
- Pues no sé por qué razón…- pero el desconocido Fernando no pudo acabar porque le interrumpió el
sonido de dos golpeteos secos de nudillo a la puerta de entrada. Hizo ademán de levantarse a abrir, pero
Lorenzo ya se había adelantado raudo. Al abrir, apareció ante el umbral un hombre maduro, de unos
cincuenta años, alto y de porte distinguido. Su larga melena veteada de canas le descansaba en los
hombros. Tenía unos ojos grandes y celestes, una nariz un poco encorvada que presidía un fino bigote y
vestía un traje negro con camisa azulina y corbata a juego. Se podría decir que Daniel Estévez, que así se
llamaba, era un señor elegante. Agarrada de su brazo aparecía una mujer delgada, de largo pelo rubio,
ojos marrones y unas formas en su pose y modo de moverse que denotaban cierto aire altivo y
sofisticado. La verdad es que Ángela Pereda compaginaba a la perfección con su marido pues también
parecía ser toda una elegante señora. Con un movimiento de cabezas saludaron inmediatamente a
Lorenzo y se despojaron de los abrigos. Casi al instante volvió a sonar el timbre.
- Esa debe ser la ex-señora De Almansa. Por cierto, Don Jaime me ha dicho que en unos momentos les
atiende - y dicho esto, Carmen se apresuró hacia la puerta de entrada ante el insistente sonido del timbre.
Al otro lado de la puerta apareció Cecilia Páez, una mujer con mirada enfadada en sus expresivos ojos
pardos, con pelo corto moreno y enfundada en un ajustado traje de noche negro con tirantas y sostenida
sobre unos zapatos también negros de tacón de aguja, y que con muy mal tono se dirigió a la secretaria:
- ¿Por qué no tardas más en abrir? -
- Lo siento, tenía cosas más importantes que hacer - dijo con tono desafiante Carmen.
- ¡Descarada!...¡Ayyy!, no sé qué maldito criterio utilizaría mi ex-marido para contratarte. -
- Probablemente el mismo que para divorciarse de usted - contestó la secretaria sin arrugarse lo más
mínimo. Ante el cariz que tomaba la discusión, Lorenzo decidió intervenir.
- Bueno, démonos un respiro. Parece que la lectura del testamento de mi tío nos tiene a todos un poco
nerviosos - a lo que Daniel Estévez añadió - Lorenzo tiene razón, tranquilicémonos y esperemos a ver
qué nos tiene que decir el notario. -
Precisamente en ese instante apareció el notario en el salón que, tras ojear unos papeles, levantó la
mirada y se dirigió a los presentes:
- Perdonen que les haya hecho esperar pero estaba repasando algún que otro papeleo. Bien, como veo que
estáis todos, creo que podemos proceder a la lectura del testamento - pero dicho esto, Fernando Oliver
decidió intervenir.
- Antes de comenzar, señor notario, me gustaría aclarar mi presencia a todos los presentes ya que creo
que ninguno me conoce y veo casi obligada una explicación al respecto. -
- Siii… ¿Quién demonios es usted? - preguntó Cecilia Páez con despotismo. -
- El señor Oliver me empezó a explicar que era amigo de mi tío, pero la llegada del resto de
testamentarios nos interrumpió, así que si usted gusta de terminar dicha explicación... - le invitó Lorenzo
Sales.
- Proceda pues - dijo el notario.
- Eeeeh bien, soy Fernando Oliver. Hilario y yo nos conocimos hace años en la Costa del Sol. Yo tenía
problemas económicos con un negocio que no iba todo lo bien que quisiera e Hilario se involucró
financieramente sufragando los costes de las deudas generadas asociándose conmigo de tal manera que el
negocio prosperó y acabamos haciéndonos íntimos amigos. La verdad es que me resulta raro que no les
dijera nada de mí, aunque sé que era un hombre discreto. -
- Así que en la Costa del Sol eh...ahora entiendo su acento andaluz - dijo medio sonriéndole Cecilia.
- Buena observación - contestó Fernando al tiempo que le guiñaba un ojo y añadía - si, soy sevillano. -
- Bueno, hecha la pertinente presentación, podemos dar comienzo a la lectura del documento - dijo el
notario ajustándose las gafas en la punta de su nariz e invitando a los presentes con un gesto a que se
sentaran alrededor de la gran mesa que había dispuesta en el salón.
TESTAMENTO DE DON HILARIO DE ALMANSA Y ORDOÑEZ
Expedido por el Sr.Notario Don Jaime Luna Aparicio, en Madrid el 24 de Marzo de 2012.
Domingo 24 de Marzo de 2012. Son las 17:58 h. Los médicos no logran entender el motivo de mis
repentinas y altas fiebres. Mis sospechas, aunque sin pruebas, van encaminadas a que en mi privada fiesta
de cumpleaños de anoche, que celebré con la mayoría de los presentes, alguien me debió poner algún tipo
de veneno o narcótico en la bebida, pues no llegué a comer nada. No sé exactamente el qué, si pudiese
ser alguna yerba exótica que no deja rastro en sangre y orina o si fuese alguna droga desconocida, pero lo
cierto es que los médicos están desconcertados y yo noto como se me escapa la vida. Comprendo la
expresión de asombro que debéis tener en estos momentos, pero realmente lo creo así y, si estoy en lo
cierto y este texto se está leyendo exactamente un mes después como he dispuesto, es decir la noche del
martes 24 de Abril de 2012, significará que efectivamente he muerto, o lo que es lo mismo, que me han
asesinado. No puedo acusar a nadie ya que no tengo pruebas, pero sí sé que todos los que estáis presentes
en esta lectura bebisteis privadamente conmigo ayer.
(Ya, a esas alturas de la lectura, todos se miraban con recelo.)
Fernando estuvo conmigo antes de la fiesta departiendo un buen coñac en la biblioteca, antes de que
llegaran los demás, por lo tanto es sospechoso. Pero todos los demás estuvisteis a solas conmigo en algún
momento de la fiesta, por lo que ninguno está libre de sospecha. Incluso Jaime Luna, el notario, podría
haber sido ya que por la estrecha relación laboral que nos unía, conocía perfectamente la disposición de
mis finanzas, y ayer vino a traerme unos papeles y estuvimos tomando una copa en el despacho. Él no
podría cambiar mi testamento, que ya sé lo que estáis pensando, porque esto mismo que estáis oyendo lo
redacté poco antes y se lo entregué a una persona de mi total confianza antes de ser redactado por el
notario. Esta persona se lo llevó y ha sido la encargada de enviaros los telegramas que os cita hoy aquí.
Y dicho esto, dispongo lo siguiente:
He hecho un balance de mis finanzas y mis bienes cuya cantidad económica asciende a un valor total de
unos 73,5 millones de euros, lo que significa que dividido a partes iguales os correspondería unos 10,5
millones a cada uno.
Ahora bien. Para recibir dicha cantidad, debéis pasar esta noche en la casa. A la mañana siguiente a las 8:00,
la persona de mi confianza os dejará un maletín con el importe total en metálico para ser repartido entre
los que hayan llegado a dicho momento. De esta manera, si alguien se marcha antes de la hora, no podrá
embolsarse ni un solo céntimo. Entiendo que todos os quedaréis, pero debo advertiros de algo:
No creo que el asesino esté dispuesto a compartir dicha cantidad con nadie tras haber llegado tan lejos.
Sé que es cruel, pero es la única forma que se me ocurre de descubrir quién ha sido, pues al no tener
pruebas reales del envenenamiento, tampoco puedo acusar a nadie ante la policía. Si ninguno lográis
descubrir al asesino, habrá vencido y ese es su verdadero reto. Si no es así, los que quedéis os repartiréis
el dinero.
Hilario de Almansa y Ordoñez
Tras unos segundos de completo silencio, el notario se dirigió a los presentes.
- He de suponer que todos os quedaréis para acceder a tan suculenta cifra, ¿verdad? -
Todos se miraban
unos a otros pero ninguno articulaba palabra alguna, ante lo cual el notario volvió a intervenir.
- Tomaré el silencio como un sí…Por cierto Lorenzo, tu tío antes de morir me dio una cosa para ti, espera
que voy a buscarla. -
- ¿De qué se trata, Jaime? - preguntó intrigado Lorenzo.
- Es la foto de boda de tus padres. La poseía desde la muerte de tu madre y él quería que la tuvieses tú. -
Cuando el notario hubo desaparecido del salón, el primero en tomar la palabra fue Daniel Estévez.
- Bueno, una vez escuchada la voluntad de Hilario, que además me parece muy acertada teniendo en
cuenta su extraña y repentina muerte, solo nos queda pasar la noche juntos esperando a que amanezca y
repartirnos el dinero. -
- Tienes razón Daniel. Gracias por ser el primero en romper el hielo, nos vendrá bien tu experiencia en
una noche como hoy. Lo sé porque estuve en uno de esos tensos consejos de administración que
presidiste con mi tío y pude comprobar lo diestro que eres para manejar esas situaciones. -
- Zurdo en mi caso, je, je. De todas formas no creo que haya nada que manejar esta noche, es tan sencillo
como mantenernos juntos y pasar la vigilia lo más animadamente posible. Sinceramente no creo que la
teoría de tu tío sea cierta, ¿Quién iba a quererle mal? Yo no le conocía enemigos de ningún tipo, ni
siquiera financieros. Era un hombre que realmente se hacía querer. -
- Sí, pero debemos respetar su última voluntad y permanecer aquí. Yo al menos así lo haré porque no voy
a esconder que me conviene. Yo no soy como mi tío, siempre he vivido la vida sin preocuparme de
forjarme unos estudios o un oficio porque mis necesidades económicas han estado cubiertas gracias a él,
y ahora que ya no está con nosotros no sé cómo podré salir adelante sin ese dinero. -
- No es necesario que te justifiques Lorenzo - dijo Ángela, la esposa de Daniel - porque aquí todos
debemos tener motivos para quedarnos. Fíjate en mi marido y en mí. Sin el apoyo accionarial de tu tío,
cuyas acciones ya han sido vendidas a la empresa y saldrán en breve a subasta entre los accionistas,
Daniel se queda muy desprotegido ante los miembros fuertes del consejo de administración, con lo cual
necesitamos nuestra parte del dinero para recomprar esas acciones y poder dirigir GL Studios sin
sobresaltos. Si ocurriese lo peor en ese aspecto, nuestro nivel de vida se vería comprometido seriamente -
y mientras Ángela decía esto, Daniel asentía con la cabeza gacha.
- A mí me ocurre algo parecido a Lorenzo. Pasé de ser una trabajadora a esposa de un millonario, y
aunque ya estábamos divorciados, mi nivel económico no ha dejado de ser abundante. Pero el dinero se
acaba y si no me quedo a recibir mi parte… - Hizo una pausa y ante la mirada de los demás se justificó -
¡Ay!, qué queréis que os diga, se está muy bien cuando te lo ponen todo por delante y no me querría ver
trabajando de nuevo. -
- Yo, al contrario de vosotros - habló Fernando Oliver levantándose lentamente del sofá - siempre he
vivido con lo justo trabajando, incluso aceptando trabajos poco dignos como “recaudar impuestos” - y
dijo esto haciendo con ambas manos el gesto de entrecomillar - de un magnate. Es evidente que me voy a
quedar. -
- La razón por la que yo me quedó - comenzó a decir la secretaria, Carmen Saavedra - es porque
básicamente quiero el dinero. No voy a justificarme, simplemente ansío disfrutar de todas las cosas que
siempre he soñado y que jamás creí que podría realizar. Digamos que es mi oportunidad de cambiar el
rumbo de mi vida. -
- ¡JA!...No será porque no lo intentaste con Hilario - soltó con sarcasmo Cecilia.
- Se piensa el ladrón que todos son de su condición - contestó Carmen haciendo enrojecer de ira a la ex-esposa de Hilario. Tratando de mitigar la inminente pelea entre ambas, Lorenzo actuó con rapidez
cambiando de tema.
- ¿No está tardando demasiado Jaime? -
- Debe estar buscando la foto. Iré a avisarle - dijo Carmen, a lo que respondió Daniel - no debería ir usted
sola, es mejor que permanezcamos juntos hasta que vuelva Don Jaime.
- Tranquilo, no me ocurrirá nada, el despacho de Don Hilario está a mitad del pasillo. -
Efectivamente, el despacho del difunto estaba relativamente cerca, pero al llegar al mismo Carmen
observó que el notario no estaba dentro. Inmediatamente se le vienen a la mente las coherentes palabras
de Daniel y se da cuenta de que ha sido una estupidez ir sola por dos razones: La primera porque los
demás podrían sospechar de que ella buscaba una excusa para escabullirse y hacer algo, y la segunda
porque yendo sola se estaba poniendo en peligro pues el asesino podría aprovechar para liquidar a una de
las víctimas. Sin pensarlo dos veces, Carmen giró sobre sus talones para enfilar el pasillo de vuelta al
gran salón, pero se chocó de bruces con Lorenzo, hecho que le hizo dar un respingo y estuvo apunto de
gritar.
- ¿Le has encontrado? - preguntó Lorenzo mientras Carmen, con la cara demudada, contestó:
- ¡Me ha dado usted un susto de muerte!... ¿Por qué no se ha quedado en el salón con los demás hasta que
yo volviese? -
- Siento de veras que se haya asustado. ¡Vaya! No pensé que fuese tan feo - y al oír esto, la expresión
tensa de Carmen dejó paso a una bonita sonrisa. Lorenzo también comenzó a sonreír y dijo:
- Ande, vayamos a decírselo a los demás. -
- ¿Ha vuelto el notario por aquí? - preguntó Lorenzo conforme entraba en el salón acompañado de
Carmen - no está en el despacho de mi tío. -
- ¿Cómo que no está? - dijo Ángela agarrándose instintivamente del brazo de su esposo.
- Tranquilos. Solo he mirado en el despacho de Don Hilario. Podría estar en cualquier parte de la
mansión…no sé…en la biblioteca, en la sala donde se celebraban las juntas, incluso en el baño -
respondió Carmen.
- ¡¡O muerto!! - dijo Cecilia con congoja.
- No os dejéis llevar por el pánico, ¡tranquilizaos! -
Daniel decía esto dirigiéndose a los demás. Cuando hubo captado la atención de todos, prosiguió.
- A ver, estamos todos aquí, así que ¿Quién iba a matarlo?...Además, no estamos seguros de que exista el
tal asesino. No hay una evidencia clara de ello. Seguro que el notario aparece en breve. -
- Tampoco podemos desechar la hipótesis - comenzó a decir Lorenzo - de que en caso de existir ese
asesino, no sea uno de los siete. Lo mismo es alguien externo que solo quería matar a mi tío por el
motivo que fuese y ha huido. Lo mismo ni sabe lo del testamento, repito, si es que existe tal asesino. -
- Ni tampoco podemos omitir la opción de que el asesino sea el notario y haya aprovechado la excusa
para ocultarse y esperar el momento de sorprendernos - dijo Fernando.
- ¡Cierto! - exclamó Daniel, que inmediatamente volvió a decir - pero bueno, no hagamos conjeturas
precipitadas que aquí no han matado a nadie, así que tranquilidad. -
- Yo propongo que nos dividamos para buscar al notario y zanjar esto de una vez por todas - dijo con
decisión Lorenzo.
- Buena idea, divide y vencerás - respondió Ángela dando un paso al frente, a lo que contestó Fernando:
- O morirás - a lo que todos le miraron entre asustados y acusadores antes de que pudiera seguir
explicándose - Cualquiera de las dos opciones podrían aplicarse al caso, porque si bien es verdad que
abarcaríamos más terreno dentro de la mansión, no es menos cierto que si existe verdaderamente un
asesino, le resultaría más fácil atacar a uno solo que a varios. -
Tras un breve silencio donde unos asentían y otros simplemente miraban a su alrededor, Cecilia habló:
- En cualquier caso no tiene sentido quedarse aquí con la incertidumbre esperando. Lo mismo Jaime
puede necesitar ayuda por cualquier motivo y nosotros estamos aquí sin hacer nada. Creo que lo más
sensato es hacer lo que ha dicho Lorenzo, dividirse y buscarle - a lo que añadió Daniel – me parece bien
pero con una salvedad…Que ninguno diga a qué parte de la mansión va, porque si es cierto que existe un
supuesto asesino entre nosotros, eso sería darle ventaja al saber el lugar exacto donde estamos cada
uno, y si dentro de cinco minutos nadie ha encontrado al notario, nos vemos todos en este salón, ¿De
acuerdo? -
Todos asintieron y fueron saliendo del salón en dirección a estancias diferentes unos de otros.
Cuando Daniel Estévez se disponía a salir, su esposa Ángela lo retuvo del brazo haciéndole rezagar su
salida hasta que los demás habían desaparecido de la amplia estancia. Ante la interrogativa mirada de
Daniel, Ángela le habló en voz baja:
- No me gusta ese tal Fernando. No sé si es porque no le conocemos o por su fría forma de hablar y su
penetrante mirada. -
- Sí cariño, yo tampoco me fío de él, pero eso no le convierte en más sospechoso que todos nosotros. Tú
por si acaso no deambules por la casa, quédate aquí en el salón, no quiero que corras peligro alguno. -
- Pero ¡Yo no quiero quedarme sola!...Quiero estar contigo. -
- Ángela, el salón es en estos momentos el lugar más seguro de la casa. Es espacioso y si alguien se
acercara a ti, podrías verlo venir de inmediato. Nadie puede volver antes de cinco minutos, y si eso
ocurriera tan solo tienes que dar una voz y estaré aquí en un suspiro, ¿de acuerdo? -
- Está bien, pero ten mucho cuidado. No me quedaré tranquila hasta verte volver - y tras decir esto vio
cómo su marido se alejaba en dirección a uno de los pasillos que salían del salón.
* * * * *
- ¿Dónde estará la dichosa foto? - murmuraba Jaime Luna buscando entre los cajones de la cómoda de
caoba que se encontraba en el dormitorio principal - juraría que Hilario me dijo que estaba en su
dormitorio - y en esos instantes la luz se apagó.
- ¡Vaya!, lo que faltaba…Menos mal que aquí encima de la cómoda hay un porta-velas…Si antes no
encontraba la foto, ahora a la luz de una vela va a ser una auténtica hazaña - dijo echándose la mano al
bolsillo sacando un encendedor con el que prendió la vela.
- ¡Seré tonto! Pero si el retrato está aquí encima - dijo al ver el retrato sobre la cómoda a un palmo de la
vela, pero cuando se disponía a cogerlo, una sombra irrumpió en el anaranjado resplandor de la vela. El
notario apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando unas enguantadas manos ya bajaban sobre su cabeza.
Un golpe seco de un objeto contundente, abrió una herida irreparable en la cabeza de Jaime Luna
salpicando de sangre la pared y el retrato. El notario se desplomó y violentos espasmos convulsionaban
su cuerpo. Tras unos segundos, las sacudidas fueron disminuyendo hasta que el cuerpo quedó inerte
sobre la alfombra persa sobre la que yacía tendido. Hilario estaba en lo cierto, existía un asesino y
acababa de cobrarse su primera víctima, o mejor dicho, la segunda si se contaba al propio Hilario.
Fernando deambulaba por la casa con una vela cuando un halo de luz se hizo visible al final del pasillo.
- Qué, ¿ha habido suerte? - preguntó Daniel, que portaba un pequeño candelabro de bronce.
- No, solo me he cruzado con Cecilia que me ha pedido fuego para una vela que llevaba - contestó
Fernando preguntando al instante - y usted, ¿Se ha cruzado con alguien o ha visto algo? -
- No, usted es el único al que he visto desde… - Daniel abrió mucho los ojos.
- ¿Le ocurre algo? -
- ¡Dios mío!...Dejé a Ángela sola esperando en el salón por si aparecía el notario. Ya tenía miedo
entonces, ¡imagínese tras el apagón! - y automáticamente los dos se apresuraron en dirección al gran
salón a buscar a Ángela. Daniel llegó llamándola angustiado, pero Ángela no estaba.
- Tranquilícese, probablemente se haya asustado con el apagón y haya salido en su busca - dijo Fernando.
- Sí, la pobre no habrá podido soportar la tensión de quedarse sola a oscuras. -
- No se preocupe, vaya a buscarla que yo trataré de avisar a los demás y reunirlos - dijo Fernando a
Daniel y ambos salieron del salón por caminos diferentes.
Fernando avanzaba rápido rodeando con una mano la llama de su vela para que no se le apagase. Oyó un
golpe seco que provenía de mitad del pasillo contiguo, así que encaminó sus pasos hacia allí y entró al
dormitorio que tenía la puerta entreabierta. Al entrar tuvo la sensación de que no estaba solo en la
estancia. Enfocó la vela hacia un rincón y vio la macabra escena del cuerpo del notario con la cabeza
encharcada de sangre y junto a él alguien se incorporó del suelo girando la cabeza para ver de donde
provenía el resplandor de la vela de Fernando.
- ¡Lorenzo! - dijo Fernando con un tono entre sorprendido y acusador. En ese momento, Daniel entró
también en la estancia.
- ¿Qué ocurre aquí?... ¡Dios santo, han matado al notario! -
- Cuando entré, Lorenzo estaba agachado a oscuras junto al cadáver - relató Fernando.
- ¡No es lo que estáis pensando! - respondió Lorenzo tembloroso al tiempo que oscilaba su mirada desde
los dos hombres hacia el cadáver del notario.
- ¡Ah, ¿no?! ¿Entonces qué hacías agachado a oscuras junto al cadáver? - dijo con tono acusador Daniel.
- Cuando hubo el apagón, encontré una vela pero no tengo encendedor ni encontré a nadie que me la
pudiese encender, así que entré en este cuarto a ver si encontraba unas cerillas y tropecé con algo en la
oscuridad. Cuando me estaba incorporando noté el resplandor a mis espaldas y era el Señor Oliver. Eso
es todo.
- Una historia difícil de creer, Lorenzo - dijo Fernando Oliver con desconfianza.
- ¡Yo no he matado a nadie!... ¡tenéis que creerme! - alegó Lorenzo desesperado.
Fernando se agachó a examinar el cadáver mientras Lorenzo se apartaba de la escena sin poder dejar de
mirar el cuerpo sin vida del notario.
En ese momento apareció ante la puerta del dormitorio Ángela.
- Cariño, menos mal que te encuentro… ¿Qué ha…? - pero no pudo acabar la frase porque se echó las
manos a la boca al ver el cadáver del notario tendido en el suelo. Daniel la abrazó rápidamente girándola
para que no siguiese observando tan dantesca visión.
- El golpe que tiene en el cráneo es brutal - dijo con resignación Fernando.
Un alarido sobresaltó a todos.
- ¡Es la voz de Cecilia! - exclamó Ángela y todos corrieron en dirección a la zona de la casa de la que
provenía el grito. Al llegar a una salita, encontraron a Cecilia hecha un ovillo en una esquina sollozando.
A unos metros de ella, Carmen Saavedra se encontraba con la cabeza echada hacia atrás, los ojos
completamente en blanco y la lengua amoratada y colgando de un lado de la boca.
- ¡Mirad!, parece que la han estrangulado con una cuerda - observó Lorenzo.
- ¿Y cómo sabes tú eso? - le respondió con tono acusador Daniel.
- Tranquilo, las marcas alrededor de su cuello son evidentes - dijo Fernando dirigiéndose a Daniel.
Mientras tanto, Ángela trataba de calmar a Cecilia que poco a poco iba mitigando su llanto. Daniel se
dirigió a los demás diciendo con recelo:
- Lo que está claro es que el asesino está entre nosotros cinco. -
- Sigues desechando la opción de que haya otra persona en la casa - contestó Fernando, a lo que Lorenzo
contestó:
- Pero si esa persona no es de los siete del testamento, no tiene razones para mata a nadie ya que no
cobrará. -
- ¿Has olvidado las palabras exactas del testamento? - dijo Fernando que prosiguió al ver la mirada
interrogante de Lorenzo - en el mismo decía que a las ocho de la mañana, una persona de la total
confianza de Hilario, dejaría el maletín ante la casa con el importe en metálico. ¿Quién dice que ese
supuesto asesino ajeno a los siete testamentarios no cobraría?...Es tan sencillo como matarnos a todos y
llevarse el maletín. Hasta puede que esa persona de confianza de Hilario sea la misma que quiera
quedarse el dinero, aunque es improbable ese caso porque de querer hacerlo, no necesitaría matar a nadie,
con escapar con el mismo tendría suficiente. -
- Tiene usted razón, Fernando…Podría haber alguien más en la casa y nos está cazando uno a uno.
Propongo que todos nos vayamos a la habitación que teníamos asignada y nos encerremos allí a cal y
canto hasta que amanezca. De este modo, nadie podrá recibir daño - concluyó Lorenzo.
- No Lorenzo, yo no me fío de ti. Eres el que mejor conoce esta casa y podrías deambular por ella a tu
antojo - dijo desconfiadamente Daniel.
- Yo también la conozco como la palma de mi mano, ¿eso me convierte en asesina? - dijo con la voz aun
temblorosa Cecilia. Daniel agachó la cabeza y dijo:
- Supongo que no…Perdonad pero esto me supera. -
- Bueno tranquilicémonos y hagamos lo que dice Lorenzo, creo que es lo más sensato visto lo visto. -
- Pero, ¿vamos a dejar a estas dos personas asesinadas así? - dijo con cierta indignación Ángela.
-
Es lo mejor cariño, podría haber huellas importantes y no creo que cuando salgamos mañana de aquí y
llamemos a la policía, les haga ninguna gracia que hayamos tocado los cadáveres… - dijo Daniel
rodeando con el brazo a su esposa que apoyó la cabeza en su hombro y le contestó:
- Eso si logramos salir con vida de aquí, y si el ladrón no se toma la molestia de borrar las huellas si es
que las hay. - Tras hacer Ángela aquella reflexión que se clavó como una flecha ardiendo en la mente de los demás, se
retiraron en dirección a los aposentos acondicionados para cada uno y se encerraron bajo llave.
* * * * * *
(Una hora después)
- Ya no aguanto más, esta espera me está poniendo enfermo. Voy fuera a tomar un poco de aire fresco. -
- Por favor, no vayas Daniel, es muy peligroso, ¡podrían matarte! -
- Tranquila, no me ocurrirá nada. El porche de entrada está cerca y para llegar a él no tendré que
deambular por pasillos ni estancias oscuras de la casa. Ni siquiera necesito la vela porque la luz de la luna
entra por los ventanales y me basta para ver el trayecto. Y si alguien intenta algo, tendrá que hacerlo cara
a cara. Pero de todas formas, cierra la puerta y echa el pestillo cuando yo salga y no confíes en nadie
hasta que yo vuelva, ¿De acuerdo? -
- Está bien - dijo Ángela - pero si tardas más de cinco minutos iré en tu busca. -
Daniel asentía y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Ángela, para mitigar su nerviosismo,
se sentó en la cama y sacó de su bolso un espejo y un pintalabios. Se remarcaba el labio inferior cuando
creyó oír algo al otro lado de la puerta. Lentamente, dejó lo que estaba haciendo, se descalzó para no
hacer ruido y se acercó a la puerta tratando de escuchar, pero no logró oír nada. Muy despacio, giró el
pomo de la puerta y la abrió para ver por una pequeña rendija que todo seguía en penumbras. Abrió un
poco más hasta asomar la cabeza y susurró el nombre de su marido, pero el silencio era absoluto. Resopló
pensando que todo era producto de su imaginación y se dio la vuelta para volver a encerrarse en la
habitación. Entonces ocurrió. Una mano enguantada la agarró tapándole la boca. El pánico hizo que
notara como se le erizaban los pelos de la nuca. El espejo con el que momentos antes se remarcaba los
labios sentada en la cama y que había dejado apoyado en la almohada, le devolvía la imagen de la
persona que le oprimía la boca. Los ojos de Ángela se abrieron con espanto cuando el destello de un
cuchillo brilló reflejado en el espejo y se introdujo en su cuello. Aun tuvo tiempo de ver la sangre
salpicándolo todo. Notaba la lengua pegándose a su paladar mientras el espeso sabor dulzón de la sangre
caliente inundaba su boca. Ni siquiera podía emitir un gemido porque sus cuerdas vocales habían
quedado seccionadas completamente y por ellas solo se oía un grotesco gorgoteo. Las pupilas de Ángela
se dilataron y su fláccido cuerpo fue lanzado con desprecio sobre la cama, cuyo edredón se empezó a
teñir con una densa mancha oscura de la sangre que se escapaba a borbotones del cuello de la malograda
Ángela Pereda. Era la tercera víctima y, si nadie lo remediaba, no sería la última.
Daniel inspiraba el gélido aire de la noche, se sentía más calmado. Con las manos en los bolsillos,
comenzó a pasear por el inmenso porche de la casa. De pronto, sintió como si alguien los observase y fijó
su mirada hacia la arboleda que rodeaba la mansión, pero lo único que perturbaba a los cipreses era la
ligera brisa nocturna. Convencido de ello, se giró para avanzar hacia el otro lado del porche, pero al darse
la vuelta…
- ¿No puede usted pegar ojo? -
- ¡¡¡Joder!!!... ¡No me dé usted esos sustos, por el amor de Dios! - dijo sorprendido Daniel a Fernando.
- Lo siento, no era mi intención asustarle. -
- No pasa nada…Y en respuesta a su pregunta, ¿Quién demonios podría dormir en una noche así?...No
comprendo cómo accedí a pasar por esto, ¡Soy idiota! -
- No se torture, accedió por el mismo motivo que todos nosotros, por dinero. Ninguno creía que las
sospechas de Hilario se convertirían en realidad, y ahora en el pensamiento de todos está la pregunta del
millón, ¿Quién será el próximo en caer?...Y todos esperamos no ser nosotros. Y aunque sea algo innoble,
también está en nuestro pensamiento que cada vez que alguien cae, tocamos a más dinero. Es duro, pero
es la realidad. -
- Aunque me duela admitirlo, tiene usted razón - dijo asintiendo Daniel, aunque matizó - pero ya veremos
si queda alguien para repartir algo… -
Fernando sacó un cigarrillo y, al ir a encenderlo, el mechero no daba lumbre. Enfadado, lo lanzó hacia los
árboles y se giró hacia Daniel.
- ¿Puede usted darme fuego? -
- Lo siento, pero no llevo encendedor, odio el tabaco. -
- Hace usted bien con no fumar. Y parece ser que Dios también quiere que yo deje de hacerlo - y
diciendo esto, Fernando guardó el cigarrillo con resignación.
- Me marcho a la habitación, no quiero dejar sola demasiado tiempo a Ángela - dijo Daniel a lo que
contestó Fernando - Sí, será mejor no despistarse mucho. -
Daniel, como caballero consumado que era, cedió el paso gentilmente a Fernando, gesto que este
agradeció con un leve movimiento de cabeza. Al avanzar hacia las habitaciones, Fernando frenó en seco
al ver que la puerta de una de las habitaciones estaba abierta. Daniel miró por encima del hombro de
Fernando y al ver que se trataba de la estancia donde se encontraba alojado con su esposa, se precipitó
raudo hacia ella seguido de Fernando. Ambos quedaron petrificados ante la dantesca visión. El cuerpo de
Ángela se hallaba apoyado con la parte superior del cuerpo en la cama y las piernas colgando hasta tocar
el suelo. Había salpicaduras de sangre por todas partes y un gran charco junto a su cabeza que había
emanado de la enorme abertura de su cuello. Lo peor es que sus ojos, vidriosos, seguían abiertos con
aquella expresión de terror infinito. Daniel, tembloroso, se acercó al cuerpo sin vida de su esposa y se
desplomó de rodillas gritando.
- ¡¡¡NOOOO!!!...¡Ángela!... -
Atraídos por el grito, Lorenzo y Cecilia aparecieron simultáneamente en el umbral de la puerta para ver
estupefactos la horrenda escena.
- ¡Vosotros! - dijo encolerizado Daniel dirigiéndose a los dos - ¿Cuál de los dos ha sido capaz de hacer
algo así?...Uno de vosotros dos es el asesino. Fernando y yo estábamos en el porche. -
- Interesante teoría Daniel, pero no deberías achacar a los demás tus actos - se apresuró a decir Fernando
Oliver. La expresión de dolor e indignación de Daniel dejó paso a una de sorpresa a la que se sumaron
Cecilia y Lorenzo.
- ¿Cómo dice?... ¿A qué se refiere? -
- Muy fácil, a que usted es el asesino - contestó Fernando.
- Pe, pero… ¿Qué dice?... ¿Se ha vuelto loco? -
- No, señor Estévez, no me he vuelto loco, pero usted sí. -
- ¿Cómo se atreve a acusarme de algo así? - dijo Daniel indignado mientras se alzaba del suelo.
- Pues le pondré un ejemplo, - empezó a decir Fernando - el asesinato del notario. Usted acaba de
decirme en el porche que no me daba lumbre para mi cigarrillo porque no portaba encendedor ya que
odia el tabaco. Bien….entonces, ¿Cómo encendió la vela que portaba en su candelabro? -
- ¡Qué tontería! ¿Esa es la teoría con la que quiere usted inculparme de todo esto?...La lumbre de mi vela
me la pasó desde la suya Carmen, la secretaria. -
- ¿Ah, sí?...Tras el apagón, usted me dijo que yo era la primera persona que había visto - tras Fernando
decir esto, Daniel tartamudeando contestó:
- No sé…Bueno, pude haberme equivocado - a lo que Lorenzo intervino diciendo:
- Sí, claro, seguro que ni siquiera tuviste que encenderla… cogerías directamente la del notario. -
- ¡Exacto! - corroboró Fernando y añadió - usted provocó el apagón al principio cuando nos separamos,
por eso dejó a su esposa sola en el salón, porque le estorbaba para cometer sus actos, ¿Verdad? - dijo
acusándolo con ira.
- ¡Estáis todos locos! ¿Cómo voy a matar a mi propia esposa?... ¡Yo no he sido! - dijo perdiendo los
nervios Daniel Estévez.
- Y seguramente también te encargaste de liquidar a la secretaria - acusó Cecilia Páez, a lo que apuntó
Fernando:
- Efectivamente, cuando nos separamos tras comprobar que su esposa no se encontraba en el salón. -
- ¡Eso no es suficiente para acusarme!, ¡¡¡Son conjeturas sin sentido!!! - gritó Daniel irritado.
- A ver si le convenzo ahora - comenzó a decir Fernando. - El golpe en la cabeza del notario está hecho
desde la izquierda en línea descendente hacia la derecha. Y estoy observando que el degollamiento de su
esposa está realizado desde derecha a izquierda, lo cual indica que el asesino es zurdo. -
- Y tú Daniel eres zurdo - dijo Lorenzo a lo que apostilló Fernando - de hecho, el único zurdo como he
podido observar. -
- ¡Eso no prueba nada, y sin pruebas no tenéis nada con lo que acusarme! - dijo Daniel.
- Tiene usted razón, no son pruebas concluyentes, así que ¿Por qué no saca lo que lleva en los bolsillos? -
le convino Fernando.
- ¿Cómo dice? - preguntó desconcertado Daniel.
- Si hombre, lo que lleva en los bolsillos, probablemente los guantes con los que cometió los homicidios -
dijo Fernando con seguridad y prosiguió. - Me di cuenta en el porche porque no sacó usted las manos de
los bolsillos para nada. Por eso probablemente me dejó pasar primero fingiendo caballerosidad, para
poder quitarse los guantes a mis espaldas, ¿Me equivoco, señor Estévez? -
Ante la sorpresa de los demás, Daniel agachó la cabeza y comenzó a reír. Cuando la alzó, con la sonrisa
aún en los labios, admitió con una tranquilidad y frialdad pasmosas:
- No, no se equivoca usted. Me ha descubierto - y decía esto mientras sacaba los guantes y lentamente se
los iba colocando. Miró a Fernando y dijo:
- Dígame, ¿Cómo ha conseguido relacionar detalles tan pequeños para llegar a la conclusión final? -
- Porque es mi trabajo. Soy el teniente Oliver… Fernando Oliver, de homicidios. Hilario, al sentirse
moribundo, me mandó llamar para esclarecer todo esto. Tuve que inventarme una coartada para poder
infiltrarme aquí esta noche y tener opciones de descubrir si las sospechas de Hilario eran ciertas. Por eso,
en el testamento, me incluyó a mí para hacer más veraz la historia. -
- ¡Mierda, debí haberlo imaginado! - dijo entre dientes Daniel con rabia.
- Hay una cosa que no entiendo… ¿Por qué ha matado a su esposa?...Sería partícipe de su dinero y todo
quedaría en casa - planteó Fernando a Daniel.
- Ángela - comenzó a decir Daniel y echó la vista atrás para ver el cadáver de su mujer antes de girarse
hacia Fernando y proseguir - era una mujer muy derrochadora, llevaba un tren de vida que yo a duras
penas podía proporcionarle. Si permitía que se agenciase ese dinero, sabía perfectamente que lo
malgastaría y luego tiraría de mi parte hasta dejarnos en situación precaria. Además, nunca me habría
apoyado en todo esto, así que, ¿para qué correr riesgos?...Créame que lo siento porque yo la quería, pero
no había elección…- y dijo esto con tristeza en la voz.
Fernando cruzó la mirada con Cecilia y Lorenzo
para acabar posándola en Daniel al que se dirigió diciéndole mientras disimuladamente se echaba mano a
la parte trasera del cinturón:
- Con todo aclarado, solo me queda leerle sus derechos. Tiene derecho a guardar silencio. Todo lo que
diga podrá ser utilizado en su contra ante un tribunal. Tiene usted derecho a… - pero Daniel le cortó
diciendo:
- Aaaah, no,no,no… - alzó la mirada y una mueca siniestra asomó a su rostro a la vez que decía - ¿De
verdad pensáis que voy a dejar que me llevéis a la cárcel?... O aún peor, ¿Que os quedéis con mi
dinero?...Qué equivocados estáis. -
- ¿Qué va a hacer? - preguntó aterrada Cecilia.
- ¡Daniel, no cometas ningún disparate! -
Pero no hubo tiempo a decir nada más, porque Daniel sacó su cuchillo e hizo ademán de lanzárselo a
Fernando, pero no fue tan rápido como este, que extrajo de su espalda un revolver y un estallido resonó
en la estancia. Daniel voló literalmente hacia atrás cayendo sobre la cama junto al cuerpo de su esposa. El
agujero sanguinolento de su frente aún humeaba por el certero disparo del teniente Oliver. Cecilia se
echó las manos a la cara sollozando y Lorenzo la abrazó mientras decía:
- Eligió mal camino, aunque sí ganó en algo…Ya no tendrá que volver a preocuparse por sus finanzas. -
- Y ahora, ¿Qué va a pasar? - balbuceó Cecilia.
- Tranquila - dijo el teniente guardándose el revolver - la persona de confianza de Hilario no existe.
Cuando me reuní con él, llegamos a la conclusión de que si estaba en lo cierto, el asesino no iba a
permitir que habiéndose tomado tantas molestias eliminándole, otros se repartiesen el botín. Lo querría
todo para él, por lo tanto esta noche actuaría para conseguirlo y yo tendría una oportunidad para
descubrirle. Por eso pedí a mis hombres que me dejaran solo, sin comunicadores de ningún tipo para no
ser descubierto accidentalmente. Son ellos, mis hombres, los que vendrán a las 8 de la mañana con el
maletín de dinero para ser repartido y para asegurarse de que el asesino no escapase con la herencia, ya
que o bien lo descubría yo, o bien me mataba él, en cuyo caso mis hombres apresarían a la entrega del
maletín a todos los presentes poniendo el dinero a disposición judicial hasta aclarar el asunto. -
- Pero usted también ha logrado llegar a las 8 de la mañana y está en el testamento, por lo tanto cobrará
su parte - dijo Lorenzo.
- Es cierto, si usted no lo hubiese descubierto, Daniel nos habría matado a todos - comentó Cecilia.
- Yo firmé un documento ante Hilario en el cual declinaba mi beneficio económico en la herencia, ya que
fui incluido en ella tan solo para apoyar mi coartada. Créanme, yo ya estoy pagado habiendo salvado dos
vidas - y Fernando hizo una pausa antes de concluir diciendo - pero estoy desolado por no haberle
descubierto antes y haber salvado más vidas inocentes. -
- Sí, pero ha hecho lo que ha podido y puedo hablar en mi nombre y creo que también en el de Cecilia, al
decirle que personalmente estoy satisfecho ya que estamos vivos gracias a usted, por lo que el dinero será
repartido a partes iguales, esté o no esté usted en la herencia. Considérelo un regalo para agradecerle el
presente que usted nos ha hecho a nosotros…El de vivir. -
Fernando sonrió levemente, dio dos palmadas en el hombro de Lorenzo y dijo:
- Vamos, ha sido una noche muy larga. Prepararé un poco de café mientras llega la brigada. -
- Sí, necesito uno bien cargado - añadió Cecilia mientras los tres dejaban a sus espaldas el cadáver de
Daniel Estévez, el asesino de Hilario de Almansa.
Pepe Gallego
Antes de nada, he de felicitarte por el 2º cumpleaños de tu blog, el cual se caracteriza por ser un espacio cultural abierto, ameno y de interés general, donde podemos disfrutar de la lectura de relatos, artículos y curiosidades de la mano de un excelente comunicador gráfico como tú.
ResponderEliminarDicho esto, me dispongo a dejarte mi opinión personal acerca de este relato en concreto:
Me ha parecido una obra genial, la cual me ha sorprendido muy gratamente, ya que considero que esta historia de suspense e intriga cuenta con todas las características necesarias para atraer la atención del lector de tal manera que se sienta involucrado en el relato.
Me ha llamado mucho la atención el desarrollo de la trama, en la que todos los acontecimientos se suceden de una forma sincronizada.
Consigues entrelazar cada situación haciendo que todo esté perfectamente estructurado.
Las narraciones son detalladas en cuanto a relación espacio-tiempo y los diálogos son ingeniosos y diáfanos.
La disposición a la hora de plantear la historia es bastante compleja, ya no solo por la cantidad de personajes que intervienen en ella, sino por el grado de dificultad que conlleva desarrollar la trama cuyo argumento es de carácter intrigante, manteniendo la tensión en todo momento.
Sin duda, es una gozada leerte, Pepe.
Tess.
Bufff, es un lujazo contar con una lectora tan exigente y a la vez con tanta calidad a la hora de analizar los escritos. Así dá gusto seguir escribiendo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por leerlo y por tu análisis, Tess.
A ver si me leo este ultimo. Lo quiero catar tranquilo y con tiempo. Yo tengo mis blog bloqueados. Mi correo está bloqueado y el correo al que mandan la contraseña para abrir el otro correo no se la contraseña y me tienen que mandar a otro correo una contraseña nueva de ese correo, para abrirlo y poder coger la contraseña del otro correo y poder abrir el blog...No se si es mejor abrir otro blog directamente...Jajajaja.
ResponderEliminarPara cuando un libro editado...A ver que pasa. Un abrazo y a seguir en el lio.
Has hecho un trabalenguas que volvería loco al propio Stephen Hawkins...XD
ResponderEliminarA ver si avanzo la novela que estoy escribiendo y la presento a editoriales, a ver si alguien confía en ella...
Un abrazo fenómeno...y cuidao, no sueñes esta noche con contraseñas que te persiguen, que en los sueños uno nunca puede correr, parece que vamos a cámara lenta, jejeje.
Muy buen relato Pepe, me ha encantado además es del estilo que me gusta a mi de intriga, felicidades está super bien, ;P Eli
ResponderEliminarMuchas gracias, Eli. Me alegro un montón de que te haya gustado.
ResponderEliminarHe querido hacer algo así como un pequeñísimo y humilde homenaje al estilo de novela que escribía la genial Agatha Christie.
No se si lo habré logrado, pero si te ha gustado, me doy por satisfecho.
Una de mis escritoras favoritas por cierto y a mi me ha recordado a su libro "Diez negritos", muy bueno Pepe. Eli
ResponderEliminarReescribe la Batalla de San Quintín y el Crack,la nueva crisis,del siglo XXI...
ResponderEliminarJajaja, y de paso el Quijote pero en futurista, con nanotecnología y luchando contra androides orgánicos...
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