martes, 24 de diciembre de 2013

"Una Navidad desconocida"


- Una cara que muestra lo que no existe, que omite el oculto tormento de tan risible estandarte. Farándula a mí alrededor demostrando una algarabía que no me preside. Alambre de espino clavando sus púas en el motor sanguíneo que se esconde en una caja torácica repleta de desasosiego.

¿Cómo fue capaz? Esa pregunta amanece cíclicamente espoleando la fachada a mostrar, esa a la que nunca se superpone por miedo o quizás vergüenza de un qué dirán tan doloroso. Y aun así, mis labios se estiran dejando ver el blanco nacarado que inspira a la gente a sentir simpatía hacia mí.
¿Simpatía?, sí, puede que a muchos les invada ese sentimiento, pero yo sé que más bien es lástima hacia un ser que camina erguido mientras una joroba de plomo invisible le retuerce la espalda.
Y burlas. Seguro que los habrá que hasta se burlen. Lo peor es que tienen razón, soy un fraude que observa cómo se le da trato de héroe a aquel que mancilló mi honor. Y lo peor, es que cada día como hoy, cada año como este, la imposición popular me empuja a contemplarlo todo como si hubiese de ser afortunado por encontrarme en esta vorágine.

Pero no protesto, porque a pesar de ello soy un desgraciado cobarde que se regodea de acompañar a una costilla que me hirió de muerte amparada en la divinidad. Una santurrona que instó al creador para que me colocara un halo brillante donde debiera haber una recia cornamenta.
Dicen que sus caminos son inescrutables, y en cierto modo es verdad. Se me respeta por mandato suyo, pero interiormente ni yo mismo me respeto, pues cada 24 de Diciembre vuelvo a revivir con sonriente amargura el día del nacimiento de mi hijo no nato, ese al que engendró mi esposa con un puñetero espíritu disfrazado de ángel santón.

Por si aún no os habéis dado cuenta, soy José, ese humilde carpintero al que le preñaron la esposa y que encima debe estar agradecido por ello.
Ahora me llaman San José, y aunque no tenga más remedio que aceptarlo, en mi interior la sangre se vuelve ácido para corroerme de rabia hacia una esposa adultera, un hijo bastardo, un querido que se asoma al pesebre cada año vanagloriándose de haberme puesto los cuernos, y de un Dios que me la metió doblada hasta el corvejón y se cachondea de mi existencia.
Apuesto a que muy pocos os habéis parado a pensar cómo me siento.
¿Y encima queréis que diga “Feliz Navidad”?...
Mejor me callo lo que pienso, porque si lo digo, el cabrón de arriba me quema el culo con un rayo.
Encima…


Pepe Gallego

Licencia Creative Commons
"Una Navidad desconocida"" por Pepe Gallego se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

4 comentarios:

  1. ¡¡Pepe!! No había visto tu nueva publicación hasta ahora, lo bien que me habría venido que me arrancaras una sonrisa hace dos días!! Genial! Abrazucu apretadín desde Villa de Rayuela.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, si te la he conseguido arrancar ahora, me doy por satisfecho, jeje.
    ¡Un abrazo, maguita!

    ResponderEliminar
  3. Juas. El pobre José. Yo creo que fue quien escribió el nuevo testamento en vengaza. Como diciendo " ustedes os habéis reído de mí, ¿no cabrones?. Pos ahora me hago santo y tos ustedes a joeros". Muy bien escrito.

    ResponderEliminar
  4. Jajajaja, es que la historia del hombre es para verla detenidamente, jajaja. Gracias JGigan :)

    ResponderEliminar