
Siguió a la comitiva a través de las callejuelas en dirección a la catedral, pasando ante la puerta de aquella judía enamorada de un noble cristiano, a quien por miedo a que fuese asesinado, reveló el plan secreto que su padre urdía junto a otros elegidos para sublevarse contra la opresión cristiana, propiciando que fuesen apresados y ejecutados. Arrepentida al ver la consecuencia del acto, enterró en vergüenza sus días pidiendo que al llegarle la muerte, colocaran su cabeza sobre la puerta de entrada a la casa como pago de la traición que atormentó su vida.
En aquel preciso instante, la festividad se rompió con un terrorífico grito femenino, cuando un reguero de sangre emanó violentamente de la carótida del que se pensaba a salvo entre la multitud. Un círculo se abrió entre el gentío y alguien arrimó un candil para iluminar al caído, junto al que se encontraba una figura encapuchada que, con suma tranquilidad, murmuró unas palabras mientras deslizaba con misericordia sus dedos sobre los párpados de la víctima para cubrir las ya dilatadas pupilas. Se alzó mirando a los compungidos presentes desde la lóbrega guarida que la capucha proporcionaba a sus vivaces ojos, y entonces uno de los testigos gritó:

Aquella noche, en las calles de Sevilla yacía el cadáver de un cristiano ante la casa de la bella Susona, con su siniestra calavera más macabra que nunca presidiendo el dintel de la puerta salpicado de escarlata.
Pepe Gallego

"Misericordia" por Pepe Gallego se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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