domingo, 5 de octubre de 2014

"El señor de la guerra"

Escrita para Origen Art, con ilustración de Fran Galán y figura de Pedro Fernández Ramos.


Incontables muescas decoraban la peculiar espada, además de darle ese aspecto rudo a su cuerpo forjado en mil escaramuzas. Una aspereza cutánea plagada de cicatrices indicando que su veteranía no era solo por el paso del tiempo, sino también debido a la mansalva de luchas en las que se había visto envuelto. Aunque en realidad, la mayoría de esas refriegas las provocó él mismo por su naturaleza bélica.

No era un hombre bueno, pero sí un tipo valiente en cuyo diccionario no existía la palabra miedo. No en vano era llamado por todos “El señor de la guerra”, y en realidad se había ganado a pulso tal apelativo, pues nadie mejor que él sabía utilizar las artes de la lucha y la confrontación para salir victorioso.
Pero era la calma, junto con sus palabras tranquilas y acompasadas previas a cualquier conflicto, lo que más atemorizaba a sus rivales.
No era este el caso, pues aquella bestia que le cerraba el paso no lo conocía, ni tampoco lo veía como una amenaza a la que temer, ya que poseía una poderosa complexión e imponente envergadura.

Con un gesto chulesco que trataba de hacer pasar como condescendiente, el avezado guerrero extendió su mano izquierda a un lado y dijo:
- No quisiera hacerte daño, amigo. Tan solo quiero atravesar este territorio. -
- ¡Ughh! - respondió el mastodonte, si es que a eso se le podía considerar una respuesta.
- Mira - comenzó a decir con resignación - comprendo que te fastidie, pero si no te apartas tendré que matarte, y créeme que lo haré. Lo único que me causa un dilema, es saber dónde me voy a colgar tu mano muerta, porque como verás tengo el cinturón repleto y además la tuya debe pesar un quintal. -
- ¡Ughh!, ¡Aghh!, ¡Ughh! -
El guerrero resopló bajando la cabeza y, tras unos segundos, alzó la vista contestando:
- Está bien, tú lo has querido. -

Entonces, el sonido de sus dedos apretando el cuero de la empuñadura de su espada, precedió a un cambio de expresión en sus ojos que helaría la sangre del rival más despiadado del reino.
Todo quedaba dispuesto, la suerte estaba echada y la contienda iba a comenzar de un momento a otro.

Pepe Gallego

Licencia Creative Commons
"El señor de la guerra" por Pepe Gallego se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://www.origenart.es/index.php/tienda/miniaturas/articulo-prueba-30-detail.

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