“Lágrimas negras”
Como unos agitados rápidos navegados por campeones del remo, descendían por su sucia mejilla. Pero no había canoas deportivas ni surcaban aguas. Eran sus lágrimas que transportaban la espesa carga del malvivir. Duros momentos repletos de amargura y desasosiego, que durante demasiado tiempo habían acunado suciedad, abandono, pena, desesperación, y sobre todo, hambre. Todo ello aderezado con el rechazo del anonimato, con la mugrienta capa que le maquillaba gratuitamente la cara. Y es que arrastraban tanto aquellas lágrimas negras, que era difícil no pensar en las situaciones que la vida le obligó a masticar.
La tristeza de soportar cada noche, una violación encubierta de venta voluntaria a la asquerosa cara desconocida que asomaba en la oscuridad de un cuatro ruedas. Anidaban enredadas en su raído pelo, las luchas con otras fieras salvajes disfrazadas de humanos, peleando por expoliar el interior de un puerco contenedor.
Ahora, sentada en un banco del parque, sabía que su hora había llegado. Nunca perdió la esperanza de que algún día llegara esa vuelta de hoja para una vida sin rendición, y ese momento había llegado.
Al verla aparecer por la esquina de la avenida, se dio cuenta de lo mucho que la quería y del estúpido tiempo que el orgullo le hizo tirar.
Con la manga de su roñoso abrigo, Aurora limpió aquellas lágrimas negras que a pesar de su color, y por primera vez en mucho tiempo, eran de una felicidad inmensa.
Dobló el arrugado papel con el número de teléfono escrito, y sin esperar a que llegase a su altura, se abalanzó a ella besando con pasión su ajado rostro marcado por la vigilia de sufridores años.
- ¡Lo siento, mamá! -
- ¡Hija! - fue lo único que la congoja dejó escapar de la garganta de su madre, y así estuvieron un largo rato abrazadas.
Esa noche, Aurora enjabonó su vergüenza y limpió su orgullo en las calientes aguas de una bañera, la misma en la que un día su madre la bañaba.
Pepe Gallego
"Lágrimas negras" by Pepe Gallego is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
Siempre queda un atisbo de esperanza. Intenso.
ResponderEliminarExacto José Martín. Siempre hay que tener ese resquicio de esperanza para poder avanzar. Gracias por tu lectura y participación.
ResponderEliminarImpactante, Pepe. Cuánto has contado con tan pocas palabras. Se palpa el desamparo, la soledad, la desesperación, pero no hay desesperanza. Me ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado, Mayte. Espero seguir mejorando para contar con vuestra participación y críticas. Saludos!
EliminarNegras las lágrimas mas no la Suerte, me ha fascinado. Perdón por la intrusión y un abrazo desde México.
ResponderEliminarNo hay nada que perdona Jean. Es todo un honor poder contar con tu participación en el blog. Muchas gracias y un abrazo!
Eliminar"La esperanza es lo último que se pierde" Un relato intenso y denso. Me ha gustado mucho Pepe. Enhorabuena.
ResponderEliminarA veces cuesta no dejar ir a esa esperanza, pero al final ese esfuerzo casi siempre obtiene recompensa.
EliminarMuchas gracias :)
Muchas gracias, maguita. Con estos ánimos uno adquiere fuerzas para continuar, y aunque estoy mucho más liado que hace unas semanas y apenas puedo leer relatos, comentarlos o participar en las redes sociales, sí que creo que podré publicar un nuevo relatito corto el próximo martes. Esa motivación para hacerlo, viene directamente de vosotros. Gracias.
ResponderEliminar