Una fría mañana desperté y lo vi todo claro, tenía que marcharme. Sí, debía partir buscando una vida que sueño pero no encuentro. Un sendero de ilusión que se torna gris y áspero cuando bajo la vista para encontrarme ante las mareas de amargura y desesperación que desencaja mi semblante, que atemoriza mi espíritu. Un pozo de insondables dudas y desaliento de lo adquirido, de lo súbito, de la arena en los bolsillos, del pesar en el corazón, de la frontera de la nada y el temor que atenaza los sentidos.
¡No puedo conformarme con eso!, no quiero contentarme con ello y que la noche tiña de oscuridad el estandarte que siempre me ha coronado, mi alegría.
¿Esperanza?, sí, puede que aún quede algo de ella, pero constantemente es solapada por el cansancio, el desasosiego, la caída libre que provoca esa puta esquiva llamada suerte.
También se cuela en mi madrugada para hacerlas lentas, tediosas, lacerándome el cerebro con preguntas sin respuestas sobre mi maltrecha existencia.
No podrás ganar jamás a mi voluntad firme y vehemente, aunque tenga que reinventarme en terrenos lejanos e inhóspitos, aunque deba atravesar el infierno si es preciso, porque no dejaré que tú continuo correctivo sobre mi alma venza mi corazón indomable. Soy incansable al desaliento, así que ese destino guárdatelo para los que se rinden, los que se conforman, los que se doblegan a tu enrevesado guion. Yo no soy así y te voy a demostrar que pierdes el tiempo conmigo si piensas que me cruzaré de brazos mientras ejecutas tu sentencia.
La última llamada para el embarque de los pasajeros del vuelo con destino a Berlín, surgió por los altavoces irrumpiendo bruscamente en los pensamientos de alegato ante la vida de Manuel, que alzó la vista al reloj de la terminal, se agachó lentamente, aferró sus dedos como garfios al asa de su maleta y, con un último vistazo melancólico hacia su ciudad a través de los ventanales del aeropuerto, se dirigió con paso lento pero firme hacia el detector de metales. Una mueca a modo de débil sonrisa se dibujó en sus labios y un incandescente fulgor se adueñó de su mirada…
Pepe Gallego
Una fría mañana por Pepe Gallego se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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Después de leer tu escrito, es imposible adoptar un comportamiento de indiferencia o pasividad, porque es mucho más que un relato...
ResponderEliminarCuánto menos, te hace pensar y plantearte una serie de cuestiones que ponen a prueba la actitud que mostramos ante la vida y la manera en la que nos enfrentamos a las adversidades, lo cual se traduce en un constante afán de superación.
Una historia profunda, llena de sentimientos y emociones, que sin lugar a dudas, no dejará impasible a todo aquel que lo lea.
Aunque me quedo con un sabor agridulce, he de felicitarte nuevamente por tu relato.
Un beso, Pepe.
Tess :)
Muchas gracias Tess, la verdad es que con lectoras como tú, da gusto escribir.
ResponderEliminarBonito relato Pepe no dejas de sorpenderme, Un beso!!
ResponderEliminarGracias por leerme Eli. Me alegro que te sorprenda y seguiré trabajando para no dejar de hacerlo.
ResponderEliminarPepe... Me ha encantado! Emocionas! Un abrazo, Olga
ResponderEliminarGracias por leerlo y participar Olga, me alegro mucho que te haya gustado y espero verte más veces por aquí. :)
EliminarMuy bueno compañero...
ResponderEliminarPara cuando la película??
Para cuando me compren el billete, jajaja...
ResponderEliminarLa verdad que en los tiempos que corren has dado en el clavo con el pensamiento de muchas personas frente a esta actitud. Tienes talento tío! Hazme caso y apúntate al concurso que te dije. Con pocas palabras, describes muy bien el sentimiento y el pensar de muchos.
ResponderEliminarLo dicho, anímate y sigue así.
Un abrazo Pepe, y a ver para cuándo es la próxima vez que quedamos.
Muchas gracias, Pedro!
ResponderEliminarA ver si me animo, sí :)
Y para quedar, ya sabes, cuando tú quieras, fenómeno.